Entre los días 27 y 31 de julio 2009 se celebró el “Fifth International and Interdisciplinary Alexander von Humboldt Conference, 2009: Travels Between Europe and the Americas en Freie Universität Berlin (Alemania), al cual asistí con la ponencia que encabeza el título de esta colaboración.  Me apoyaba en la lectura que hice de Alexander von Humboldt en mi libro La Mirada Inacabada, naturaleza y sociedad vistas por viajeros alemanes (desde Humboldt a Pannwitz) con textos tarducidos del alemán por Vanessa Rodríguez Cárdenes. El libro comienza con la visita a Canarias en 1799 del más destacado viajero prusiano, Alexander von Humboldt (1769-1859), y  se cierra con la expedición alemana a Las Cañadas del Teide de 1910, organizada por el médico Gotthold Pannwitz (1861-1926). La ponencia saldrá publicada en Alemania en idioma alemán.  Aprovecho la ocasión que me brinda la revista Catharum, con la que tantos lazos me unen, para hacerla llegar al público de habla castellana.

 Durante el viaje que Alexander von Humboldt realizó a las colonias españolas de América, hizo una corta escala enLa Graciosa, a la cual confundió con Lanzarote, y una visita mayor a Tenerife, desde el 19 al 25 de junio de 1799. Pero, cuando los estudiosos de la obra isleña de Humboldt se han acercado a su estancia en Tenerife lo han hecho fijándose en la importancia de sus escritos sobre la naturaleza física de la isla. Es verdad que Humboldt estudió la mineralogía, meteorología, el vulcanismo, la geología y diversas características del pico del Teide; tomó una muestra del aire recogido en el cráter para su estudio; realizó muchas observaciones astronómicas y químicas; además tomó muestras de gran cantidad de plantas con el objeto de estudiar la fitogeografía local y que con posterioridad le ayudarían a elaborar la teoría sobre la geografía de las plantas. Pero, Humboldt no sólo aporta datos sobre la naturaleza matemática, química y física, o de la geografía botánica sobre el archipiélago, sino también reflexionó sobre las condiciones socioculturales del pueblo canario. Ese acercamiento a la naturaleza y al hombre estaba dentro de su concepción científica, donde prima el sentido de la unidad y la interacción de los fenómenos terrestres, concepción que incluía al hombre, pues el concepto de naturaleza de Humboldt contempla también al ser humano y su historia. Como afirma el profesor Ottmar Ette, la ciencia humboldtiana es interdisciplinar, es un modelo de comprensión del cosmos, que nos presenta nuevas formas de vinculación de los saberes. Espacio, movimiento y vida conforman una unidad de elementos indivisible entre el hombre y la naturaleza, sobre el que descansa la globalización del conocimiento y el futuro del Planeta. El propio Humboldt lo señala cuando habla de la naturaleza de su viaje: “Mi verdadera y única meta es investigar las relaciones y diferencias existentes entre todas las fuerzas naturales”.

Por ello, es interesante observar como a través de las páginas de la obra isleña de Humboldt se percibe una radiografía de la sociedad canaria, en particular la tinerfeña. Y no es de estañar dado que en el método de análisis empírico del naturalista prusiano –repito- contemplaba un acercamiento al hombre, aunque en este aspecto es mucho más comedido que el dedicado a la naturaleza física de la isla. Era preocupación propia de la filosofía dela Ilustraciónque dominaba en el Continente europeo.

Cuando Humboldt redactó su estancia en Tenerife en su libro Voyage aux régions équinoxiales du Nouveau Continent (Relato Personal del Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente) relaciona sus impresiones de la sociedad isleña con las del resto de la sociedades coloniales americanas. El mismo método de análisis que emplea para el estudio de la naturaleza física y la geografía vegetal dela Tierra, donde prima la unidad y movilidad de los elementos, lo aplica en el acercamiento a los aspectos culturales, sociales y etnográficos. Los podemos dividir en:

