Editorial Excmo. Ayuntamiento de La Orotava
ISBN: 978-84-935353-5-3
Depósito Legal: S-1793-2008
Impreso en España / Printed in Spain
Índice
- Agradecimientos
- Introducción. Viajeros alemanes en las Islas Canarias
- La aparición de la mujer viajera alemana
- Humboldt y los viajeros germanohablantes
- 1. Alexander von Humboldt y su visita a Canarias en 1799
- Humboldt en España
- El viaje a Tenerife y tierras americanas
- Ciencia, vulcanolog.a y fitobot.nica insular
- Geografía y potencial turístico
- En torno a la sociedad de Tenerife
- Cultura aborigen
- Su despedida de Canarias
- Canarias en las obras de Humboldt
- 2. Christian Leopold von Buch y el nacimiento de la geología insular (1815)
- 3. Los geólogos Karl Georg Friedrich Hartung, Karl Georg Wilhelm Fritsch y Johann Wilhelm Reiss (1853‐1862)
- 4. El diplomático Julius Freiherr von Minutoli (1853)
- El estado de la sociedad isleña
- 5. El bot.nico Carl Bolle y la sociedad canaria durante sus visitas 1851‐52 y 1854‐56
- 6. La casa Real de Prusia y Ferdinand, Archiduque de Austria Maximilian, en 1859
- 7. Ernst Haeckel, Richard Greeff [Grees] y la ascensión al Teide (1866)
- El viaje a Tenerife
- La primera traducción de Haeckel al español
- 8. La naturaleza canaria en Karl Friedrich Noll (1872)
- 9. Franz von Löher, el enviado de Luis II de Baviera a Canarias (1873)
- 10. La marina de guerra real e imperial y su visita a Canarias (1884 y 1885)
- La corbeta Helgoland (1884)
- La corbeta Zrinyi (1885)
- El cañonero Albatros (1885)
- 11. Wilhelm Biermann y el estudio de la climatología insular en los años 1868y 1884
- 12. Hermann Christ, el botánico suizo (1884)
- 13. Oscar Simony y la imagen fotográfica de las islas (1888‐1890)
- 14. Aurel Krause y su visi.n de la sociedad isle.a (1893)
- 15. Geograf.a y aventura en Hans Heinrich Joseph Meyer (1894)
- La ascensión al Teide
- 16. Las aristácratas Alexandrina von Werner, Catharina Pommer‐Esche y Olga Meraviglia‐Crivelli y su encuentro con el rey Alfonso XIII
- Anna Maria Sabine Alexandrina von Werner (1905)
- Catharina von PommerEsche (1905)
- Olga MeravigliaCrivelli (1906)
- 17. Richard von und zu Eisenstein y su guía turística a las islas. 1908
- 18. La naturaleza insular en la expedición científica del Politécnico Nacional de Suiza en 1908
- Economía y sociedad
- Bolleter, Wildpret y el Jardín Botánico
- 19. Gotthold Pannwitz y la Expedición Científica Alemana de 1910
- Informe de Jean Mascart sobre los experimentos en Las Cañadas
- Mecanismo y estudio químico de la respiración
- Volumen de aire inspirado
- Estudio de la transpiración
- Alcalinidad de la sangre
- Volumen total de la sangre
- Disociación de la hemoglobina
- Sensibilidad de las materias orgánicas a la luz solar
- Acción fisiológica del sol
- Los volcanes de las islas
- Los fen.menos terrestres
- Las influencias peri.dicas
- Las relaciones entre la astronom.a y la meteorolog.a
- Fen.menos de la atm.sfera
- Estudios en la zona de los alisios
- Actinometría
- El triste final de los alemanes en Las Cañadas
- Informe de Jean Mascart sobre los experimentos en Las Cañadas
- Conclusiones
- FUENTES
- Archivos
- Bibliograf.a general usada para el presente trabajo
- Bibliograf.a general para ampliar conocimiento
- Indice Onomástico
INTRODUCCIÓN
El área de habla alemana después de la época napoleónica estaba formada por Prusia, con los nuevos territorios de Renania y Westfalia, Austria, el Imperio hegemónico, las regiones centrales en torno a Berlín, Prusia Oriental y Occidental y Poznan, adquirida en los repartos de Polonia. Todos ellos conformarían la Confederación Germánica tras el Congreso de Viena (1815), aunque muchas regiones estaban excluidas de la Confederación. Este nuevo sistema de organización, como fórmula política, no logró un equilibrio entre los diferentes pueblos alemanes, pues en realidad era más una asociación entre los distintos príncipes soberanos, basados en muchos casos en estrechos lazos familiares, que el modelo de un auténtico Estado alemán nacional.
