Revista semanal La Prensa, EL DÍA

(1)15-XI-2003,
(2) 29-XI-2003,
(3) 6-XII-2003,
(4) 20-XII-2003
PRIMER PREMIO MARE NOSTRUM

 

Cada año las islas reciben unos doce millones de turistas, de los cuales cerca de cinco millones visitan Tenerife. La industria turística canaria facturó en el año 2002 un total de 13.528 millones de euros (2,25 billones de pesetas antiguas). Ahora bien, si consideramos el viaje como el antecedente del turismo, podemos afirmar que el turismo en Canarias existe desde hace siglos. Vamos a ver cómo surgió esta industria generadora de tanta riqueza en nuestras islas.

Los inicios.

El archipiélago se incorporó al mercantilismo una vez fue conquistado por los españoles. Consecuentemente la economía de exportación que se establecieron y la situación privilegiada del archipiélago generaron grandes movimientos comerciales responsables a su vez de la visita de un gran número de viajeros. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII algunos de los más distinguidos viajeros románticos y naturalistas van a incluir las Canarias entre sus lugares de preferencia, sobre todo Tenerife, entre otras razones por encontrarse la famosa montaña del Teide. Figuras internacionales como Nicolás Baudin, James Cook, el conde de La Pérouse, George Vancouver, William Bligh o Alexander von Humboldt siguen siendo hoy puntos de referencia en cuanto a la asociación de imágenes de Tenerife.

Pero, paralelamente a los viajes, algunos centros urbanos de Europa asistía a un desmesurado crecimiento demográfico lo que originaba una falta de higiene en ellos. Londres, por ejemplo, a finales del siglo XVI había superado la barrera del medio millón de habitantes y a pesar de su fantástico tamaño, aún era una desordenada ciudad, un revoltijo fortuito más parecido a un pueblo rural que a un centro cívico, donde las clases altas londinenses ya venían quejándose de la contaminación y del insano aire que se respiraba. La polución urbana, las deficiencias higiénicas y la mala alimentación provocan la aparición de la tuberculosis. Fue una de las causas que originó el desarrollo del turismo en la época moderna.En el siglo XVII, un médico escribió:

Casi la mitad de los fallecidos en Londres mueren de males Tísicos y Pulmonares.

Otra enfermedad producto de esta patología urbana es el spleen, (melancolía o profunda depresión). Médicos y escritores europeos de la época recomiendan para combatir los trastornos del ánimo conocido como el spleen la retirada a la naturaleza, la respiración del aire puro, estancias alternas en la ciudad y el campo, en definitiva viajar. Desde esta temprana fecha, los ingleses se desplazaban al continente europeo en busca de enclaves idóneos para la convalecencia conocido como Grand Tour, aunque la razón inicial fue la instrucción de los jóvenes aristócratas.

Algunos de los viajeros que visitaron el archipiélago señalaron en sus respectivos escritos, libros o diarios de viaje que el clima de las islas era bastante saludable para combatir ese mal epidémico que asolaba a Europa. Hecho que explica -según George Glas-la longevidad de sus habitantes.1 Pero a partir del último tercio del siglo XVIII las referencias al clima insular están estrechamente relacionadas con la climatoterapia, es decir, el método terapéutico que intenta curar determinadas enfermedades a través de la exposición del enfermo a las condiciones climáticas. En efecto, desde ahora comienza a señalarse las propiedades climáticas para la convalecencia de los enfermos necesitados de los climas cálidos sureños. El doctor que señaló directamente las propiedades terapéuticas del clima insular fue William Anderson, médico y naturalista a bordo del Resolution, la fragata del tercer viaje de James Cook. Este prestigioso cirujano padecía tuberculosis y murió a bordo del Resolution el 3 de agosto de 1778 a consecuencia de ella.2 Durante su visita a Tenerife escribió:

El aire y el clima son notablemente sanos y particularmente apropiados para prestar alivio a enfermedades tales como la tuberculosis.