             – el análisis de las clases sociales y sistemas de producción

            – el mundo aborigen y el legado guanche

 El análisis de las clases sociales y sistemas de producción

 Su forma liberal conservadora –según Adolf Meyer-Abich–  no le impidió a Humboldt ser un hombre crítico con el mundo que le tocó vivir. En Tenerife Humboldt se siente complacido por el talante y la educación de la élite ilustrada con la que se relacionó. En el valle deLa Orotavaencontró personas, en su mayoría extranjeros y residentes en el Puerto dela Cruz, que tenían exquisito gusto por las letras y la música “y que han traído hasta estos climas, la afabilidad de la sociedad de Europa”, afirma Humboldt. Él y su amigo Bonpland recibieron una cálida acogida por estas familias. Gozaron de la hospitalidad de la familia Cólogan, en especial de Bernardo Cólogan , su anfitrión en el valle, que le ofreció alojamiento en su casa de la costa situada en la calle Quintana, –convertida en 1884 en el encantador hotel Marquesa, aún en servicio―, o John Pasley, residente en Santa Cruz desde

hacía muchos años, con su principal casa comercial en Lisboa, que con sus sobrinos, los escoceses James y Archibald Little, establecidos como socios en 1774, formaron la casa comercial Pasley & Little, los cuales los invitaron a una fiesta campestre en el jardín de su casa de Sitio Litre la víspera de San Juan. John Pasley contaba con un termómetro Réaumur, en uso desde 1730, y le facilitó a Humboldt los registros de las temperaturas que había hecho en el Teide y en el Puerto de la Cruz. Archibald llegó a ser un hombre muy rico y muy influyente en la isla, amigo del marqués de Villanueva del Prado, y a él se dirigieron un gran número de viajeros, con y sin cartas de recomendación. Mostró su hospitalidad en marzo de 1791 a los capitanes John Parker, acompañado de su esposa Mary Ann, y Francis-Grosse, de la Third Fleet con destino a Nueva Gales del Sur, cuando hizo escala en Tenerife para que Peter Rye, el lugarteniente del Gorgon, uno de los barcos de guerra del Almirantazgo, junto con el botánico de la expedición, un tal Burton,  realizaran una excursión al Teide. La Third Fleet se dirigía a aguas del sur para sustituir el destacamento de infantes de marina establecido desde el primer asentamiento británico realizado con la First Fleet También fueron sus huéspedes en 1792 dos destacados viajeros, George Staunton y John Barrow, secretario del embajador lord George MaCartney, con motivo del viaje del vizconde de Dervock y barón de Lissanoure, para negociar los derechos comerciales de la corona británica en China.

Humboldt no duda en afirmar que, “con la excepción de La Habana–puerto de concentración del comercio en Cuba- las Islas Canarias se parecen muy poco a las demás colonias españolas”. Señaló las riquezas de la literatura castellana. José de Viera y Clavijo, historiador canario sobre el que se apoyó para ilustrarse sobre las Islas Canarias; Clavijo y Fajardo, familia intelectual de Lanzarote y que Rafael pidió al capitán de la Pizarro enLa Coruña que parara en Tenerife para que Humboldt la visitara; las familias Iriarte y Betancourt, destacados apellidos en la literatura y la ciencia oriundas del Puerto dela Cruz. Todos gozaron de proyección europea.

Pero las palabras elogiosas sobre esta burguesía comercial extranjera contrastan con la percepción negativa de la oligarquía local.  Es el reverso de la moneda que señala el lado oscuro de la sociedad. La nobleza insular, afincaba sobre todo enLa Orotava, vivía a espaldas de la gran población campesina. “Desde lejosla VilladeLa Orotavase anunciaba de forma muy armónica, pero en el mismo pueblo sus calles estaban muy solitarias; y las casas, aunque también sólidamente construidas, tenían un aspecto lúgubre” -señala Humboldt-. Esta apreciación sobre el pueblo norteño va acompañada de un comentario que pone de manifiesto un agudo sentido crítico al sistema organizado por la aristocracia local para la edificación de muchos de los edificios emblemáticos: “pertenecen casi todas a una nobleza acusada de ser muy orgullosa, ella misma se designa con el fastuoso nombre de doce casas”, según propias palabras de Humboldt. “Las Doce Casas” a las que se refiere Humboldt era la hermandad dela Santa Veradela Cruz, fundada en 1650 por las familias aristocráticas más poderosas de la villa, las cuales competían entre sí en la construcción de sus casas como forma de exhibir su riqueza económica

