Curso Introducción al Turismo, organizado por el Ayuntamiento de Arona
MAYO DE 2008. COORDINA: ESCUELA UNIVERSITARIA DE TURISMO IRIARTE. (2 horas) Lunes 5 de mayo, 2008
Clase: Orígenes y evolución del Turismo en Canarias
Si consideramos los viajes como los antecedentes del turismo, entonces el turismo en Canarias existe desde siglos. La economía de exportación que los conquistadores establecieron en las islas y la situación privilegiada del archipiélago generaron grandes movimientos comerciales responsables a su vez de la visita de un gran número de viajeros. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII algunos de los más distinguidos viajeros románticos y naturalistas van a incluir las Canarias entre sus lugares de preferencia, sobre todo Tenerife, entre otras razones por encontrarse la famosa montaña del Teide. Serán estos y otros viajeros los que impulsaron la fama del Teide, señalaron las características climáticas y en definitiva se trata de una serie de visitantes extranjeros cuyo legado será el de constituir las bases del turismo en las Canarias. Ahora bien, las referencias al clima eran realizadas por los diferentes viajeros desde hacía décadas, pero no pasaban del ámbito de la climatología, es decir, eran referencias a las temperaturas, aire, viento y otra serie de variables relacionados con el tiempo. Pero a partir del último tercio del siglo XVIII, algunos de los viajeros que visitaron el archipiélago ya no sólo hacen referencia en sus respectivos escritos, libros o diarios de viaje al clima en general sino a los efectos del mismo en la salud, es decir, se habla de climatoterapia, el método terapéutico que intenta curar determinadas enfermedades a través de la exposición del enfermo a las condiciones climáticas, hecho que explica -según George Glas- la longevidad de los habitantes de Canarias. Las alusiones de los visitantes extranjeros a la benignidad del clima insular para combatir la epidemia que asoló a Europa en el siglo XVIII y que se proyectará en todo el siglo XIX, la tuberculosis, fueron las que crearon una imagen idílica y atractiva de las islas y dieron origen, a partir de estos momentos, a unas expectativas viajeras para reconocer la imagen que se les ofrecía en las narraciones de viajes. Sin embargo, las incomodidades del viaje a vela, la tirantez entre España e Inglaterra y la ausencia de una mínima infraestructura alojativa hicieron imposible materializar la ilusión.
A los viajeros dieciochescos foráneos (naturalistas y exploradores), cuyo número fue elevado, podríamos llamarlo turismo temprano o proto-turismo, en la medida en que decidieron parar en las islas mientras se dirigían en sus rutas expedicionarias, sobre todo en Tenerife, para realizar la tan deseada excursión al Teide, y por añadidura explorar la naturaleza insular, expresión de la mentalidad del hombre de la Ilustración y de la ilusión del hombre romántico. Ellos son los que forman el núcleo del turismo moderno en las islas porque se reencuentran con la atractiva y variada naturaleza insular y porque resaltaron la benignidad del clima de las islas para la cura de los aquejados de afecciones pulmonares y otras dolencias, dos de las características del archipiélago que aún hoy constituyen los reclamos turísticos de Canarias.
Desde la Antigüedad el hombre buscó un ambiente y clima ideal para preservar su salud, sobre todo aquellas personas que sufrían las diversas afecciones del pulmón. La climatoterapia fue el método más común en la historia de la humanidad hasta la aparición de la farmacoterapia moderna. El hombre se desplazaba en busca de zonas milagrosas que pudieran ejercer efectos curativos sobre sus dolencias. La doctrina médica de Hipócrates, padre de la climatoterapia, trajo consigo un cambio de mentalidad en el mundo clásico y a partir de entonces empezó a creerse que la mejor manera de curar ciertas enfermedades era una larga estancia en los lugares con climas cálidos, además del uso de las aguas termales. Los griegos se desplazaban con estos fines, aunque los romanos apreciaron con más intensidad que los griegos las virtudes de los baños con fines terapéuticos.