William Anderson aconseja a los médicos que envíen a sus pacientes a Tenerife, a causa de la uniformidad de la temperatura y la benignidad del clima. Otro médico, John White, uno de los capitanes de la First Fleet, el escuadron que bajo el capitán Arthur Phillip partió el 13 de mayo de 1787 con el primer grupo de hombres (700 convictos) hacia Botany Bay, es otro de los primeros viajeros en poner de manifiesto las cualidades del clima de Tenerife del grupo de las Canarias para el beneficio de la salud de los invalids (según terminología inglesa), es dicir, turistas enfermos.3 John White comentó que

el clima de Tenerife es agradable y sano. No conozco ninguno mejor para la

convalecencia de los enfermos. A esto hay que añadir, que los que quieran vivir aquípueden elegir la temperatura que más le guste por el carácter montañoso de la isla

Era de esperar que tales elogios a las islas tuviesen poco eco, pues, aparte de que el viaje de salud durante el Grand Tour estaba restringido a Europa, las islas no reunían las condiciones “turísticas”, o de ocio, que demandaban los que hacían “turismo”, mayoritariamente los británicos. Además, habría que añadirle que estaban bastantes distantes, fuera de las rutas de los viajes de los “turistas”. Aún la navegación hacia ellas era una incomodidad. Por tales razones, si se viajaba a otros lugares que no fueran los centros europeos se hacía hacia las colonias. Tampoco en las islas, sobre todo en Santa Cruz y Las Palmas de Gran Canaria, había una infraestructura hotelera mínima. No es que un elevado número de “turistas” extranjeros visitaban las islas como para tener establecimientos alojativos como los health resorts europeos4, sino que normalmente los puertos solían contar con algunos mínimamente aceptables. Los relatos de los viajeros nos proporcionan abundantes testimonios que nos permiten conocer a grandes rasgos el estado de la hospedería.

El viajero británico John Barrow al referirse a la posada de Santa Cruz de Tenerife en 1792 no duda en considerarla muy mala.

Nos habían comentado que Santa Cruz contaba con una excelente posada, sin embargo nos quedamos sorprendidos al encontrarnos con todo lo contrario. Los muros estaban desnudos, apenas pintados de cal, con unos muebles lamentables y una suciedad generalizada. La comida consistía únicamente en uvas, pan y vino malo. Eso era todo lo que encontrabas en ese cuchitril durante la estancia, que si bien no era pobreza, si era indolencia.

La fonda de Santa Cruz le causó la misma mala impresión al pintor francés Jacobo G. Milbert que a John Barrow, que le había sido recomendada como la mejor de la ciudad.

Cuando regresé a la ciudad fui a reunirme con varios compañeros a un mesón, o fonda, que nos habían dicho que era la mejor de todas. Esto no hace honor a las otras, pues la comida que nos sirvieron y la suciedad del comedor no pueden compararse a las de los peores mesones de Europa.5

La otra ciudad de importancia, La Laguna, también mostraba su cara más lamentable en la hospedería. El mismo Milbert se lamenta del estado en que se encontraban los mesones de la ciudad:

Los mesones de La Laguna son detestables y muy caros. Los platos favoritos de quienes los frecuentan consisten en un gallo viejo, o una gallina, condimentados con azafrán. Algunos de nuestros compañeros pagaron cinco piastras, unos veintiséis francos, por un festín de esta clase, al que se le había añadido huevos y algunos higos.

Pero si lamentables eran los mesones, por el comentario que hace el francés parece que las fondas pecaban del mismo estado. Cuando se encontraba Milbert visitando la ciudad, concretamente el mercado, decidió dirigirse a la fonda para descansar un poco –aunque lo visitó para descansar, él no pernoctó en ella-. Tal era el estado de la misma que comentó aturdido:

Entré en un hostal que tenía una apariencia exterior bastante agradable, pero el interior estaba tan sucio, tan asqueroso, como el mesón en el que se me había ocurrido entrar por primera vez en Santa Cruz.

A pesar de la importancia de la ciudad, La Laguna contaba con escasas fondas. Cuando el conde alemán George Henry Langsdorff llegó a La Laguna de visita a Tenerife durante su viaje alrededor del mundo (1803-1807) tuvo enormes dificultades para encontrar una fonda donde pudiera al menos comer algo, superando la deficiencia gracias a la amabilidad de un vecino.

En vano buscamos por los alrededores una posada y nos vimos obligados a pedir hospitalidad a un ciudadano que nos era completamente desconocido. Nos recibió amablemente y logramos conseguir frutas, huevos y vino, asegurándonos de esa manera una comida adecuada para poder continuar nuestro camino.6

La desatención a la hospedería por parte de los naturales animó a finales del siglo XVIII y principios del XIX a los extranjeros residentes en las islas, fundamentalmente en Santa Cruz de Tenerife, a establecer las primeras fondas en la ciudad. El francés Juan Francisco Bocher, que había venido como cocinero del comandante general de Canarias, marqués de Branciforte, puso una hospedería en la calle San José, ofreciendo a los huéspedes comida, cama, cuarto y luz. Pronto a Francisco Bocher le salió una competencia desleal que le hacían un sastre y un panadero de la ciudad, ofreciendo cama a eventuales visitantes. Ante tales hechos, el francés lo denunció a la autoridad, a la vez que solicita licencia para poner un cartel en la calle anunciando su fonda. Favor que consiguió. Años después, un milanés que en su viaje a China decidió avecindarse en Tenerife, establece otra fonda.