A renglón seguido, Humboldt critica con dureza el sistema de relaciones de producción que sobrevivía en las islas. “Aún esta aristocracia orgullosa mantenía unas relaciones feudales causantes de la miseria, pobreza y atraso de las clases bajas de la sociedad isleña” –comenta el viajero prusiano-. “El bienestar de los habi­tantes de la isla no se corresponde a los esfuerzos de su trabajo, ni a las ventajas con que la naturaleza ha colmado esta región. Los labradores no son general­mente propietarios; el fruto de su trabajo pertenece a la nobleza, esas mis­mas instituciones feudales que por largo tiempo han sembrado la pobreza por toda Europa, y que atenazan la felicidad del pueblo en las Islas Canarias”.

Es decir, reprocha a las clases altas del atraso del país y la miseria reinante Tampoco duda en considerar a las mismas clases dominantes y gente de bien como las responsables del atraso y pauperismo  nivel de vida, así como del continuo flujo migratorio del pueblo canario. Hombre isleño en el que se aprecia su espíritu laborioso fuera de las islas, en las colonias Americanas, en la medida en que  para apreciar bien a los canarios no sólo era suficiente verlos en las islas, “donde trabas poderosas se oponen al desarrollo de la in­dustria” -dice-, sino que era necesario estudiarlos “en las estepas de la provincia de Caracas, en las faldas de los Andes y don­de quiera que estén aislados en comarcas inhabitadas y han tenido ocasión de des­plegar su energía y actividad, que son las verdaderas riquezas de un colono”, comenta Humboldt.

Emigración que alcanzaba proporciones alarmantes ―según él― El archipiélago entero no contenía más de 160.030 habitantes y los isleños eran quizá mucho más numerosos en el Nuevo Continente que en su vieja pa­tria –anota en su diario. Y categóricamente afirmó que a los canarios, a los que considera honrados, sobrios y religiosos, se les deben en gran parte los progresos de la agricultura en muchas colonias (en las Filipinas, en las Marianas, en Chile yLa Plata, en Nuevo México y en donde haya establecimientos españoles en América). Durante su periplo isleño Humboldt anotó (Humboldt, 2005. 282)::

el pueblo llano era laborioso, pero su actividad se desarrolla mejor en las colonias apartadas que en Tenerife, donde tropieza con obstáculos que progre­sivamente alejan a las Islas Canarias de una sabia administración. Disminuirán las emigracio­nes si se logra repartir entre los particulares las tierras señoriales no cultivadas, vender las que están anexas a los mayorazgos de las grandes familias y abolir poco a poco los derechos feudales.

Esta declaración del naturalista alemán, inaudita hasta ahora y jamás realizada con anterioridad por algún natural ilustrado o viajero alguno, pone de manifiesto su talante liberal y progresista y hasta qué punto Humboldt critica la sociedad canaria. ¡La emigración! Era la válvula de escape a la que recurría la élite económica para paliar la pobreza y minimizar posibles conflictos sociales, como válvula de escape ―según Francis Coleman MacGregor―.

La explotación feudal y emigración causaron el abandono de muchas mujeres canarias que desgraciadamente se vieron obligadas a la práctica de la prostitución para su sustento. Por eso, cuando Humboldt toma tierra, lo primero que le atrajo su mirada fue una mujer mal vestida, a quien llamaban “la capitana” (Humboldt, 2005. 185). La seguían otras mujeres cuyos vestidos no eran más decentes; y todas solicitaban, con empeño, el permiso de ir a bordo dela Pizarro, permiso que naturalmente no se les concedió. Comenta el prusiano que era normal en un puerto tan frecuentado por los europeos. “La capitana” era la jefa escogida por sus compañeras, sobre las que ejercía una gran autoridad. Ayudaba en todo lo que pudiera perjudicar el servicio de los barcos y velaba para que los marineros regresaran a bordo a las horas que se les había señalado. Los oficiales se dirigían a ella cuando tenían temores de que alguna persona de la tripulación se había ocultado para desertar.