La utilización de las aguas como fuente de placer y salud fue recogida por los europeos, sobre todo por los ingleses, después de los años oscuros de la Edad Media. Las enfermedades que se desarrollaron en Europa durante los siglos XVII y XVIII y relacionadas estrechamente con la rápida urbanización, fundamentalmente en Inglaterra, motivaron los viajes hacia la costa de los ingleses. Fueron los que comenzaron a tomar baños de agua del mar, y en el Grand Tour, después de su primera fase de instrucción diplomática, política y cultural de los jóvenes aristócratas, se trasladaban al continente europeo en busca de mejores climas para la convalecencia de algunas enfermedades. Los ingleses fueron también los que crearon las primeras estaciones en las orillas de los mares, en las costas. Las familias reales, la aristocracia y la alta burguesía europea, inglesas fundamentalmente, se desplazaban a las riveras continentales (Italia y Francia) en busca de enclaves idóneos para la convalecencia. Los tempranos desplazamientos de los ingleses al continente durante el Grand Tour y a tierras lejanas practicando el comercio hacen que sean ellos los que desarrollaran el hábito de los viajes más intensamente que ningún otro pueblo, hasta tal punto que se les consideran los pioneros del turismo.
¿Cuando se dio la entrada de Canarias en la órbita del turismo europeo?.
Esa época dorada del turista británico en el continente europeo quedó eclipsada como consecuencia de las guerras napoleónicas. Las mismas no provocaron en los turistas continentales graves trastornos, pero sí a los ingleses se vieron obligados a mirar a las islas del Atlántico, primero a las suyas propias y después a las portuguesas de Madeira y en menor medida Azores. La estrecha relación de Portugal con Inglaterra permitió a los británicos la utilización de las islas portuguesas con fines, entre otros, turísticos, tras la crisis de Europa desatada a raíz de la Revolución Francesa de 1789. Durante las guerras napoleónicas Madeira se convirtió en el centro del turismo británico. Los médicos británicos recomendaban Madeira a sus pacientes enfermos con afecciones pulmonares para su convalecencia. Pero algunos de esos turistas enfermos decidieron por su cuenta disfrutar de una estancia compartida entre Madeira y Tenerife y el hecho es que se sintieron mucho mejor en la isla canaria que en la portuguesa. Eso sorprendió a los doctores y se preguntaron cómo será el clima en las Canarias, pues al estar más al sur y más cerca de la costa africana que la isla portuguesa tendría que tener un clima más cálido, un aire más seco, menos humedad, y consecuentemente más apropiado para la convalecencia de sus pacientes. Así al menos lo confirmaban algunos de sus pacientes que habían decidido realizar una estancia en Tenerife, e incluso el clima del archipiélago canario había sido elogiado por anteriores viajeros. Pro su parte, los médicos británicos James Clark, William White Cooper y William Robert Wilde viajaron a Canarias y resaltaron en sus respectivos escritos que el clima de Tenerife (Santa Cruz y el Puerto de la Cruz), suave en invierno y templado en verano es superior al de Madeira. La fama que adquirieron el paisaje y la benignidad del clima de las islas en la pluma de esos tres destacados médicos, además de su situación geográfica, introdujeron a Canarias en las historia del turismo moderno europeo. Sus escritos son los primeros ensayos sobre el clima de Canarias, concretamente Tenerife, y su relación con la terapéutica. Son lo primeros textos de la literatura médica y a ellos se les debe el descubrimiento del potencial turístico de Canarias. Se puede afirmar que estos tres doctores británicos descubrieron el potencial turístico de Canarias.