No obstante, a pesar de esa temprana hospedería insular, la inmensa mayoría de los viajeros, comerciantes o naturalistas que solían frecuentar las islas, normalmente con cartas de recomendación desde su país de procedencia, solían alojarse en las residencias privadas o en los conventos. Los naturales de Tenerife, desde el campesino hasta el aristócrata -según el astrónomo escocés Piazzi Smyth, que visitó la isla en el verano de 1856-solían ser hospitalarios con ellos, sobre todo si se trataba de naturalistas. Los viajeros que visitaban las islas sin cartas de recomendación dirigidas a los hacendados isleños tenían que pernoctar en una fonda o arrendar una casa donde las condiciones higiénicas parecen que no eran nada halagüeñas.

Pero la guerra por parte de Inglaterra con la Francia revolucionaria y napoleónica y el consiguiente bloqueo continental decretado más tarde al país de Albión7 favorecieron el viaje de los ingleses a sus propias islas del Atlántico, la Riviera inglesa y las dependientes de la Corona portuguesa, su fiel aliada, Madeira y Azores. Ya con anterioridad los conflictos europeos que condujeron a las contiendas entre Gran Bretaña y España (1739-48) por un lado, y Gran Bretaña y Francia (1743-48) por otro, habían originado hostilidades hacia los británicos. Pero en esas ocasiones el “turismo” británico hacia Europa no llegó a paralizarse, sino, a lo sumo, se limitó. Pero ahora se trataba de un cierre de Europa a los británicos, cuya consecuencia inmediata es la imposibilidad que encontrarían para realizar excursiones con destinos continentales (Italia, Francia y Holanda, fundamentalmente).8 Desde la perspectiva del incipiente turismo, la isla de Madeira se convirtió en el principal destino de reposo y convalecencia de las clases acomodadas británicas.

El final de las guerras napoleónicas (1815) trajo la paz en los mares y consecuentemente el claro predominio naval inglés, posibilitando el que algunos de los “turistas” británicos en Madeira por problemas de salud se acercaran a Tenerife para probar suerte con su clima. Los médicos británicos que recomendaban Madeira se sorprendieron cuando en las primeras décadas del siglo XIX ya algunos de sus pacientes con afecciones pulmonares que habían ido a Madeira para su convalecencia, les informaron de que se sintieron mucho mejor en Tenerife que en Madeira.9 Poco a poco un número mayor de turistas enfermos se acercaban a Tenerife para permanecer una larga temporada en la isla.

El navegante francés Dumont D’Urville a su paso por la isla en el Astrolabe en 1826 comentó:

Hay ingleses que prefieren la estancia en Tenerife en lugar de Italia: por eso, la ciudad de Oratava [Puerto de la Cruz] es muy frecuentada. Los extranjeros y los negociantes de distintas partes de Europa se diferencian por la variedad con el traje nacional.10

Los médicos se preguntaron cómo será el clima en las Canarias, pues al estar más al sur y más cerca de la costa africana que la isla portuguesa tendría que tener un clima más cálido, un aire más seco, menos humedad, y consecuentemente más apropiado para la convalecencia de sus pacientes. Así al menos lo confirmaban algunos de sus pacientes que habían decidido realizar una estancia en Tenerife e incluso su clima había sido elogiado por anteriores viajeros.