Por lo general, considera al puerto de Santa Cruz de Tenerife un lugar de vida deshonesta y donde predomina cierta vida licenciosa como consecuencia de la frecuente llegada de europeos, por ser el centro comercial más importante, no sólo de la isla, sino del archipiélago.

Sin embargo, fuera de Santa Cruz se respiraba otro aire.  La ausencia de personas en las calles y el estado ruinoso de muchas casas conferían a las principales ciudades del interior,La OrotavayLa Laguna, la capital, un aspecto lúgubre, triste y aburrido. Nada mejor ilustra el triste panorama que el acercamiento al calamitoso estado de las ciudades y los pueblos que contempló Humboldt. En repetidas ocasiones Humboldt se refirió al pésimo aspecto deLa LagunayLa Orotava.“Las casas deLa Laguna-afirma- aunque de construcción sólida y antiquísima, estaban en ruinas, y el carácter vetusto de los edificios determinaba el cuadro paisajístico de la ciudad. Los techos y las paredes estaban cubiertos de verodes y pequeños helechos”.

No obstante, el aspecto de La Lagunamejoraba en verano. Humboldt hace referencia al uso de La Lagunacomo lugar de veraneo de las clases acomodadas isleñas. Según él, La Laguna(546 m. de altitud), situada en una pequeña llanura, era una “mansión deliciosa y agradable” en la isla por ser fresca en verano y poseer una rica vegetación. En efecto, la ausencia de arbolado que purificara y refrigerara la atmósfera de Santa Cruz hacía que desde el siglo XVIII las clases acomodadas ocuparan  la capital de la isla para descansar en verano, cuando el calor en el puerto era muy sofocante. Esto ocurría no solamente en las clases acomodadas de Santa Cruz, sino también con las de La Orotavay del Puerto de la Cruz. Tambiénla oficialidad de alta graduación del ejército emigraba hacia la ciudad del Adelantado. Incluso las clases altas, principalmente de Santa Cruz, tenían sus casas de verano en Guamasa, aunque el lugar favorito de residencia para pasar las vacaciones era Tegueste, por estar mejor protegido de los vientos del sur y donde el cónsul francés tenía su casa de campo. Era lo que yo llamo el Petit Tour de las Canarias realizada por la élite económica y política isleña y que se proyectaría a lo largo de todo el siglo XIX.

Humboldt destacó la fuerte presencia de hábitos entre la sociedad isleña, tanto en Santa Cruz como enLa Laguna, que con una población de 9.000 almas tenía 400 frailes y seis conventos.

Señala la forma que tenían las clases bajas, sobre todo las del valle de La Orotava, de aumentar sus paupérrimos jornales utilizando el Teide y que se les llamaban neveros y guías o muleros. La relación que tenía el isleño con el Teide estaba sólo en sintonía con la explotación económica del mismo. Humboldt habla de los neveros, “indígenas que tienen el oficio de buscar hielo y nieve para vender en las ciudades cercanas”. Uno de los recursos que proporcionaba las Cañadas del Teide a pastores y campesinos pobres de los altos de La Orotava, y que ayudaron desde muy temprano a sanear algo sus maltrechas economías. Desde mediado del siglo XVII la nobleza de Tenerife mezclaba el hielo con el vino para refrescarlo, razón por la cual desde esa temprana fecha ya se reunía para su venta. Los campesinos pobres subían en el silencio de la noche antes de despuntar el alba, una vez entrada la primavera y en verano para recoger el hielo acumulado cuando el Teide se cubría de nieve en invierno. Los transportaban sobre bestias en canastas de brezo cubiertas sus paredes de helechos para impedir que el hielo se derritiera. De regreso buscaban los atajos más rápidos para impedir que el sol hiciera su aparición. A la vez, los neveros también hacían de guías a los extranjeros que querían subir al Teide hasta la aparición de los guías «oficiales». Para muchos, el oficio de nevero era la única forma que tenía de ganarse la vida Las difíciles condiciones climáticas les obligaban a tener una dieta de bastante caloría, basada en pescado salado, pan, gofio, leche entera de cabra y vino.