De todos los escritos de viajeros que van a incluir a las islas entre sus lugares de preferencia por razones climatoterapéuticas no podemos dejar de hacer referencia precisamente a uno de los trabajos más interesantes acerca del turismo del siglo XIX en Canarias. Se trata del estudio hecho por el político conservador francés el barón Gabriel Belcastel, sobre Tenerife, particularmente del valle de La Orotava, y su comparación con el resto de los centros del momento como Menton, Cannes, Niza, Pisa, Venecia, Roma, Canfré, Zante, Cefalonia, El Cairo, Palma de Mallorca y Madeira, y sobre todo este último, el rival de Tenerife. Funchal, la capital de la isla portuguesa, era a mediados del siglo XIX el centro médico-turístico consagrado y no sólo en Gran Bretaña sino también en Europa. Pero a pesar de poseer un clima templado, reinaban vientos desfavorables, tenía excesiva humedad y las diferencias de temperatura en el curso del año no satisfacían, además de carecer de playas. Los turistas enfermos tenían que encontrar un sitio con temperatura igual, dulce, sin neblinas, sin humedad, casi sin lluvias ni polvo, que permitiera al enfermo salir a pie durante algunas horas del día, que pudiera renovar el aire de las habitaciones a cualquier hora. Estas condiciones ventajosas se encontraban en los enclaves europeos, pero sólo en la estación del verano. Lo difícil era encontrar un sitio que reuniera esas condiciones, a fin de que los enfermos respiren un aire vivo y seco, en el invierno. ¿Será posible encontrarlo, se preguntó Gabriel Belcastel? Según él, la naturaleza ha querido enriquecer con todas esas beneficiosas cualidades al valle de La Orotava en Tenerife, además de ser universalmente conocido por sus bellezas naturales. Es el paraíso para los atacados por la tuberculosis. Para demostrarlo hace una comparación con las temperaturas medias de los cinco meses de invierno de temporada turística, es decir, de noviembre a marzo. Mientras en el valle de La Orotava la temperatura media de los meses de noviembre, diciembre, enero, febrero y marzo era de 17,7ºC, en Londres era 5,4ºC; en París 6ºC; en Pau 7ºC; en Niza 9ºC; en Roma 10,6ºC; en Argel 14,6ºC y en Madeira 16,5ºC. Los elogios de Belcastel a Tenerife fueron tan pomposos en su obra “Las Islas Canarias en el Valle de La Orotava desde un punto de vista higiénico y médico”, (París, 1859) que se ha convertido en la obra de referencia a la hora de reclamar al Puerto de la Cruz como centro turístico.[1]
Las opiniones favorables a Tenerife iban en aumento, y comenzó a gozar de reconocimiento. Por ejemplo, los casos de defunciones de tuberculosis pulmonar eran los más bajos del mundo. Según afirmación del doctor Tomás Zerolo Heredia en 1884, en el valle de La Orotava, era de 0,73 por mil al año y en los pueblos de montaña de las islas la tuberculosis era completamente desconocida, mientras que el índice de mortalidad causada por la tuberculosis en Roma era de 6,02, en Malta el 3,30 o el en Argel 2,90. Las virtudes profilácticas y curativas del clima y la pureza medioambiental de las islas evitaban que se extendiera la enfermedad entre la población, aunque la presencia de turistas tísicos europeos en Canarias a partir de la década de los ochenta del siglo XIX va a suponer la aparición de la tuberculosis en suelo isleño.
Sin embargo, a pesar de esos elogios pasarán algunas décadas para que se despierte un interés insular por convertir las islas en un centro médico-turístico.
No vamos a entrar aquí en el por qué de ese retraso sino solamente acercarnos al estudio de toda una serie de condiciones que favorecieron la irrupción del turismo moderno en Canarias. Su desarrollo se produjo en un momento histórico concreto donde confluyeron varios factores.