Desde la perspectiva médica y turística, Canarias va siendo reconocida y su fama aumenta. En las primeras décadas del siglo XIX los médicos británicos sir James Clark, William White Cooper y sir William Robert Wilde fueron los primeros en registrar las características climatoterapéuticas de Tenerife. Los dos que visitaron la isla, William White Cooper y William Robert Wilde, vinieron acompañados con el pluviómetro de Samuel Horsley, pluviómetro de regla graduada utilizada hasta mediados del siglo XIX, el barómetro y demás instrumentos esenciales para el análisis de los fenómenos climáticos, los tres van a resaltar en sus respectivos escritos que el clima de Tenerife (Santa Cruz y el Puerto de la Cruz), suave en invierno y templado en verano, es comparable al de Madeira, aunque este último estaba sujeto al reproche de ser demasiado húmedo. Se puede afirmar que estos tres británicos descubrieron las ventajas turísticas de Canarias, particularmente Tenerife, y más concretamente el Puerto de la Cruz, desde principios del siglo XIX. La fama que adquirieron el paisaje y la benignidad del clima de las islas en la pluma de esos tres destacados médicos introdujeron a Canarias en las historia del turismo moderno europeo. Sus relatos sobre el valor paisajístico de Tenerife, principalmente del valle de La Orotava, y las características climáticas del norte de la isla despertaron el interés de muchos médicos y meteorólogos-naturalistas y la vez consagraron al Puerto de la Cruz como el mejor “centro turístico” más al sur. Sus escritos fueron los primeros ensayos sobre el clima de Canarias, concretamente Tenerife, y su relación con la terapéutica. Son lo primeros textos de la literatura medica y a ellos se les debe el descubrimiento del potencial turístico de Canarias.

El doctor James Clark, el único de los tres que no visitó Canarias, en la edición de 1829 de su Sanitive influence of climate recoge en varias tablas, los registros de las temperaturas medias por mes, estación y año, sobre un gran número de ciudades, donde se incluye Santa Cruz de Tenerife por primera vez. Son estos registros los que ayudarán a James Clark acercarse a las características físicas del clima de Tenerife. En esta tabla de temperaturas comparativas ya se advierte la superioridad de Santa Cruz sobre el resto de los demás lugares, y en particular, sobre Funchal. Efectivamente, los datos reflejaban que la temperatura media de Santa Cruz era de 21.6ºC, mientras que la de Funchal era de 18ºC. La diferencia de temperatura entre las dos capitales en verano e invierno era considerable: Santa Cruz es 7 grados más calurosa en verano y 5 grados más calurosa en invierno que Funchal. Y la diferencia entre la temperatura media de verano e invierno es de 9.8ºC en la capital de la isla portuguesa y de 12.3ºC en Santa Cruz de Tenerife.

En la tercera edición, publicada en 1841, aparece, aunque no incorporado en la tabla general junta con otras estaciones europeas, un registro de la temperatura media del Puerto de la Cruz, realizada en el año 1834 por Charles Smith desde Sitio Litre. La suavidad de la temperatura del Puerto de la Cruz con respecto a Santa Cruz en verano, alrededor de 5 grados menos en el primero, y una temperatura media más cálida a favor de la segunda en invierno, conducen al doctor James Clark a recomendar el Puerto de la Cruz como centro de residencia a lo largo de todo el verano -ya que los invalids no sufrirían los inconvenientes del calor-y Santa Cruz como centro de residencia de invierno -donde la temperatura es más cálida y el aire más seco-. La Laguna, al ser más fresca que Santa Cruz por su altitud, también podía ser una buena residencia para verano, como de hecho lo era para las clases altas de la isla, pues se trasladaban a ella a veranear. Pero siempre compartiendo Funchal con Santa Cruz en invierno.11

James Clark recurre a la mejora de la infraestructura hotelera y el desarrollo de las comunicaciones para que se inicie el viaje a Tenerife:

Cuando hubiera alojamientos para extranjeros en Tenerife, y los medios de comunicación entre ella y Madeira más frecuentes, muchos invalids podrán beneficiarse grandemente pasando parte del invierno en Funchal y parte en Santa Cruz.12

El otro que visitó Tenerife además de William Wilde, William White Cooper era amigo y colaborador de James Clark y en su obra The invalid’s guide to Madeira, with a description of Tenerife, Lisboan, Cintra, Mafra, etc., insiste en otro factor importante a favor de Tenerife: la pluviometría. Destaca las ventajas de Madeira sobre el sudeste de Francia e Italia, pero a la vez resalta la excepcionalidad de Tenerife. Mientras en la isla portuguesa llovía 73 días al año, en Tenerife solamente llovía 30 días al año.13 Pero a pesar de esta ventaja, el doctor Cooper continuó recomendando Madeira. Lo hace compartiendo la opinión de Clark para quién:

No hay ningún lugar en el continente de Europa donde los enfermos pulmonares puedan residir con tantas ventajas todo el año como en Madeira. La salubridad de esta isla favorecida y las ausencias de enfermedades endémicas contribuyen a considerar a Madeira como la mejor residencia deseable para esos invalids que quieren alcanzar el beneficio de su dulce y agradable clima.14

Estos autores también destacaba que Funchal era el único sitio con que contaba Madeira para la estancia de los invalids, mientras que Tenerife disponía de Santa Cruz, mucho más seco, de La Laguna. y, al otro lado de la isla, “del precioso pueblo de Orotava [Puerto de la Cruz], más fresco, rodeado por viñedos y trigales, bastante frecuentado por los comerciantes ingleses”. James Clark afirmó:

Como un centro de residencia para los invalids, Orotava [Puerto de la Cruz] posee muchas ventajas sobre Santa Cruz, desde el punto de vista del alojamiento y de la belleza del lugar. Los invalids residentes en Orotava pueden permanecer ahí durante todo el verano, sin sufrir demasiado el inconveniente del calor, y pueden pasar los meses de invierno en el clima más cálido y seco de Santa Cruz.

