PRÓLOGO
La literatura de viajes sobre las Canarias es tan antigua como la propia historia humana del archipiélago, aunque su verdadera presencia como referente de imagen no lo alcanzó hasta la Edad Moderna, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, y más concretamente a lo largo el siglo XIX. No obstante, no podemos despreciar los ecos medievales. Dentro de la vasta literatura de viajes de los primeros años de la expansión atlántica europea, destacan algunos ejemplos extraordinarios, como las expediciones de los italianos Angelino del Tegghia dei Corbizzi y Nicolosso de Recco, redactado por Giovanni Boccaccio entre 1342 y1344, o la de Gadifer de la Salle y Jean de Béthencourt en 1402, redactado por Pierre Bontier y Jean de Terrier, o la de los portugueses Alvise Cadamosto, (1455), y Diego Alvarez Chanca (1493), o las crónicas de historiadores como Gomez Eanes de Azurara (1448) o João de Barros, entre otros. Sin embargo, a pesar de que estos primeros testimonios literarios describen la diversidad humana y geográfica de las islas, están cargados de ciertas dosis de fantasía.
Estas primeras crónicas sobre nuestra sociedad, aún las islas inmersas en su proceso de incorporación a la órbita europea, contrastan con las crónicas de viajes realizadas siglos después, junto con los comentarios de los extranjeros en suelo isleño, en aumento progresivo, como consecuencia de su imprescindible dominio económico. Este fluir de comerciantes, de gentes de las diversas naciones europeas y las visitas y estancias de numerosos viajeros extranjeros favorecieron el conocimiento de la realidad histórica de Canarias.
Sin embargo, la mayor parte de los escritos de viajes se circunscriben en el siglo XIX, como afirmamos, al ser éste el siglo de mayor esplendor viajera. Estaban los viajeros franceses. Apenas superan la treintena, y si los comparamos con los de otros países como Alemania y Gran Bretaña se distancia mucho de su presencia en suelo isleño. En efecto, los alemanes y británicos se disputan el honor de alcanzar el mayor número de visitantes a las islas en el siglo decimonónico. Bajo el influjo del viaje de Alexander von Humboldt a tierra americana entre 1799 y 1804, ocasión que aprovecha para visitar Tenerife, el número de viajeros alemanes a lo largo de todo el siglo alcanza una cifra elevada de visitantes (alrededor de ochenta), muy superior a siglos anteriores; pero, respondiendo a su larga pasión viajera, fueron los británicos los auténticos protagonistas, aproximadamente unos 150 en el siglo XIX.
Para los primeros viajeros decimonónicos, las islas Canarias eran un lugar geográfico familiar, pero nuevo, y que muchos lo visitan por primera vez. En aquellas décadas el viaje respondía al deseo de conocer el país que se visitaba, a pesar de las terribles incomodidades que tenían que soportar. El atraso, la pobreza, la religiosidad, la ignorancia, las posadas y otros temas de la cultura cotidiana fueron un aliciente para los viajeros de entonces. Pero a la vez, por un lado, rindieron homenaje a su paisaje y naturaleza, y, por otro, quedaron atrapados por lo “maravilloso”, “extraño” y “singular” de unos tipos humanos que ante sus ojos se presentaban inocentes, sumisos y obedientes.
Pero después de 1850, y sobre todo de su último cuarto de siglo, Canarias ya no era esa desconocida de las primeras décadas. El viaje en estos años está ligado en gran medida a las experiencias que sus antepasados han transmitidos, entre otras razones porque los relatos de viajes eran los libros mas difundidos y leídos entonces. La imagen idílica de Canarias tipificada en la literatura de viajes en el último tercio del siglo XIX, origen del inseparable desarrollo turístico del archipiélago, nace en el contexto de una Europa deseosa de viajar, por múltiples razones, desde médicas hasta aventureras. Para ellos, procedentes de la Europa moderna y civilizada, cuando visitaban las islas, significaba retroceder en el tiempo.