Primero, los efectos de la Revolución Industrial iniciada a finales del siglo XVIII, sobre todo en Gran Bretaña, en la medida en que consolidó una burguesía rentista y ociosa, y originó la maquina de vapor, que revolucionaría los transportes. Ambos acontecimientos históricos impulsarán el desarrollo del turismo en el siglo XIX, es decir, el turismo moderno. El desarrollo de las comunicaciones marítimas con la costa occidental de África, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, y las nuevas comodidades y lujosas decoraciones en los vapores van a suponer el aumento del número de usuarios, y consecuentemente un aumento del número de visitantes a las islas. A partir de esos momentos los habitantes de las naciones del norte, en especial Inglaterra, comienzan a frecuentar nuestras islas, sobre todo Tenerife y Gran Canaria, entre los meses de octubre a mayo, huyendo del desapacible clima del norte. No podemos pasar por alto la mejora de los puertos, pues, si el tráfico marítimo no se puede entender sin los barcos, tampoco el mismo habría alcanzado su enorme desarrollo sin los puertos. Nacía así el turismo en Canarias como tal.
Segundo, las condiciones económicas, sociales y culturales de las islas en el último cuarto del siglo XIX eran muy distintas a las de las décadas anteriores, ya que si bien la economía de los años cuarenta, cincuenta y sesenta habían sido de bonanza gracias a la producción de cochinilla -años en que la burguesía y las clases medias urbanas disfrutaron de un período de enriquecimiento y que incluso hasta el campesinado se vio beneficiado con unos salarios que pasaron de una peseta a dos pesetas diarias- las décadas siguientes, ochenta y noventa, las islas padecieron una grave situación económica y social como consecuencia de la crisis de la grana. Los nuevos cultivos de recambio (tabaco y azúcar) no ayudaron a salir de la recesión y al estancamiento económico le acompañó la total descapitalización de muchos propietarios.
Tercero, eran los años de la entrada de la economía canaria en los emporios comerciales extranjeros, especialmente británicos. Desde las primeras décadas del siglo XIX ya estaban operando en las transacciones comerciales isleñas británicos como James Swanston, Robert Houghton, Thomas Miller y otros en Las Palmas de Gran Canaria; y Gilbert Stuart Bruce, Lewis Gellie Hamilton, William Davidson y otros, en Santa Cruz de Tenerife, y a finales del siglo aparecieron hombres de negocios como Henry Wolfson Ossipoff, Richard Ridpath Blandy, Edward Fyffe, Alfred L. Jones, Cecil Barker, Richard J. Yeoward, etc.. Todos ellos participarán o formarán compañías con el firme propósito de ejercer la actividad empresarial en Canarias, respondiendo a las necesidades de mercado de ultramar de la economía imperial británica, bien a través de la importación de manufactura, productos químicos y tecnología eléctrica británica, bien a través de la exportación de las nuevas materias primas, sobre todo culinarias (tomates, plátanos, papas y cebollas), para el abastecimiento del mercado interior de las potencias europeas, o bien en la actividad hotelera mediante las primeras compañías turísticas formadas expresamente para poner en marcha el sector: la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de La Orotava, la Taoro, Compañía de Construcción y Explotación de Hoteles y Villas del Valle de La Orotava, la Grand Canary Company, por citar algunas.
Cuarta, como consecuencia de la expansión del Imperio británico en ultramar y su interés por la costa occidental africana a lo largo del siglo XIX, los ingleses trataban, por un lado, de encontrar una «estación de aclimatación» en un lugar subtropical de temperaturas suaves y cálidas, como las de Canarias, para «aclimatar» o «adaptar» a aquellos colonos residentes en sus territorios tropicales, que tanto en sus viajes de ida como de vuelta a casa, evitaran los fatales efectos sobre la salud por los cambios de temperatura. No era extraño que los residentes en Oriente sufrieran las consecuencias del fuerte cambio de temperatura, por ejemplo entre la India e Inglaterra, donde se pasaba en pleno noviembre de 30 ó 35ºC a 8 ó 10ºC. Por otro lado, por su cercanía a la costa occidental de África y lugar de paso, desde hacía tiempo las islas Canarias, fundamentalmente Gran Canaria y Tenerife, habían llamado la atención para establecer en ellas un sanatorio que sirviera a los numerosos británicos asentados por largo tiempo en el continente africano u Oriente (trabajadores, militares y misioneros, afectados por enfermedades propias de la región, entre ellas la temible malaria en África o enfermedades del hígado entre los residentes de la India) para su convalecencia, evitando así ser trasladados a Inglaterra. De hecho, en 1890 se llegó a establecer el Queen Victoria Hospital en Las Palmas de Gran Canaria para la convalecencia de los súbditos de Su Majestad en las colonias, evitándose que fueran trasladados a Gran Bretaña.
