El Borrador Nº 26 DIARIO DE AVISOS
Ernst Haeckel, nació el 16 de febrero de 1834 en Potsdam. Su padre, Carl Gottlob Haeckel (1781-1871), era consejero gubernamental superior para asuntos eclesiásticos y escolares en Merseburg y su madre, Charlotte Auguste Henriette (1799-1889), era hija de Christoph Sethe (1767-1855), WGR prusiano, presidente jefe de Rhein. Revisions Kassationshofs en Berlín.
Haeckel fue un gran admirador, defensor y divulgador de las teorías de la naturaleza de Goethe y la teoría evolucionista de Jean Baptiste de Lamark y Chales Darwin -aunque al final se distanció de este último-, y destacó por sus doctrinas sobre la unidad del Universo y la teoría de la evolución de los seres vivos. En octubre de 1866 Haeckel se trasladó a Inglaterra para conocer a Charles Darwin, el naturalista inglés al que defendía apasionadamente desde 1862. Era un gran admirador y difundió el darwinismo en todos los centros académicos e instituciones culturales de Alemania, razón por la cual se le llamó el «Darwin Alemán». Darwin le presentó a los más distinguidos naturalistas y defensores del evolucionismo, Thomas Huxley y Joseph Hooker. Pero la visita a Inglaterra se enmarcaba dentro del proyecto que tenía en mente de realizar un viaje de exploración científica por los archipiélagos de Madeira y Canarias y la costa africana. Fueron decisivos y sirvieron de estímulo para despertar su deseo de viajar a Tenerife las lecturas de los escritos de Alexander von Humboldt y Leopold von Buch cuando visitaron Canarias en 1799 y 1815, respectivamente;
No se puede leer la brillante descripción de Humboldt sobre el valle de La Orotava sin tener un vivo anhelo por alcanzar este jardín paradisíaco; y no se puede enfrascar uno en las magistrales descripciones de Buch, sobre la maravilla del pico volcánico, sinsentir el animado deseo de experimentar inmediatamente dicha vista. Así, al gran interés de los naturalistas, se debe añadir, el significado clásico, que el pico, gracias alas investigaciones de Humboldt y Buch sobre la geografía de plantas y la geologíahabía ganado.
Ya en mi adolescencia esta descripción al pico me había avivado mis ganas por realizar dicho camino (…)
Después de unos meses en Londres, Haeckel tomó el vapor portugués Lusina en octubre de 1866, que se dirigía a Lisboa. Su destino era Madeira. Muy probablemente allí concibió el viaje a Tenerife con el catedrático de Zoología y Anatomía Comparada de la Universidad de Marburg, Richard Greff, y dos estudiantes de la Universidad de Jena.
En Madeira pretendía coger un vapor que le llevara a Canarias de la compañía African Steam Ship Co. (A.S.S.), fundada en 1852 y que se dedicaba a enlazar Gran Bretaña y la cuenca del Níger, para transportar a Europa aceite de palma y otros productos del interior de África Occidental, o cochinilla desde Gran Canaria y Tenerife. Sus vapores realizaban la ruta Londres-MadeiraCanarias-y África occidental, pero las autoridades sanitarias de ambos archipiélagos habían prohibido la entrada de barcos ingleses debido al cólera en Londres y a la fiebre amarilla en el oeste de África. Por ello, en Madeira se vio obligado a tomar el navío de guerra prusiano Niobe para realizar el viaje a las islas.
Al día siguiente de encontrarse en Santa Cruz de Tenerife Haeckel y sus acompañantes visitaron algunos jardines de la ciudad y sus alrededores. Le llamó la atención los interesantes árboles africanos baobad. Pero, cuando estaba en Santa Cruz paseando oyó detrás de él a un señor hablando alemán, se trataba del suizo Hermann Wildpret, director del Jardín Botánico de La Orotava y uno de los pocos visitantes de lengua alemana que adoptó Canarias como tierra de residencia por el resto de su vida. Wildpret entabló amistad con Haeckel y le proporcionó una inestimable ayuda en aras de conseguir su objetivo: subir al Teide. Le comentó lo mismo que le había dicho el cónsul inglés en Santa Cruz, Robert Godschall Jonson, que tendría que renunciar a la ascensión al Teide porque estaba completamente cubierto de nieve y en tales circunstancias escalar su cumbre era tan difícil como peligroso. A pesar de todo, Wildpret se ofreció acompañarlo al valle de La Orotava y a ayudarle a buscar la manera más factible de subir al Teide.