La otra variable de la meteorología favorable a Tenerife era la referente a la humedad. El mismo James Clark, parece descartar a Madeira como centro invernal por este motivo. La humedad era uno de los aspectos más importantes de la climatoterapia, toda vez que actúa como un determinante para el almacenamiento de calor. Su registro se debe al ilustre cirujano William Robert Wills Wilde, que aunque irlandés, era profundamente admirado en toda Gran Bretaña por su contribución a los enormes avances de la ciencia médica. Llegó a Canarias a finales de 1837 al cuidado de su paciente afectado de tuberculosis, el señor Robert W. Weiklam, en el barco propiedad de este último, «The Crusader«. Producto de esta travesía, que duró nueve meses entre Madeira, Canarias y costas del Mediterráneo, fue la publicación en 1840 del libro titulado Madeira, Tenerife and along the Shores of Mediterranean. En el mismo, el doctor William Wilde no duda en ningún momento, después de conocer Madeira, que Tenerife, y en particular el valle de La Orotava, es el lugar ideal para establecer un health resort. Durante su estancia en el Puerto de la Cruz se maravilló porque la temperatura en noviembre alcanzó 22.2ºC cuando en ese mismo mes en Madeira era de 17ºC.15

Sus observaciones hechas con el higrómetro durante varios días marcaban una humedad matinal de 41 grados, dando una sequedad de 34 grados, unos resultados, según el mismo William Wilde, solamente registrados una vez por Dr. Heineken durante sus nueve años de estancia en Madeira.16 Solamente estas ventajas -continuó afirmando-son ya suficientes para considerar Tenerife el área más conveniente para la recuperación de los afectados por dolencias bronquiales, los estados de mucosidad, afecciones de garganta -tan común entre los ingleses en aquellos años-o aquellas enfermedades como la difteria u otras afecciones similares, a personas por hablar mucho en público, cantar, etc.

Después de resaltar la mayor limpieza de los pueblos de Tenerife comparada con Funchal, la menor cantidad de lluvias, la sequedad del suelo -por su origen volcánico-, William Wilde termina añadiendo que:

El Valle de La Orotava posee mayores ventajas para la residencia de un invalid, por ejemplo, atmósfera cálida y seca; bastante abierto para permitir la libre circulación del aire; el mar; rodeado de colinas que lo protegen de las ráfagas del invierno, del frío, del siroco del verano, y si no tiene tan buen aspecto como Funchal, tiene el Pico entre él y el desierto africano; y la costa misma, excepto cerca del puerto, está rodeada por pequeñas colinas que suavizan el viento del Norte desde el mar.17

Como podemos ver, desde los mismos inicios del siglo XIX ya Tenerife gozaba de una posición privilegiada sobre el resto de los health resorts de la cuenca mediterránea, del resto de Europa, e incluso sobre Madeira. Pero la parte de la isla canaria elegida sería, como hemos venido comprobando, el valle de La Orotava, y más concretamente el Puerto de la Cruz.

De todos los escritos de viajeros que van a incluir al Puerto de la Cruz entre los lugares de preferencia en estos años iniciales destacaría al francés Jean-Baptiste-Gaston Gabriel— Marie-Louis Lacoste de Belcastel, conocido como el barón Gabriel Belcastel, y William Marcet.

No podemos dejar de hacer referencia precisamente a uno de los trabajos más interesantes acerca del turismo del siglo XIX en Canarias. Se trata del estudio del político conservador Gabriel Belcastel sobre Tenerife, particularmente del valle de La Orotava, y su comparación con el resto de los health resorts o médico-turísticos del momento como Menton, Cannes, Niza, Pisa, Venecia, Roma, Canfré, Zante, Cefalonia, El Cairo, Palma de Mallorca y Madeira, y sobre todo este último, el rival de Tenerife.