Con frecuencia se suelen obviar otras razones en el despegue del turismo moderno en Canarias y que considero de capital importancia. Me refiero a la normal existencia de víveres y comestibles ingleses en las islas. El intercambio comercial propiciado por las compañías británicas establecidas en nuestros puertos mayores, hizo posible que los víveres ingleses se encontraran con facilidad en las tiendas locales. Eso permitía que los visitantes pudieran seguir con la dieta de su propia gastronomía. La posibilidad de encontrar alimentos ingleses era una garantía para los que viajaban en esta época –turistas enfermos y miembros de la elite económica- de seguir degustando la cultura culinaria a la que estaban acostumbrados, o de los que necesitaban una dieta especial. Otra razón, la tranquilidad que se respiraba en Canarias y la familiaridad y confianza que tenía el inglés en el canario. No debemos olvidar que los contactos comerciales de los ingleses con los isleños a lo largo del siglo XVII, a pesar de las relaciones a veces tensas entre España e Inglaterra, favorecieron el conocimiento real del canario; los colonos ingleses establecidos a partir del siglo XVII sobre todo en nuestros puertos (Puerto de la Cruz, Garachico, Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma y Las Palmas de Gran Canaria) y los irlandeses en el siglo XVIII, así como los viajeros en general, destacaban lo obediente, modesto y servicial que era el isleño. Incluso hay que añadir el bajo nivel de vida en Canarias con respecto al británico. Los precios de las viviendas alquiladas con fines turísticos eran muy bajos para ellos, a pesar de que hubo ciertos periodos inflacionistas.
De todas maneras, el turismo era a finales del siglo XIX una forma de vida, una manera de viajar practicada por las clases altas, por la buena sociedad, que dispone de dinero y suficiente tiempo libre.
Es en este contexto histórico cuando algunos isleños (empresarios, propietarios agrícolas e intelectuales) dejan de considerar la agricultura como la única fuente de riqueza y piensan en recurrir a otras actividades económicas. En lugar de orientar sus esfuerzos hacia los sectores más tradicionales como los de la agricultura, los orientan hacia el turismo, configurándose como una alternativa más en la desesperada búsqueda de nuevos recursos para superar la crisis, aunque lo compaginarían con la producción agrícola. Ahora bien, la participación de compañías y empresarios extranjeros, mayoritariamente británicos, presentes de una manera abrumadora a finales del siglo del XIX, fue decisiva. La presencia británica es la pieza básica para entender la puesta en marcha del turismo moderno en Canarias, puesto que su existencia empresarial facilitó los recursos financieros. Es con su intervención cuando se produce el despegue del turismo moderno en Canarias. El marco geográfico donde comenzó fue el valle de La Orotava, y particularmente el Puerto de la Cruz.
¿Por qué los ingleses eligieron el valle de La Orotava, concretamente el Puerto de la Cruz para el establecimiento de un centro médico-turístico invernal? Varias fueron las razones. En primer lugar, la incidencia del marco físico y natural. Si bien el clima fue un factor sumamente importante en los comienzos del turismo en la comarca, el paisaje y el paraje natural del valle de La Orotava fueron decisivos. El valle de La Orotava era un hermoso espacio natural, un gran escaparate casi plano de unos 62 kilómetros cuadrados de naturaleza abierta, con una vegetación rica y una atmósfera pura inigualable. Numerosos autores (viajeros, naturalistas y escritores), habían destacado ampliamente el marco natural y el paisaje del valle de La Orotava, de tal manera que la naturaleza de este rincón de Tenerife era una realidad cultural de peso a favor de su promoción turística.