Haeckel y sus acompañantes se pusieron en marcha poco después de la medianoche del día 26 de noviembre de 1866. La excursión, como él mismo relata, solía durar dos o tres día, sin embargo él no pernoctó a mitad de camino, como se solía hacer, sino que lo hizo en un solo día. Que yo sepa, ha sido el único viajero que ascendió el Teide entonces en la misma jornada. Ascendió bajo difíciles condiciones climáticas a causa de la avanzada estación del año. La excursión la realizó en compañía Hermann Wildpret y solamente los dos fueron los únicos que alcanzaron la cima. Una vez en lo más alto del cráter, Haeckel se sorprendió enormemente de la limpieza del aire y observó, al igual que lo hizo su compatriota Humboldt, los escalones de la vegetación según los diferentes niveles de altitud.
Su contemporáneo geógrafo Fritz Regel calificó los relatos de Ernest Haeckel como «perlas bellísimas de la literatura geográfica»; y es cierto, porque Haeckel tenía una retina admirablemente dispuesta para la percepción de las bellezas de la naturaleza, sobre todo sus formas y colores, y lo que él pudo aprehender con la mirada rápida y certera, supo referirlo después con su pluma habilísima y con sus delicados pinceles:
Se pregunta uno si el goce es proporcionado por cúmulo de sinsabores y peligros con que hay que afrontar cuando se escala una arriesgada cumbre como el pico de Teide. Yo dejo sin respuesta la pregunta anterior. La hora que duró mi permanencia en el borde del cráter del pico de Teide, y que transcurrió tan rápida como si hubiese sido sólo un minuto pertenece a una de las más inolvidables de mi vida. Impresiones de tanta majestad como aquélla, de tanto carácter y de profundidad, tal no pueden borrarse jamás. Nada hay más falso que esta frase: «un hermoso paisaje» si se quiere dar una idea de aquella impresión. Son muy pocos los horizontes de las elevadas cumbres a los cuales pueda calificar de bellos, cuando el concepto de belleza tiene el sentido o el valor que se le da en la pintura. Difícil es allí hallar bellas las armonías de color, la ponderación y mezcla de la diversidad de tonalidades. Las formas que desde una a1ta eminencia montañosa aislada se divisan, así como la distribución de los claros y oscuros, son en la mayoría de los casos nada más que bellas. Se trata de otras causas a las cuales los panoramas deben su sello especial y el encanto indefinible que producen.
Haeckel está considerado como el acuñador del término “ecología”, una ciencia en la cual jugó un destacado papel el Teide. Humboldt fue el primero que habla de la modificación del medio y paisaje por la acción del hombre, pero no utilizó el término, cosa que hizo su compatriota Haeckel.
Por otro lado, la forma de evolucionismo propugnada por Haeckel fue aprovechada como base científica para el racismo particularmente violento que infectó algunos sectores del pensamiento alemán a finales del siglo XIX y principios del XX, para culminar más adelante en la teoría nazi de la raza.
La experiencia de su ascensión al Teide la relató en Eine Besteigung des Pik von Teneriffa, publicada por primera vez en la Zeitschrift für allgemeine Erdkunde, tomo V, 1870. Hubo una traducción al español de Juan Carandell (1926) y ahora se acaba de publicar una nueva realizada por Vanessa Rodríguez Cárdenes y publicada en EL VIAJE DE ERNST HAECKEL A CANARIAS Y SU “ASCENSIÓN AL PICO DE TENERIFE”, publicado por el Excmo. Ayuntamiento de La Orotava.
Nicolás González Lemus