Gabriel de Belcastel llegó al Puerto de la Cruz el 17 de noviembre de 1859 desde Málaga con su hija. Llegó a las islas después de recorrer varios health resorts buscando un clima ideal para la convalecencia de su hija que padecía una enfermedad bronquial. Definitivamente fue en el Puerto de la Cruz donde la delicada niña recupera sus pulmones. Los elogios de Belcastel a Tenerife fueron tan pomposos en en su obra Les Iles Canaries et la Vallee d’La Orotava au point du vue hygienique et medical.(Las Islas Canarias y el Valle de La Orotava desde un punto de vista higiénico y médico) que al años siguiente fue traducido por Aurelio Pérez Zamora y convertido en la obra de referencia a la hora de reclamar el Puerto de la Cruz como health resort.18

Por su parte, el laringólogo ginebrino súbdito inglés, además presidente de la Royal Meteorological Society de Londres, William Marcet, tomó como referencia los trabajos de Belcastel y las observaciones hechas por el suizo residente en el Puerto de la Cruz, Hermann Honegger, reclutado por la Royal Meteorological Society para que procediera a la toma diaria de medidas meteorológicas en el lugar. Las observaciones de Honegger indicaban que la temperatura media anual en el Puerto era de 20,27º y 20,16Cº, respectivamente, un grado y medio más que Funchal, cuya media era de 19,2ºC. Pero para William Marcet esta temperatura media en el Puerto no era aplicable a los pueblos del norte de la isla situados a 400 metros sobre el nivel del mar, como era el caso de la Villa de La Orotava, que tenía 5 y 6 grados menos que su puerto, es decir, tenía una temperatura de 15ºC. William Marcet conocía perfectamente el fenómeno de los vientos alisios. Según él la temperatura de la isla no es excesivamente alta, no solamente por la humedad que acompaña a los vientos alisios, sino también y fundamentalmente por la capa de nubes que se concentran y permanecen en la parte más baja de la misma, resguardándola la mayor parte del año. Por recomendación del médico Víctor Pérez González William Marcet señaló Vilaflor, situado considerablemente sobre el nivel del mar, a 1.378 metros de altitud y cerca al nivel superior de las nubes de los alisios, la estación de verano ideal de Tenerife, dada la asombrosa sequedad de su aire en la medida en que las nubes de los alisios nunca pasan.

A partir de estos momentos las referencias al clima y su relación con la medicina pasan a formar parte constante en los relatos de los viajeros, pero ya apoyándose en los trabajos de James Clark, William White Cooper, William Wilde, Gabriel Belcastel y William Marcet. Desde la perspectiva turística esto significaba que las islas Canarias ya comenzaron a ser reclamadas como idóneas para ser centro médico-turístico.

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1 Glas, George. Description of the Canary Islands. Dodsley and Durham. London, 1764. Pág., 194.

2 Cook, James. Tercer Viaje 1776-1780. Barcelona. 1988. Pág. 79

3 El léxico inglés invalid no puede traducirse por «inválido», tal como lo podríamos hacer hoy. Error que ha inducido a algunos a traducirlo como el equivalente a personas disminuidas físicas. No hay clima en el mundo que devuelva la pierna al cojo, el brazo al manco o haga desaparecer la peta del jorobado. El término invalid se deriva de las palabras inglesas infirm (persona enfermiza, débil de salud física) y de disabled (personas imposibilitadas por alguna enfermedad, lesión o herida etc., cuyos síntomas los incapacitaban para llevar una vida normal). No hace referencia a inválidos físicos ni a otras enfermedades de determinadas sintomatologías similares. Invalids hace referencia a personas que padecían de la gota, reumatismo, escrófula, ciertos enfermos zimóticos, asmáticos, aploplexia, hepatíticos, asma y sobre todo a enfermos pulmonares y bronquiales, fundamentalmente la tuberculosis pulmonar y otras afecciones respiratorias. También se llamaba consumption, en la medida en que incapacitaba, a la vez que acababa y consumía, la vida de quienes padecían una enfermedad como la tisis. Utilizaremos a lo largo del texto la expresión turismo terapéutico, o sanitario, para referirnos a los que visitaban las islas por problemas de salud, aunque no dejaremos de utilizar el término inglés. De hecho, el viaje por razones de salud, el turismo sanitario constituido por los invalids, está considerado como uno de los primeros motores que pusieron en funcionamiento el fenómeno social del turismo y nunca mejor aplicado que en Canarias, pues el nacimiento del turismo en las islas tiene un origen sanitario. La pureza del aire y su salubridad propio de los climas marítimos como el reinante en Canarias favorecía el tratamiento de la tuberculosis.