El nuevo marco natural y la rica vegetación del valle de La Orotava conformaban una estancia satisfactoria de ocio y descanso, además, permitía a los turistas la realización del ejercicio físico, el paseo campestre, la inhalación de aire puro, todo lo que prescribían los médicos a sus pacientes, los turistas enfermos para su convalecencia. Ventajas difíciles de encontrar en los otros centros médico-turísticos existentes entonces, excepto en Madeira, que poseía una naturaleza y clima de características similares, aunque no era tan llano para poder caminar ni tenía playa para tomar los baños. No debemos olvidar que el nacimiento o, más exactamente, los inicios del «turismo» en las islas está más vinculado con la atención sanitaria invernal que con los viajes de ocio. No se trataba de buscar centros de esparcimiento, de ocio para los turistas enfermos sino de salud. El grueso del turismo que se recibía era terapéutico. Esto significaba que el turista que venía a Canarias lo hacía, en su inmensa mayoría, bajo prescripción médica, y en muchas ocasiones acompañadas de sus familiares y amigos.
Otra razón fue la existencia de casas de campo para ser alquiladas por los extranjeros. Las casas de campo, las haciendas, adecuadas para los turistas enfermos proporcionaban a la vez ese placer que se siente vivir en ellas en medio de la naturaleza. Eran las villas que constituían los pleasant places que tanto gustaba a la elite y al gentleman inglés: la villa aislada con jardín, colocada en los espacios abiertos, desde donde se podía apreciar el paisaje y el campo, que proporciona la privacidad y la vida campestre, además de respirarse aire puro.
Al excepcional escenario paisajístico del valle de La Orotava se le añadía el pico del Teide, tan aclamado por los viajeros a lo largo de la historia y cuya presencia y aspecto era un tópico en la conversación entre los turistas, como hablar del «tiempo» en Inglaterra, dijo el médico británico Ernest Hart en 1887. El Teide era el centro de atracción de Tenerife, que fascinaba a los visitantes y como bien expresó el ilustre médico “el escenario nunca está completo sin su grandiosa vista”. “Todo en su conjunto, su posición, su clima, sus alrededores, la residencia, la sociedad, las conveniencias y, sobre todo, la proximidad al Teide, hace del valle de La Orotava el centro más adecuado en el archipiélago como residencia para extranjeros”, comentó Olivia Stone en 1883.
El perfecto conocimiento que tenían los victorianos como William S. Harris, Edward Beanes, Arthur H. Pring y muchos otros que destacaron en el desarrollo del turismo moderno en Canarias, de los gustos y necesidades de sus compatriotas que pretendían traer, hace que se fijen en el Puerto de la Cruz para el establecimiento del primer sanatorium o primer hotel-sanatorium para convalecientes tuberculosos y otras enfermedades.
En los primeros años del siglo XX hace su aparición el turismo alemán, en contraposición al siglo XIX, que era casi exclusivamente británico. Contribuyó decididamente el empuje hotelero germano en las islas, sobre todo en Tenerife. En las Cañadas se establecieron unas casetas donde se llegaron a realizar importantes experimentos sobre la influencia de la radiaciones solares en la piel y la tuberculosis en la medida, en que los alemanes eran más partidarios del clima de altura y tenían más fe en el sol como agente curativo que los británicos. No debemos olvidar que el bronceado que luego sería símbolo de distinción fue establecido por los alemanes. La toma del sol, el bronceado, que hasta las primeras décadas del siglo XX estaba mal visto y era símbolo de una actividad manual al aire libre, y por lo tanto era un exponente de pertenencia a la clase baja, mientras que la tez blanca era signo de seducción y pertenencia a la clase alta, se le debe a la iniciativa del turismo alemán.