Pero, pese a las decepcionantes aspiraciones unitarias, ciertas reformas económicas siguieron su curso e incidirían en el establecimiento de nuevas formas en las relaciones de producción. Aún estaba lejos ver a la burguesía alemana desempeñar el papel de empresario lleno de iniciativas y deseoso de crear una nueva sociedad industrial. Pero, aunque la nobleza mantuvo su posición y muchos de sus privilegios, muchas de las reformas socioeconómicas del periodo napoleónico se conservaron, como fue la abolición de la servidumbre, anteriormente muy extendida sobre todo al este del Elba. Esta sustitución de la sociedad feudal por una sociedad capitalista de clases permitió que la economía alemana realizara progresos económicos importantes. Las cosas van a cambiar a partir de los años treinta, con el tratado de Unión Aduanera de Alemania (Deutscher Zollverein), compuesta por 18 estados, aunque de algunos países vecinos pequeños (Brunswick y Oldenburgo), las tres ciudades hanseáticas y la Austria de los Habsburgo, cuyo canciller Metternich se opusieron a ella. El Deutscher Zollverein provocó transformaciones importantes en las comunicaciones con la construcción de carreteras, la introducción de barcos a vapor en el Rin y sobre todo con la incorporación del tranvía, cuya primera línea fue inaugurada en 1835. Ese año se crearon las primeras compañías capitalistas para la construcción de redes ferroviarias. Pronto las locomotoras procedentes de Inglaterra comienzan a construirse en el país.
Con Otto von Bismarck, tras su nombramiento como primer ministro por Guillermo I, hermano de Federico Guillermo IV, fallecido en 1861, se dará la auténtica unificación de Alemania. Se hace cargo de una Alemania donde se estaban produciendo profundas transformaciones económicas en los campos de la navegación, las comunicaciones terrestres, la producción industrial y químicas. Sobre este auge económico, Bismarck proyecta su idea de unidad nacional con la anexión de Dimanarca, de territorios franceses (Alsacia y Lorena) y de otros estados alemanes, logrando que el 18 de enero de 1871 fuera proclamado Guillermo I káiser o emperador del Segundo Imperio Alemán (el primero había sido el Sacro Imperio Romano) en el Salón de los Espejos del Palacio de Luis XIV en Versalles.
Alemania se convirtió en la potencia más fuerte del continente y en 1870 reemplazó a Gran Bretaña como líder industrial. Ya en la década de los ochenta y noventa la superioridad alemana comenzó a manifestar su superioridad en nuevas áreas de la manufactura y productos industriales, y cada vez fue más evidente su creciente participación en el mercado mundial (Spielvogel, pág., 816), además de alimentarse el sentimiento de convertirse en potencia colonial. En efecto, el canciller Bismarck, que en un principio se había mostrado hostil a la idea de un Imperio colonial por miedo a chocar con Gran Bretaña -de hecho respaldó la toma de control de Egipto por los ingleses en detrimento de Francia, aunque a cambio obtuvo el apoyo de Londres para sus ambiciones en el África central, también para perjudicar a los franceses (Lemarchand, pág., 36)- comenzó a interesarse por la expansión en África y el Pacífico. Fue una sorpresa que en 1885 Alemania iniciase la aventura de la expansión colonial, ya que Bismarck había declarado no sentir interés por ello (Wesseling, pág., 137).
Alemania empezó a ser temida y a ser considerada un rival incómodo. Francia deseaba recuperar Alsacia y Lorena; Austria y Rusia temían seriamente las presiones dentro de sus dominios; y Gran Bretaña se sintió seriamente amenazada por el empuje económico y la expansión colonial del nuevo káiser Guillermo II. Bismarck entró pronto en conflicto con el nuevo emperador y presenta su dimisión en 1890, tras la cual Alemania entra en una nueva etapa caracterizada por un creciente interés en potenciar su participación en el concierto de la política colonial: creación de protectorados en sus territorios africanos (Camerún, África sudoeste y oriental, y parte de Nueva Guinea), interés en China y el Pacífico y extensión del ideal pangermanista en zonas de influencia de Europa y Próximo Oriente. Los planes de Alemania de convertirse en una potencia naval que irrita a Gran Bretaña, por entonces país que ostentaba la hegemonía marítima. La rivalidad anglogermana se convierte en un factor desestabilizador de Europa, y particularmente en Canarias se iría a sentir muy seriamente. Las condiciones para el estallido de la Primera Guerra Mundial estaban servidas y no tardó en estallar.