Entre ese buen número de viajeros, los hay famosos, como William Wilde, Richard F. Burton
o Ernest Hart, y los hay menos conocidos como Charles Edwardes o Samuel Benjamín, pero no por ello menos importante. Las impresiones de viajeros como Donald Mackenzie, o como Marienne North, o como Olivia Stone, la británica que se enamoró de las islas, son sumamente valiosas, y forman un conjunto notarial a la hora de documentarnos de las Canarias de nuestros antepasados.
Por regla general, los escritos de cada uno de ellos son una fuente imprescindible de documentación histórica y de fondo inabarcable para la comprensión del mundo insular, independientemente del rigor e imaginación, y a pesar de que la construcción del imaginario isleño del foráneo sea producto de la observación efímera que imprime todo viaje. No dejan de ser un tesoro cultural, un largo catálogo de detalles, de miradas históricas que afortunadamente los historiadores isleños, desde fechas recientes, los contemplamos con interés en la medida en que constituyen un fiel reflejo puntual del estado político, social y económico de las islas. Es lo que ha hecho la profesora Teresa González Pérez con una figura inexcusable en los relatos de viajes: la mujer isleña. Es, la otra historia de Canarias; una de las corrientes de investigación más sugerentes de la actualidad historiográfica.
Ya, González Pérez nos había sorprendido con su anterior publicación, Las mujeres canarias en las crónicas de viajeros. En esta ocasión, el título, La mirada europea, sugerente título para un libro de ensayo sobre el viaje, nos remite a un ciclo mucho más exhaustivo que aquel trabajo original. En este segundo estudio, la autora ha sabido detenerse en la mirada del viajero a la mujer canaria, a su realidad histórica, de una manera valiosa y enciclopédica, tanto por los múltiples registros temáticos que abarca como por la larga lista de escritos de viajeros que trata. Es verdad que sus escritos tienen un valor desigual, pero la profesora González Pérez ha sabido separar el grano de la paja y desnudar la visión de los viajeros extranjeros de la realidad social de la mujer canaria. Es la tarea del historiador. En el siglo XIX hay una abundante literatura de viajes que poco entusiasmo despierta desde la perspectiva ensayística e histórica, independientemente del valor literario, porque se acentúa la subjetividad del viajero y consecuentemente su interés ha desvanecido con el correr del tiempo. No expresa, nítida y vivamente, la sociedad de la época, y cuando los viajeros intentan hacerla, pecan en ocasiones de superficialidad, subjetividad y desorden. Rescatar del olvido, sobre las bases de unas buenas traducciones de los textos originales, esa abundante literatura viajera sobre las islas es una labor extraordinariamente valiosa, pero sobre ella debe actuar el conocimiento del historiador para poner los puntos sobre las íes.
El resultado del trabajo que el lector tiene hoy en sus manos de González Pérez es un excelente estudio sobre las mujeres canarias a través de la literatura de viajes que responde a lo que acabo de afirmar. La autora ha indagado en textos y obras recientes para recomponer la historia real de mujer isleña, y aunque la estructura de la obra tiene una cierta limitación cronológica, ello no ha impedido a González Pérez realizar un acercamiento al microcosmos de la mujer e iluminarnos con aspectos como la vida de las mujeres en familia; los espacios de libertad de que gozaban; el duro trabajo que realizaban las campesinas y trabajadoras en general; el mundo urbano y rural; las tan interesantes relaciones de las mujeres con la religión, y otros aspectos de la vida cotidiana más difusos como la educación o la salud. Una exploración desde la historia social amplia y diversa que le confiere una perfecta homogeneidad. Todo un acierto.
Con este libro, nos encontramos ante un riguroso estudio acerca de la importancia de las mujeres isleñas en la formación de la identidad cultural del Archipiélago. Se enmarca dentro de la atención que se viene prestando a la literatura de viajes como una fuente más para el estudio de nuestra historia, así como una fuente imprescindible para análisis del cosmos femenino insular.
La mirada europea. La mujeres canarias en los libros de viajes, es un libro de cuidada edición, cuyos textos van acompañados de relevantes ilustraciones de la época. La amplia relación de fuentes y bibliografías, por un lado, y la selección de fotografías, por otra, convierten el libro de Teresa González Pérez, absolutamente recomendable tanto desde el punto de vista literario como historiográfico.