En mi último, VIAJEROS por sol, playa y… descanso. El viaje a Canarias de “tres” distinguidos ingleses: Agatha Christie, Winston Churchill y los Beatles, un ameno y exhaustivo recorrido por la vida en las islas a los que considero los más distinguidos turistas ingleses del siglo XX, me acerco por primera vez a la figura de Churchill, uno de los políticos más importantes del siglo XX, historiador, escritor –premio Nóbel de Literatura en 1953–, militar y orador. Winston Churchill era ya exmandatario cuando hizo su “primera” visita a Canarias. Este viaje podemos enmarcarlo dentro del proceso de apertura iniciado en la década de los cincuenta por el régimen de Francisco Franco, tras el fin de la autarquía impuesta después de la Guerra Civil, y a punto de producirse la aprobación del Plan de Estabilización, el 21 de julio de 1959, que es el momento del inicio de las inversiones extranjeras, de la apuesta por la industria del turismo y la apertura al exterior.

Hasta ahora se ha creído que Churchill solo viajó a las islas en 1959, sin embargo, un estudio más exhaustivo de la persona del político inglés, me permite afirmar en el libro que Churchill viaja al archipiélago cuatro veces. ¿Cuáles fueron esos cuatro viajes de Churchill a las islas?

 1940, primer viaje, desde la distancia

Este primer viaje se produce en la mente de Churchill en 1940, cuando planifica la operación Pilgrim.  Es en este periodo crucial de la historia de España y Europa cuando el Winston Churchill, maduro, entra en contacto con Canarias por primera vez, aunque desde la lejanía. En plena Guerra Civil de España, las islas vivían una total adhesión al bando de Franco, tras el alzamiento el 18 de julio de 1936. Las banderas nazis, junto con la nueva establecida por el bando nacional, ondeaban en algunas azoteas de las casas canarias. Algunos autobuses llevaban la cruz gamada impresa en sus puertas cuando trasladaban a excursionistas alemanes. Altos jefes del partido nazi paseaban por las ciudades portuarias e incluso estaban como residentes en ellas. Nuestros puertos eran frecuentados por muchos barcos, cruceros y submarinos alemanes durante la Guerra Civil y después. Por su parte, el líder de las SS, Heinrich Himmler, visitó España en octubre de 1940 para apoyar la Falange, que tenía su propia milicia, y a uno de sus miembros, José Finat, conde de Mayalde, situado al frente de la Dirección General de Seguridad.

Los alemanes preparaban su operación Felix en el otoño de 1940 para atacar el Peñón de Gibraltar y ocupar Canarias y Marruecos, pasando sin duda por la Península Ibérica. Ante la marcha favorable de la guerra para Hitler, Franco abandonó en junio de 1940 su posición de neutralidad por una de «no beligerancia» con la que no ocultaba sus simpatías por el Eje. En ese marco se celebraron las negociaciones de Hendaya el 23 de octubre de 1940, en las que España ofreció apoyo a Alemania a cambio de ayuda material y militar, y el reconocimiento de diversas demandas territoriales en el Marruecos francés. Hitler, poco interesado en las cuestiones mediterráneas, no estaba dispuesto a pagar un precio tan alto por la entrada de España en el conflicto. En esos momentos su interés estaba centrado en el Este. Con respecto a Canarias, Hitler indicó que podían ser tomadas por los Estados Unidos e influir en la guerra submarina, por lo que Alemania era partidaria de enviar baterías de costa y los técnicos necesarios para instalarlas y enseñar su manejo. Franco le daba largas a Hitler, pero éste insistía en sus pretensiones, y en noviembre de 1940 afirmó: “hay que poner antiaéreos en los aeródromos de Canarias y hay que llevar allí los stukas, es la única manera de alejar definitivamente las islas de las escuadras enemigas”. De este modo se interceptaría las líneas de comunicación marítima de Gran Bretaña.

Ante la situación, y en vista de los intereses de la Alemania nazi en España desde 1939, Churchill da instrucciones para hacer un seguimiento de las islas españolas en el Atlántico, además de las portuguesas, y puso en marcha la operación Pilgrim, donde Gran Canaria con el Puerto de la Luz y el aeropuerto de Gando eran objetivos de ocupación de vital importancia. Los jefes militares británicos no dudaron en planificar la ocupación de la isla de Gran Canaria y el resto del archipiélago para impedir que las potencias del Eje (Berlín-Roma-Tokio) bloquearan la navegación en el Mediterráneo y en la África Atlántica.