Una vez llegaban a los pueblos con sus mulas cargadas con la preciada carga procedían a su venta por las calles al grito de ¡Hielo! ¡Se vende Hielo!-

Se dirigían ala Cuevadel Hielo, aLa Estanciade los Ingleses y a otras cuevas situadas en Montaña Negra, conocida como Los Gorros.  Las cuevas las utilizaban como neveras.

La otra forma que Humboldt señala como recurso económico de los campesinos es la de guíala Teide, aunque no tuvo palabras elogiosas para los naturales que actuaban de guías. Los consideraba perezosos y que actuaban desganados, contribuyendo bastante a hacer la subida al volcán de los excursionistas muy trabajosa. “En nada -comenta Humboldt- se parecían a los guías de los del valle de Chamonix, o a esos ágiles guanches de quienes se decía que atrapaban un conejo o una cabra salvaje a la carrera”. Los guías eran de una pasividad desesperante. Ya en la víspera de su excursión al Teide habían querido persuadirle de no ir más allá de la estación de las rocas; se sentaban a descansar de diez en diez minutos; Humboldt y Bonpland descubrieron que ninguno de ellos había ido jamás a la cima del volcán; y lo que era peor, “arrojaban a escondidas las muestras de obsidiana y piedra pómez” que Humboldt y Bonpland recogían con cuidado para llevárselas.

 El mundo aborigen

 La población aborigen de las islas también mereció la atención de Humboldt. Para él la raza guanche estaba extinguida desde los comienzos del siglo XVII, como consecuencia de la unión de blancos colonos con indígenas, y tan sólo quedaban algunos ancianos en Can­delaria y en Güímar. Los colonos españoles los llamaban isleños.  ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?.

Humboldt se pregunta después de regresar del Nuevo Mundo, ¿qué había sido de los primitivos habitantes de Cuba, Santo Do­mingo y Jamaica? y en Tenerife ¿qué se ha hecho con los guanches de quienes tan sólo las momias, sepultadas en las cavernas, se han salvado de la destrucción?.

Humboldt razonó de la siguiente manera. En el siglo XV casi todas las naciones mercantiles, en especial Castilla y Portugal, solicitaban esclavos en las Islas Canarias, como en su tiempo se solici­taba en la costa de Guinea. Culpa a la religión cristiana, que en su origen favoreció poderosamente la libertad de los hombres, y que “servía de pretexto a la avaricia de los europeos”, según sus propias palabras. “Todo individuo apresado antes de recibir el bautismo era esclavo”, afirma Humboldt. “El guanche moreno y el negro africano eran vendidos al mismo tiempo en el mercado de Sevilla”. Así la población de los canarios había padecido “el comercio de esclavos, las rapiñas de los piratas y, sobre todo, una prolongada carnicería cuando Alonso de Lugo terminó la conquista”.

Humboldt hace referencia a la modorra. ¿Qué contribuyó al exterminio aborigen?. Los guanches que sobrevivieron después de las batallas con los castellanos, perecieron en gran parte en 1494 por la famosa peste llamada modorra, que se atribuyó a la acumulación de cadáveres que los espa­ñoles habían dejado expuestos al aire después de la batalla deLa Laguna. Para Humboldt, cuando un pueblo semisalvaje y despojado de sus propiedades se ve forzado a vivir con una nación civilizada en un mismo país, busca cómo aislarse en los montes y las selvas. Es este refugio el único que pudo escoger el canario y se asentó pasados los años en los pueblos sureños de Can­delaria y Güímar, donde tan solo quedaban algunos ancianos en 1799.

Por otro lado, Humboldt considera positivo el hecho de que los conquistadores no siempre se negaron a enlazarse con los indígenas, dando origen a los canarios, a los isleños. Pero el propio Humboldt afirma que tienen motivos poderosos para negar esa mezcla. ¿A qué se refiere Humboldt? Es evidente que después de tres siglos de la conquista de las islas en ninguna existía algún indígena de pura raza y aunque algunas fami­lias de canarios se enorgullecían de su parentesco con sus antepasados aborígenes, eran muy pocas. Entonces, cuando Humboldt afirma que “los actuales canarios se negaban a reconocer su mezcla con los guanches y existía en ellos la fuerte voluntad de solicitar el grado de oficial al servicio del rey de España” ¿a qué se refería?

