La Prensa, EL DÍA

En fecha reciente daba noticia en esta misma sección (La Prensa, 11-XII-04) de la traducción al español de todos los escritos sobre Canarias del incansable viajero victoriano Richard F. Burton y su esposa Isabel Arundell, realizados entre los años 1861 y 1880, bajo el título de Mis viajes a las Canarias. Son las traducciones correspondientes a The romance of Isabel lady Burton y The life of Captain Sir Richard F. Burton, los dos ensayos de Isabel sobre su marido, y Wanderings in West Africa: from Liverpool to Fernando Po y To the Gold Coast for Gold de Richard, donde recoge las notas tomadas durante las muchas visitas que hizo a Canarias. Todo un acontecimiento editorial no sólo por los autores en sí sino también por la calidad de los textos y las precisa edición, con fotografías inéditas de los lugares que visitaron y de ellos mismos.

Pues bien, dentro del paisaje de la literatura de viajes, de nuevo los canarios nos sentimos complacidos porque acaba de ver la luz otro libro, poco conocido, pero que fue un manual de geografía medieval de obligada consulta en la Europa de entonces, publicado por la Institución “Fernando el Católico”, bajo los auspicios de la Diputación de Zaragoza. Me refiero a El libro del conosçimiento de todos los rregnos et señorios que son por el mundo et de las señales e armas que han cada tierra e señorío por sy e de los reyes e señores que los proven, más conocido por El libro del conosçimiento, escrito por un anónimo franciscano castellano en la segunda mitad del siglo XIV. Se conoció en el siglo XIX de la mano de Marcos Jiménez de la Espada, que lo publicó en 1877. En 1980 ediciones El Albir de Barcelona hizo una publicación facsímil de la edición de 1877 con estudio de de F. López Estrada y en 1999 se publicó la de la Institución “Fernando el Católico”, con transcripción y estudio de Mª Jesús Lacarra, Mª del Carmen Lacarra Ducay y Alberto Montaner.

El libro del conosçimiento puede compararse con las grandes obras medievales contemporáneas como el Livre des Mareveilles du Mondee del belga Jean de Mandeville, en el que se describe el Levante, Arabia, India y el Noroeste de África, El libro de las maravillas de Marco Polo, Flor de les histories d’Orient del príncipe Hayton, y mapas de la época, como al Atlas catalán de Cresques Abraham y Jafudá Cresques, hacia 1375, conservado en la Bibliothèque Nationale de Francia. Puede considerarse la primera geografía medieval, aunque es esencialmente una compilación literaria, y no parece ser el registro de viajes hechos realmente por su autor, ya que se trata de un supuesto viaje por el norte de Europa por el Mediterráneo hacia Tierra Santa, Egipto y otras partes del norte de África, para luego seguir hacia Oriente, con visita a la Meca incluida, Asia oriental y China. Este desorbitado trayecto, como bien indica Francisco López Estrada, nos hace suponer que la obra no fue posible que sea el relato de la experiencia de un viajero que haya visitado cuanto aparece escrito en el libro, sino más bien un texto escrito en una biblioteca en la que el autor urdió literariamente lo que él va contando como una sucesión de referencias de lugares que pretendió haber visitado. Los datos han de proceder de otros libros de viajes y de los mapas de la época. La obra es por su extensión como una imagen del mundo, semejante pues a otras a las que antes ya existían, una enciclopedia geográfica, donde se entremezclan la historia, la leyenda, el mito con las cartografía y la geografía. En efecto, parece que las noticias dadas por el autor son muy similares a las encontradas en otros libros de viajes, lo que hace pensar, según Francisco López Estrada, que “copia las informaciones de muy buena fuente, proceden­tes de otros viajeros, bien que se las contaron a él o probablemente que las leyese o viese en alguna ilustración y, en último término, puede que también haya alguna experiencia personal del autor, pues la reunión de un tal número de indicaciones denota que quien lo redactó, si no fue un viajero real, era un apasionado por los viajes”.

En El Libro del conosçimiento aparece Canarias, donde por primera vez figuran enumeradas todas las islas, con los nombres que luego se generalizarán y en el orden correspondiente a su situación geográfica respecto a la costa africana. Las islas ya había sido visitadas. A finales del siglo XIII, en 1291, en dos galeras por los hermanos mercaderes genoveses Ugolino y Vadino Vivaldi, pilotadas por mayorquines, con la intención declarada de abrir la ruta marina sobre la India. Los hermanos Vivaldi y sus acompañantes nunca regresaron para hablar de sus experiencias, ya que se perdieron en algún punto al sur de las islas, pero sí se ha sugerido que pudieron visitar Canarias. Según el historiador inglés J.R.S. Phillips, el viaje de 1291 no fue un acontecimiento aislado, sino el inicio de una serie de expediciones atlánticas que se proyectarían a lo largo del siglo XIV, aunque algunos corrieron la misma suerte que la de los Vivaldi, como fue el caso de Jaime Ferrer en 1346. Mayor suerte corrió Lancelotte Malocello. Malocello era un comerciante genovés que había estado realizando el comercio entre Cherbough (Francia) y Ceuta. Además, había frecuentado el Atlántico sur. En uno de estos viajes él redescubrió probablemente por accidente las Canarias en 1312. Según Verlinden, el viaje de Malocello se produjo en 1336, o muy poco antes, cuando se encontraba el genovés al servicio de Portugal. La isla de Lanzarote recibió el nombre en memoria de su persona. Las islas Canarias fueron las primeras islas de Atlántico redescubiertas por los europeos. A raíz del viaje de Malocello, tanto mallorquines como portugueses se interesan por las islas. En 1341 bajo bandera lusitana el almirante Pessagno se dirigió a Fuerteventura, Gran Canaria, El Hierro, La Gomera y La Palma. En la primavera de 1342 los mallorquines, al mando de los patrones Francesc des Valer y Domingo Gual, llegaron a Gran Canaria. A partir de entonces, el archipiélago canario no dejaría de ser visitado.