El espíritu científico se extendió por todos los campos del conocimiento como la biología la botánica y finalizando el siglo particular importancia adquirieron las industrias químicas y la electricidad. Es en este contexto de efervescencia política y desarrollo intelectual cuando Alemania, hasta esos momentos de espaldas al mundo de los viajes, va a participar activamente en la aventura viajera con carácter científico, consciente del importante papel que jugaría en el desarrollo económico e industrial del país, como había ocurrido con Gran Bretaña y Francia en los siglos anteriores. Canarias sería uno de esos lugares a visitar. A su vez, desde las primeras décadas del siglo XIX, Europa comienza a fijar la mirada a África. A finales del Siglo de las Luces, la gente en general, y particularmente los ilustrados, estaba fascinada por los “grandes claros del mapa de África” y los cartógrafos se veían obligados hasta entonces a imaginarse la configuración interior del continente, de tal manera que los ríos, las montañas y los accidentes geográficos estaban trazados de una manera fantasiosa (Hugon, pág., 19). Un gran número de científicos, exploradores, aventureros y misioneros empezaron a interesarse por nuevas tierras africanas, particularmente por el África sub-sahariana. El deseo de explorar, combinado con una cierta confianza y esperanza en que todo podría ser conocido, y que debería ser conocido, y el interés de las sociedades evangelizadoras por difundir los evangelios entre las civilizaciones lejanas, fueron razones más que suficientes para dirigirse a cualquier sitio que no había sido explorado o visitado anteriormente. Serán algunos de esto tempranos misioneros a quien le debemos muchos descubrimientos geográficos. David Livingstone llega al África austral en 1840 y en sus exploraciones descubre el lago Nyasa y los misioneros alemanes Johannes Rebmann y Ludwig Kraff localizan los montes de Kenia y el Kilimanjaro en 1848, aunque su cima no fue alcanzada hasta 1889. Los éxitos de tales incursiones cambiaron la visión del mundo del viaje y las exploraciones. Se despertó un gran deseo aventurero de conseguir ascender las montañas. El Teide despierta ese mismo deseo en muchos viajeros aventureros ávidos de experimentar la sensación de subir la montaña que durante siglos había sido considerada como la más alta en el mundo. Buena parte del siglo XIX el interés turístico de Canarias parece agotarse en la visita de Tenerife para ascender su montaña situada entre un paisaje agreste y montañoso. Su visita aconsejaba amanecer en su cima una hora antes de que despuntara el día para desde allí presenciar la silueta triangular del Teide proyectada sobre el horizonte en medio de unas líneas de luces.
Las relaciones comerciales y el trasiego de buques británicos en nuestros puertos a lo largo de los años permitían a los visitantes británicos gozar de mayores facilidades que al resto de los viajeros europeos visitar Canarias, obligando obligando a muchos viajeros del continente a trasladarse a los puertos ingleses para coger el barco en ellos si querían visitar las islas. Pero el aumento paulatino de líneas francesas e italianas, y sobre todo, el establecimiento de consignatarias de líneas marítimas alemanas facilitó el aumento de viajeros germanos a Canarias. Desde los años ochenta la compañía naviera alemana Afrikanische Dampfschiffs Act. Gessel de la Woermann Line partía del puerto de Hamburgo cada quince días y hacía escala en las islas, una presencia que aumentaría en los años siguientes con la arriada de buques de compañías como la Hamburg Südamerika Dampfschiff Gesellschaft, la Deutsche Ost-Afrika Line, la Nord Deutscher Lloyd la Kosmos SS. Co., etc.
En esta coyuntura de expansión de las potencias europeas, la economía canaria va a incorporase en los emporios comerciales extranjeros con nuevos productos de exportación. Primero con la incorporación de la nueva industria de la cochinilla a partir de la década de los años 1930. La progresiva depreciación de la grana produjo una fuerte depresión agrícola en la década de 1870-1880. Para hacer frente a la situación, se dirigió la mirada para su recuperaín a los productos agrícolas susceptibles de exportación: tomates, plátanos, cebollinos, papas y productos alimenticios e industriales muy vinculados a su tradicional mercado británico. Gran Bretaña había tenido la indiscutible hegemonía comercial, bancaria e industrial en las islas. La carne enlatada, la cerveza y los cigarros ingleses se encontraban en abundancia. La cerveza inglesa, en su botella original, era consumida hasta fuera de los círculos turísticos. La libra esterlina, símbolo del poder imperial inglés, batía en retirada el movimiento del billete español, con gran quebranto para la economía (Las Canarias. 30-III-1903). Las cuentas en los hoteles preferían cobrarse en libras esterlinas. Todas las operaciones se hacían con esa moneda. Las más fuertes operaciones comerciales se realizan con Inglaterra. Las principales casas pertenecían a los británicos. Las banderas inglesas ondeaban sobre los edificios. Los barcos (buques, fragatas, goletas, etc.) que «pueblan el mar, son mayoritariamente británicos». La influencia inglesa se estaba propagando considerablemente en detrimento del prestigio incluso de España. Las Canarias «se parecían más a una colonia inglesa que a una provincia española», afirmaba el periódico Las Canarias.