Desde las perspectivas del turismo en Canarias en las primeras décadas del siglo XX destaca la preocupación por el fenómeno del turismo de los poderes locales de las islas (Tenerife y Gran Canaria). Fueron varias las instituciones que se formaron para promocionarlo. En 1907 se fundó en Tenerife el Centro de Propaganda y Fomento del Turismo y en 1910 la Sociedad de Propaganda y Fomento del Turismo de Gran Canaria. Destaca también el Comité de Turismo del Valle de La Orotava, formado en el Puerto de la Cruz el 29 de enero de 1912. Años después se formó la Junta Insular de Turismo. Se hicieron esfuerzos por difundir la imagen turística de las islas por Europa.
El turismo terapéutico fue el más importante hasta la Primera Guerra Mundial. A él se vinculará, en menor medida, el turismo de ocio o descanso y el posible turismo que protagonizaron los científicos europeos. El clima y la naturaleza de las islas serán motivos esenciales de la visita en esta primera época. Poco a poco el turismo terapéutico dejaría de jugar un papel relevante. Los adelantos de la medicina y el desarrollo de la farmacopea lo hirieron seriamente, aunque desde finales del siglo XIX ya se estaba dando pasos importantes en este sentido.
El largo periodo que alcanza la entreguerra, Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial supuso una recesión importante, y poco se puede resaltar en el panorama turístico canario. Sin embargo, a partir de los años sesenta del siglo XX comenzó el proceso de desarrollo inmobiliario-turístico tal como lo conocemos hoy. Pero este nuevo tipo de turismo trae consigo el desplazamiento del polo turístico hacia el sur de las islas de Gran Canaria y Tenerife, Maspalomas y los Cristianos. La mayoría de los turistas que venían a las islas en los primeros años eran escandinavos, muchos afectados de esclerosis. Suecia se convirtió en el primer país emisor de turismo. En Gran Canaria, en 1968, por ejemplo, de los 122.432 visitantes de Escandinavia, 94.853 eran de Suecia. La presencia de turistas de Suecia en las islas era tan grande, que “suecas” era el nombre genérico que se le daba en Canarias a todos los extranjeros que arribaban a estos nuevos centros vacacionales, fueran de donde fueran, incluso fueran del sexo que fueran. Ae abría la vela de un nuevo turismo de invierno.
Por último, a pesar de que el archipiélago canario es hoy uno de los mayores centros turísticos de sol y playa, las islas siguen gozando de cierto privilegio por la benignidad del clima para muchos turistas con enfermedades crónicas (reumatismo, artrosis, problemas cardiacos, etc.) que habiendo sido desahuciados en sus países de origen han decidido establecerse en ellas, mejorando así la calidad de vida, e incluso el turismo de salud está en alza. En efecto, determinados lugares de Canarias se han puesto de moda entre los nuevos resorts turísticos a base de la cura por el agua. Ejemplos significativos son El Gloria Palace de Gran Canaria, que entre sus llamativas instalaciones se encuentran cuatro piscinas climatizadas –una de ellas con agua de mar a 35º C- y anejo el Centro de Talasoterapia, con un equipo de médicos, masajistas, fisioterapeutas y esteticistas, o el Mare Nostrum Spa en Tenerife, también con cura Talasoterápica en base a la utilización de agua de mar y de sus elementos biológicos.
Hoy en día hay 11 instalaciones con estas características y alrededor de 400.000 turistas pasan sus vacaciones anualmente en ellos.
[1] En mi libro Del Hotel Martiánez al Hotel Taoro, historia de la primera empresa turística de Canarias, Búho Ediciones, Puerto de la Cruz, 2002 se encuentra publicado el texto completo de Gabriel Belcastel Las Islas Canarias y el Valle de La Orotava desde un punto de vista higiénico y médico.