Churchill la consideraba muy peligrosa y el plan solo se haría si fallaban las vías diplomáticas, por lo que la fecha de su inicio se fue aplazando repetidas veces en función de que España se convirtiera en aliado de Alemania, de que los mismos alemanes enviaran armamento y tropas a Canarias, o de que España se distanciara claramente de la política del Eje. A la vez, Churchill pretendía atraerse a los sectores monárquicos españoles, alarmados por el creciente peso de la Falange, y apoyar económicamente a los generales cercanos a Franco para alejarlo de Alemania y su aliado la Falange. Quería favorecer la restauración de la monarquía en la persona del pretendiente don Juan de Borbón, que se había convertido en el depositario del sentimiento monárquico en febrero de 1941, tras la muerte de su padre, el exiliado rey Alfonso XIII. Los británicos estarían con los monárquicos incluso si éstos declaraban una España libre en Marruecos o Canarias, en caso de que se produjera la invasión alemana.

Al final la operación Pilgrim fue suspendida en agosto de 1943, ante el cambio diplomático que dio España.

1959, “segundo” viaje

Churchill pasaba unas vacaciones en Marrakech con su esposa Clementine y su hija mayor, Diana Spencer-Churchill, mientras Aristóteles Onassis, junto con su esposa Athina y otros acompañantes, se encontraba en Casablanca. Churchill había sobrepasado ya los 84 años. Cuando Onassis se entera de la estancia de Churchill en Marrakech voló a la ciudad en la avioneta anfibia desde Casablanca, donde se encontraba el yate de lujo, el Christina, para encontrarse con el político británico. Le indicó que tenía que viajar a las Islas Canarias para ver ciertas cuestiones de su flota en el archipiélago y le invitó a que le acompañara. Churchill consintió gustosamente la invitación para visitar unas islas  que les resultaban familiares no solo por la Operación Pilgrim, de la cual el fue el principal protagonista, como acabamos de ver, sino también por la estancia, mucho antes que él, de su madre.

Al día siguiente, 18 de febrero, Churchill se dirigió al puerto de Safi con su esposa e hija para desde allí realizar el viaje a Canarias en el yate Christina. Este lujoso yate llevaba un hidroavión y un coche, podía alojar con toda comodidad a unos quince invitados.

Churchill llegó al muelle de Santa Cruz de Tenerife a las 8:30 del 21 de febrero  y a las ocho de la mañana del día siguiente, domingo 22 de febrero, el Christina llegó al Puerto de La Luz y fondeó en el dique del Generalísimo, frente a la playa de las Alcaravaneras.

La comitiva se enfiló hacia la Caldera de Bandama y al observar el cráter, Churchill expresó su deseo de contemplarlo. Bajó del coche y desde el borde de la carretera se deleitó de la majestuosa y extraordinaria perspectiva. En el mirador, sin bajarse del coche, pidió un whisky con mucha soda mientras su puro se consumía lentamente.

El lunes, después de almorzar a bordo del Christina, bien entrada la tarde, Churchill y sus acompañantes realizaron una excursión a la Montaña de Arucas, desde donde contemplaron el hermoso y exuberante valle de plataneras que circundaba a la localidad norteña, y también los barrios de la propia Arucas, Firgas, Moya y las montañas de Gáldar, Santa María de Guía, etc. Se dirigieron luego a Teror,

Como lo hicieran en el mediodía del domingo, el lunes, sobre la una de la mañana, las señoras de Churchill y Onassis abandonaron el yate y se dirigieron a la playa de Las Canteras para tomar unos baños de mar.