Él mismo nos da pistas que indica la respuesta. Afirmó que no había visto momias guanches sino en las colecciones de Europa, porque en el momento de su viaje eran muy raras en Tenerife.

            En efecto, los campesinos isleños, producto de su incultura, solían dar un trato supersticioso de terror a las momias guanches, quemándolas como combustible o desguazándolas. Solían tirarlas al fondo de los barrancos:

  Los campesinos canarios toman las momias con supersticioso terror. Mientras yo estaba en Tenerife, fueron descubiertas algunas en una cueva en Santa Lucía, y las mismas fueron desguazadas inmediatamente,

 comenta el viajero británico Benjamin en 1876.

 Una práctica ancestral, incluso que se dio entre las clases altas. Las familias ricas de la isla presumía mucho de su linaje y se sentían altamente ofendidas si se les decía que eran descendientes de los moros o de los nativos de las islas, los guanches, afirma George Glas en 1764 (Glas, G. 1764, 287-88)

Solamente es con  la importancia que estaba adquiriendo la antropología a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando se da un cambio de actitud entre la intelectualidad de algunos sectores de la élite canaria. Se toma conciencia sobre la importancia cultural del origen de las islas y desde entonces algunos miembros del grupo social dominante comienzan a reconocer la nefasta política practicada durante siglos de abandono y desprecio de todo lo relacionado con el mundo aborigen isleño. El doctor Tomás Zerolo Herrera (1851-1910) se lamentó con profundo dolor de «la torpe extinción de la noble, valerosa y gigante raza guanche». Incluso un representante tan destacado de la burguesía portuense, Jorge Pérez Ventoso, se atreve a auto-criticarse en nombre del grupo social al que pertenecía porque habían sido responsables de la extinción de la cultura guanche. ¡Fuimus Troes! (expresión latina que significa ¡Fuimos unos destructores!), diría en un artículo publicado en la British Medical Journal el 1 de octubre de 1892, al referirse a los destructores conquistadores que, nada más terminar la conquista, comenzaron a «registrar las cuevas donde se mantenían los tesoros de las momias, destruyéndolas a despecho», afirma Pérez Ventoso (Pérez, J.V. 1893. 11).

La otra prueba de la extinción de la raza y cultura guanche entre los canarios contemporáneos la atribuye Humboldt a la fuerte voluntad de servir como oficial al servicio de la corona de España como. Los funcionarios, en su inmensa mayoría de la metrópoli, se daban un aire de autoridad como –comenta el viajero- «si todo el poder y las oficinas del Gobierno estuvieran concentradas en su persona» y eran mirados con mucho respeto entre la población. No dudaban, según una viajera británica, en adular y halagar como formas de conseguir sus ascensos entre ellos y accesos en los aspirantes. Había, por otro lado, un gran número de oficiales en la isla, a pesar de contar con apenas tropas que lo demandara. Estos miembros del ejército desplegaban con placer sus uniformes que tanto les encantaban a los isleños. Es, quizá, por esta razón, que los canarios, no sólo de la clase media sino de todas las clases, profesaban un gran amor por los uniformes militares y daban muestras de simpatías porla  Madre Patriade España.

            De la misma manera que critica la forma feudal de la sociedad isleña que se encontró, critica el sistema feudal de organización de los aborígenes. Según Humboldt, los habitantes de las islas del Pacífico, demasiado violentos y en otros tiempos antropófagos, se parecían a los guanches de Te­nerife en más de un aspecto. A unos y a otros los vemos padecer bajo el yugo de un gobierno feudal. En­tre los guanches esta institución, que facilita y perpetúa las guerras, estaba sancionada por la religión. Los sacerdotes decían al pueblo: «El Gran Espíri­tu, Achamán, creó al principio los nobles, los achimenceyes, entre quienes distribuyó todas las cabras que existen sobre la tierra. Después de los nobles, creó Achamán los plebeyos, los achicaxnas; y esta raza, más joven tuvo el valor de pedir también cabras, pero el Ser Supremo respondió que el pueblo estaba destinado a servir a los nobles y no era necesario ninguna propiedad». Esta tradición se había inventado, sin duda, para agradar a los ricos vasallos de los reyes pastores. Así el falcan, o gran sacerdote ejercía el derecho de en­noblecer, y una ley de los guanches disponía que todo achimencey que ordeñara una cabra con sus manos, perdería sus títulos de nobleza.