El libro del conosçimiento es una joya de la literatura medieval donde la leyenda y la realidad se funden en el relato y los países exóticos aparecían ilustrados con las imágenes de seres híbridos, de monstruos y criaturas divinas. Sus mapas de referencias geográficas están acompañados a la vez de dibujos de edificios, escudos de armas y plantas. Entonces se desconocía la dimensión real de Asia y el litoral del océano Pacífico se creía que tenía dos provincias, Catay y Mangi, y frente a ellas estaba la isla de Cipango; se creía a la vez que al sur de mangi estaba la península de Queroseno Áureo , y entre Cipango y Europa había una gran cantidad de islas. La localización y composición del archipiélago canario es confusa como sucedía con el resto del planeta. El autor escribe el viaje situándose él mismo en la primera persona. En el ESCUDO LX XVII sobre la base de la edición del ms. Z aparece la referencia a las islas:

Parti de la Cucia et entre por la Gazula, vna ……………………………………………. E desde logar se torno el panfilo, e yo finque ally vn tiempo e fuy a ver las yslas perdidas que llama Tolomeo las yslas de la caridad, e sabet que desde el cabo de Buyder fasta la primera ysla son çient et diez millas.

Sobi en vn leño con vnos moros et llegamos a la primera ysla que dizen Grisa, et apres della es la ysla de Lanzarote et dizenle asy porque las gentes desta ysla mataron a vn mercader genoes que dezian Lançarot [11v, col.a] E dende fuy a otra ysla que dizen Vesmarin, e a otra que dizen Rracha, e a otra que dizen Alegrança, e a otra que dizen Forte

Ventura, e a otra que dizen Canaria; e fuy a otra que djzen Tenerefis, e a otra que dizen la ysla del Jnfierno; e fuy a otra ysla que dizen Gomera, e a otra que dizen la ysla del Ferro, e a otra que dizen Aragadia, e a otra que dizen Saluaje, e a otra que dizen la ysla Desierta, e a otra que djzen Lecmene, e a otra que dizen el Puerto Sancto, e a otra que dizen la ysla del Lobo, e a otra que dizen la ysla de las Cabras, e a otra que dizen la ysla del Brasil, et a otra que dizen la ysla Colubaria, e a otra que dizen la ysla de la Ventura, e a otra que dizen la ysla de Sant George, e a otra que dizen la ysla de los Conejos, e a otra que dizen la ysla de los Cuerbos Marinos, en tal manera que son veynte et seys yslas; e despues contare de la ysla de Gujnoya et de Nubia et de Etiopya. E todas estas yslas non ay pobladas de gentes mas de las tres, que son Canaria et Lançarote et Forte Ventura.

El libro del conosçimiento parece que fue escrito por un largo periodo que va desde finales del decenio de 1340 y terminado hacia 1390 o primeros años del siglo XV, cuyo original se conserva en la Bayerische Staatsbibliothek de Munich. Los textos se enmarcan en los momentos en que las Coronas lusitanas y castellanas comenzaron a mostrar su interés por la situación geográfica del Mediterráneo y el Levante, y en Sevilla se interesaba por los escritos de viajes, circulación de mapas, y cualquier noticias sobre las Indias.

Tanto El libro del conosçimiento como los libros el Livre des Mareveilles du Mondee del belga Jean de Mandeville, El libro de las maravillas de Marco Polo, Flor de les histories d’Orient de Hayton son perfectos ejemplos de viajes iniciáticos en la literatura de viajes, aunque excepto Marco Polo, sus autores no fueron auténticos viajeros. Sin embargo, todos emprenden el viaje a las tierras lejanas de Oriente hasta la India y China y todos ofrecen descripciones fantásticas de los seres monstruosos que habitan las tierras lejanas fuera de los espacios geofísicos cristianizados y relación de los prodigios de la lejana naturaleza donde se encuentran las especias. Todos fueron los libros más populares en la Europa de los siglos XIV, XV y XVI.

Nicolás González Lemus

Licenciado en Filosofía y Doctor en Historia