Según Manolo Mora, en las Palmas ocurrió un suceso digno de mención. Roberto Arias, que había sido embajador de Panamá en Londres hasta el año anterior y ahora se encontraba desplazado del poder por el gobierno del presidente Ernesto de la Guardia, y en esos años Roberto Arias abogado especializado en asuntos marítimos asesoraba a Onassis en muchos de sus negocios internacionales. Al llegar a Las Palmas de Gran Canaria, Roberto Arias, con gran agitación y no muy buenos modales, solicitó a la empresa consignataria del Christina que gestionara los trámites para salir de la isla en avión urgente. Sin embargo, la policía de frontera no lo autorizó. Y, a pesar de las amenazas del panameño de dirigirse al gobernador civil, no logró nada positivo, viéndose obligado a seguir en el Christina hasta el final.  Al poco tiempo de que Roberto Arias saliera de Gran Canaria, y después de interrumpir su crucero con Churchill y Onassis, a principios de abril zarpó del puerto cubano de Batabanó una expedición de 87 hombres, 79 de ellos cubanos, que se dirigió a Panamá donde desembarcó para intervenir, junto con diversas fuerzas locales, en un levantamiento con el objeto de derrocar al gobierno del presidente De la Guardia.

¿Conocía Churchill las aventuras y planes de su compañero de crucero?

 Aproximadamente a las tres de la tarde del 24 de febrero, el Christina fondeó en el puerto de Santa Cruz de La Palma. Sobre las tres y media Churchill tomó tierra  ante una gran expectación de público que se concentró en el puerto para ser testigo directo del acontecimiento. Churchill respondió a los presentes con el sombrero en la mano. En la Palma visitó Las Breñas, Villa de Mazo y se detuvo en Fuencaliente. Churchill no se bajó del coche, pero sus acompañantes sí lo hicieron y dieron un paseo bordeando el cráter del volcán de San Antonio.

Durante su corta estancia en La Palma, el tabaquero Manuel Roque Concepción le regaló una caja de puros, pero el mayor protagonismo se lo llevó Nelson Pestano, apodado «niño bueno», el taxista. En el momento del reembarque, el ayudante de Churchill preguntó a Nelson Pestano el importe de su servicio. El taxista, sin duda emocionado ante el día histórico que había vivido y haciendo gala de la generosidad y hospitalidad del pueblo palmero, declinó cobrar cantidad alguna. Para él había sido un honor llevar en su coche a tan ilustres personajes. Nelson le dio una caja de puros con la siguiente rúbrica: «De Nelson  a Churchill». La reacción de Churchill y el resto de los ingles fueron la risa ante el asombro del palmero.  

1960, “tercer” viaje

Churchill visitó las islas a bordo del Christina en otras dos ocasiones. El sábado 12 de marzo de 1960 el Christina arribó al Puerto de La Luz, estando atracado solo el tiempo necesario para el suministro de combustible. En esta ocasión, como en el siguiente crucero, Churchill no bajó a tierra. Viajaban en el crucero, aparte del anfitrión Aristóteles Onassis, Churchill y su esposa Clementine, la hermana de Onassis, Artemio, y su esposo, Theodore Garofalides, el médico personal de Churchill, lord Moran y su esposa Dorothy, el secretario particular de Churchill, Anthony Montague Browne, con su esposa Nonie, y su hija Jane, así como el sargento Murray. A las pocas horas de su llegada a Las Palmas, una vez suministrado, el yate de Onassis siguió rumbo a Barbados.

1961, el “cuarto” viaje

El cuartor y último crucero que llevaría a Churchill al archipiélago canario también se trataba de un viaje trasatlántico. Procedente de Gibraltar, el domingo 12 de marzo de 1961 el Christina hizo escala en el Puerto de La Luz para tomar combustible. Otra vez viajaban Onassis y Churchill, la hermana de Onassis, Artemio, y su esposo, Theodore Garofalides, lord y lady Moran, Montague Browne, su esposa Nonie y su hija Jane, así como el sargento Murray. El plan era seguir desde Gran Canaria hacia el Caribe, como habían hecho el año anterior. Al saber Onassis y Churchill que los padres de su secretario, Montague Browne, se encontraban en Tenerife, desviaron la ruta del Christina para atracar en el puerto de Santa Cruz y poder cenar con ellos esa noche. A la cena se unió el mariscal del Aire, John Salmond, que se encontraba también en Tenerife y era un antiguo amigo de Churchill y miembro del Other Club.

fue una cena animada y la despedida de Churchill de las Islas Canarias, a donde ya no regresaría.