             ¿Heredó esta forma de ser de los aborígenes la sociedad colonial que se formó en Canarias, a la cual se refiere Humboldt, y de la que también hizo alusión George Glas en 1764?.

           Por último, Humboldt se ocupó del espacio geográfico insular como soporte de localización turística basada en la estrecha relación con el clima. Refiriéndose a la isla en general, Humboldt indicó que el hombre sensible a la perfección de la naturale­za encuentra en Tenerife remedios potentes con su clima y afirma que ningún otro lugar le parece más apropiado para disipar la melancolía y de­volver la paz al alma dolorida que Tenerife y por añadidura Ma­deira.

Menciona al doctor William Anderson, médico y naturalista a bordo del Resolution, la fragata del tercer viaje de James Cook. Anderson señaló directamente las propiedades terapéuticas del clima insular. Padecía de tuberculosis y murió a bordo del Resolution el 3 de agosto de1778 a consecuencia de ella. Durante su visita a Tenerife escribió:

 El aire y el clima son notablemente sanos y particularmente apropiados para prestar alivio a enfermedades tales como la tuberculosis.

 William Anderson aconsejó a los médicos británicos que enviaran a sus pacientes a Tenerife a causa de la uniformidad de la temperatura y la benignidad de su clima, en lugar de recomendarles el continente europeo o la isla portuguesa de Madeira, como usualmente sucedía, y que conocemos en la historia como el Grand Tour, término con el que se designa los viajes que desarrollaban los miembros de la alta sociedad inglesa haciala Europa continental, ya en el siglo XVIII por razones de salud –y por añadidura de ocio-

Para Humboldt el clima de las Canarias sobresale por su suavidad y uniformidad, ventajas que no se puede decir lo mismo enla Europaaustral, donde los cambios de estaciones son demasiados acusados. Nunca puede ofrecer idénticas ventajas, según él. Tenerife, en particular, situada en la entrada de los trópicos y a pocas jornadas de navegación de España posee las bellezas que la naturaleza ha prodigado en las regiones equinocciales. La vegetación se desarrolla en sus formas más bellas y más imponentes. El hombre sensible a las bellezas de la naturale­za encuentra en esta maravillosa isla remedios por su clima.

“Pero no son únicamente ventajas efectos de la belleza del sitio y de la pureza del aire; se debe, sobre todo, a la ausencia de la esclavitud, cuyo as­pecto es tan chocante en las Indias y dondequiera que los colonos europeos han llevado, lo que ellos llaman, sus luces y su industria” –afirma Humboldt-. No debemos olvidar que Humboldt –después del viaje por tierras americanas- se mostró en muchas ocasiones enemigo acérrimo de la trata de esclavos.

Santa Cruz, Puerto de Orotava, la ciudad del mismo nombre,la Villa, yLa Lagunaofrecen cuatro sitios cuyas temperaturas medias for­man una serie decreciente. Y aunque el clima deLa Lagunaes brumoso en invierno y los habitan­tes a menudo se quejan del frío, nunca se ha visto caer nieve, y su temperatura media está por encima de18,7ºC(15ºR.), es decir, que incluso excede a la de Ná­poles, comenta el viajero prusiano.

 En resumen, si bien Humboldt describe los Pisos de Vegetación que encontró en el valle deLa Orotava, dando origen a su teoría de la geobotánica; hizo observaciones del estrato volcánico del complejo Pico Viejo-Teide, aunque no de la erupción de Chahorra, llamada Narices del Teide, en el año 1798, dando origen al abandono su concepto neptuniano del globo terrestre para abrazar la tesis platinista, midió los aires del Teide y describió la violeta del Teide, que descubrió 75 años atrás el naturalista francés Louis Feuillé (1724); aspectos todos bien tratados por los estudiosos de la obra humboldtiana, no menos importante fueron las referencias sociales y etnográficos, pero lamentablemente olvidadas a la hora de acercarse a la visita de Humboldt a las Canarias, y que, sin embargo, forman parte importante de su legado analítico.

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