4 health resort, término inglés que hacía referencia al centro vacacional y de descanso basado en las propiedades médicas de un lugar. En aquellos momentos no se decía centro turístico, sino health resort, que podríamos traducirlo por centro médico-turístico.

5 Milbert, J. B. Voyage pinttoresque a l’Île-de-France, au Cap de Bonne Espérance, et l’île de Ténériffe. París, 1812. (Traducción al castellano por J.A.D.L. Lal Orotava, 1996). Pág., 34.

6 Langsdorff, G.H. von. Voyages and travels in some parts of the world during the years 1803, 1804, 1805, 1806,and 1807. London, 1813. Pág., 63, (existe traducción española de J. A. Delgado, 1991.)

7 Pemble, John. The Mediterranean Passion. London, 1987. Pág, 85

8 Ibídem., Pág. 85.

9 White Cooper. W. The invalid’s guide to Madeira, with a description of Tenerife, Lisboan, Cintra, Mafra, etc. London, 1840. Pág. 72

10Dumont D’Urville, Jules Sébastien César, Voyage pittoresque autour du monde. Résumé général des voyages de découvertes deMagellan, Tasman, Datnpier [.1 etc., Paris, Tenré, 1834,1, p. 16.

11 Clark, J. Sanitive influence of climate Jhon Murray, London, 1841 Pág. 281

12 Ibídem. Pág. 281

13 Cooper, W. W. The invalid’s guide to Madeira, with a description of Tenerife, Lisboan, Cintra, Mafra, etc. London, 1840. Pág. 72.

14 Ibídem. Pág. 76.

15 Wilde, W. Narrative of a Voyage to Madeira, Teneriffe and along the Shores of the Mediterraneam. Dublin, 1840. Pág. 165.

16 Ibídem,. Pág. 165.

17 Ibídem. Pág. 166.

18 Para mayor información sobre la estancia e importancia de Gabriel Belcastel, véase mis libros Las Islas de la Ilusión. Británicos en Tenerife (1850-1900), Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria (1995) y Del Hotel Martiánez al Hotel Taoro, historia de la primera empresa turística de Canarias, Búho Ediciones, Puerto de la Cruz (2002).  En este último libro también se encuentra publicado el texto completo de Gabriel Belcastel Las Islas Canarias y el Valle de La Orotava desde un punto de vista higiénico y médico.

NACIMIENTO, DESARROLLO Y CONSOLIDACIÓN DEL TURISMO EN CANARIAS (2)

El despegue.

La apertura de Canarias al tráfico atlántico a raíz de la ley de puertos francos en 1852 permitió una estrecha relación comercial con Europa, fundamentalmente Gran Bretaña, lo que supuso, en el ámbito de las comunicaciones, por un lado la arriada a nuestros puertos de un número cada vez mayor de vapores, y por otro la potenciación de la infraestructura portuaria. Son los años de la producción de la cochinilla y Gran Bretaña, hegemónica en el control del mercado de exportación e importación y nuestro principal cliente en el mercado exterior, reforzaría su presencia en las islas. Tras la crisis de la grana en el último cuarto del siglo XIX aparecieron hombres de negocios como Henry Wolfson Ossipoff, Richard Ridpath Blandy, Edward Fyffe, Alfred L. Jones, Cecil Barker, Charles Quiney, Richard J. Yeoward, etc., nombres familiares en las islas hoy en día. Muchos de ellos participarán o formarán compañías con el firme propósito de ejercer la actividad empresarial en Canarias, respondiendo a las necesidades de mercado de ultramar de la economía imperial británica, bien a través de la importación de manufactura, productos químicos y tecnología eléctrica británica, bien a través de la exportación de las nuevas materias primas, sobre todo culinarias (tomates, plátanos, papas y cebollas), para el abastecimiento del mercado interior de las potencias europeas, o bien en la actividad turística. Por consiguiente, el turismo es una actividad económica más incorporada desde el exterior inicialmente por los británicos, aprovechando precisamente su hegemonía en la economía canaria, las estrechas conexiones marítimas de las islas y la costa occidental de África con sus puertos y el ecosistema del archipiélago. Respondía a la demanda que existía de lugares con climas cálidos para la convalecencia de los que mayoritariamente hacían turismo: enfermos con afecciones bronquiales, sobre todo de los que padecían tuberculosis, la epidemia que asolaba a Europa en el siglo XIX. De todas maneras el turismo era a finales del siglo XIX una forma de vida, una manera de viajar practicada por las clases altas, por la buena sociedad, que dispone de dinero y suficiente tiempo libre. Fueron los años del nacimiento de los sea resorts, los health resorts y los holidays resorts. Los alemanes desarrollaron diversos centros a orillas del Báltico; los franceses en sus Rivieras mediterráneas y costas atlánticas; los españoles en la costa norteña, convirtiéndose en centros de modas las playas de Santander y San Sebastián. En todos estos centros vacacionales se establecieron casinos, hoteles de lujo, campos de tenis y de golf y clubs náuticos.