Pero a finales del siglo XIX y principios del XX Alemania superó a Gran Bretaña como potencial industrial y se estaba convirtiendo en una potencia naval de primer orden, dando origen a la rivalidad anglogermana en Europa, y que se manifestó claramente en Canarias a partir del desarrollo de la actividad carbonera y turística que comenzó a despuntarse a lo largo de la segunda mitad de los años ochenta. Su potente industria naviera crea la necesidad de establecer lugares de suministro de carbón en los puertos de arriada. También los alemanes comenzaron a destacar en la industria de la alimentación, sobre todo en la producción de mantequillas y quesos, y en los bienes manufacturados textiles, los cuales eran colocados en los mercados mundiales a través de una política comercial más inteligente que la británica. De Alemania se importaba a Canarias queso de bola holandés. La mantequilla que se consumía en las islas era danesa importada también de Alemania. El mercado de las telas, que durante algún tiempo procedía casi exclusivamente de Inglaterra, salvo el algodón y el lino para las camisas y telares, pasa a ser compartido a partir de esos momentos por las lanas, franelas y otros tejidos que se importaban de Alemania. Lo mismo sucedería con materiales de ferretería y la cerveza. Este aumento del consumo e importación de productos alemanes en Canarias hace que Gran Bretaña pierda la hegemonía que la caracterizaba en el mercado de importación insular y causa alarma entre los comerciantes ingleses en las islas. Pronto se asiste al establecimiento de ciertas tiendas alemanas como antaño eran exclusivamente británicas.
En este contexto de rivalidad entre las potencias y de precariedad de la paz a principios del siglo XX va a establecerse en las islas, concretamente en Tenerife, una serie de personas y científicos de nacionalidad germana que provocarán las irritaciones de locales y británicos residentes.
El trabajo empieza con la visita del más destacado viajero prusiano por tierras isleñas, Alexander von Humboldt (1769-1859). Cuando el naturalista germano proyectó su viaje, Europa estaba viviendo el Siglo de las Luces. La fe en la razón y en el método empírico como fuentes del saber, de búsqueda de la verdad, llevaron a los europeos del siglo XVIII a intentar replantearse los conocimientos que poseían de la naturaleza. La ciencia se constituyó en baluarte de la prosperidad, y el naturalista, el hombre ilustrado que visitaba tierras lejanas, se convirtió en fuente de conocimiento. La naturaleza australiana, indoasiática y americana tenían un atractivo indiscutible para la ciencia ilustrada, pues sus floras, faunas y minerales, así como los mismos seres humanos, eran indispensables para los naturalistas a la hora de trazar una definitiva taxonomía de la naturaleza y la antropología. En este contexto, los viajes iniciados en el siglo XVIII con carácter expedicionario fueron una pieza importante del dasarrollo de la ciencia. España, que había sido líder en los descubrimientos y exploraciones en los siglos XV y XVI, decayó bastante en la centuria siguiente, y en el XVIII fueron otras naciones de Europa, fundamentalmente Inglaterra y Francia, y en menor medida Suecia, Rusia y Holanda, las nuevas naciones que promocionaron el viaje y las exploraciones. Alemania, sin embargo no había tenido gran protagonismo en el mundo del viaje. Fue precisamente con Alexander von Humboldt cuando esta situación va a cambiar.
El trabajo finaliza con la Expedición alemana a Las Cañadas del Teide de 1910, momento en que termina un largo periplo de acercamiento alemán a la sociedad y naturaleza canaria.
Para un acercamiento a la imagen transmitida por los viajeros alemanes de las Canarias en el siglo XIX expondremos algunos testimonios, aunque como se observará podrían corresponder a cualquier viajero decimonónico. El último texto es del astrónomo Jean Mascart encargado de redactar los resultados de la expedición científica de 1910 por encargo de Gotthold Pannwitz con la colaboración de otros destacados doctores germanos.