La existencia de una colonia comercial inglesa en el siglo XVII e irlandesa en el siglo XVIII en la comarca del valle de La Orotava, particularmente el Puerto de la Cruz,19 las excelencias climáticas de la zona y la presencia del Teide en su entorno paisajístico habían favorecido enormemente el marco geográfico de este lado norteño de Tenerife. Numerosos autores (viajeros, naturalistas y escritores), habían destacado ampliamente el marco natural y el paisaje del valle de La Orotava, de tal manera que la naturaleza de este rincón de Tenerife era una realidad cultural de peso a favor de su promoción turística. El Puerto de la Cruz estaba llamado a convertirse en el nuevo health resort, es decir, un centro médico-turístico invernal más al sur. Contaba con todos los elementos que tanto anhelaba el británico y el europeo en general; playa para tomar los baños de mar, precisamente en unas aguas mucho más templadas que en sus latitudes, y muy buen clima, ya analizado en la primera parte.

Consciente de las ventajas del valle para la introducción de la economía de servicios, desesperado a la vez por los estragos de la crisis de la cochinilla, el ayuntamiento del Puerto de la Cruz sólidamente decidió el 8 de abril de 1883 apostar por la infraestructura turística:

Ninguna época más oportuna que la presente para la ejecución de las obras (…) Esta provincia atraviesa una crisis económica muy difícil de conjurar: la depresión de la grana, única producción que tenía valor en los mercados de Europa y la pertinaz sequía que hace años nos persigue han sumido a estas islas en la mayor miseria hasta el punto de quedar casi despobladas las de Lanzarote y Fuerteventura, cuyos habitantes han tenido que emigrar a la América del sur para no perecer de hambre y de sed. (…) El proyecto además de las ventajas ya anunciadas, traería la de emplear la infinidad de brazos ociosos por falta de trabajo y contener la emigración que amenaza dejar yermos nuestros campos. Así pues, este Ayuntamiento cree que la obra debe declararse de utilidad pública y con derecho a la expropiación forzosa de los terrenos necesarios para la construcción de hoteles.20

El impulso básico para la puesta en marcha de la iniciativa emprendida en la ciudad turística no sucedería hasta la llegada a la isla en 1885 del británico William S. Harris, justo cuando estaba dando comienzo el periodo de claro dominio británico sobre la economía y la sociedad de las islas centrales del archipiélago. Su actuación desembocó en la formación de la primera compañía financiera con fines turísticos de Canarias: La Compañía de Hoteles y Sanatoriun del Valle de La Orotava. 21

Su objetivo era construir un hotel en los llanos de La Paz y posteriormente otro en Santa Cruz. Pero hasta la construcción del primero, se decidió arrendar una hermosa casa de estilo colonial situada en los llanos de Martiánez. Allí, en septiembre de 1886, se estableció el Orotava Grand Hotel, el primer hotel-sanatorio de Canarias. Comenzaba en ese momento, en sentido estricto, el turismo en Canarias. Para su puesta en marcha se tuvieron como modelo las experiencias de la isla portuguesa de Madeira. Se habilitaron unos pintorescos servicios de transportes para facilitar a los huéspedes la exploración de los alrededores del valle: los sledge­hack o bullock cart y los hammocks o palanquines.

El creciente número de visitantes anima a la compañía a arrendar nuevos inmuebles para aumentar el número de camas. Se ponían así en marcha los hoteles Buenavista, Monopol y Marquesa, aunque este último venía funcionando desde 1883, pero no bajo el control de la Compañía de Hoteles y Sanatoriun del Valle de La Orotava. La compañía también ponía en arrendamiento casas particulares para aquellos turistas que deseaban permanecer largo tiempo en la isla.

Asimismo, el fenómeno del aumento de visitantes dio pie a que William S. Harris agilizara la operación para la construcción del hotel en La Paz. Hace contrato de arrendamiento de los terrenos con su propietario el marqués de la Candia, Tomás Cólogan y Heredia y con el mismo se dirigió a Londres para la formalización de una compañía financiera capaz de sustentar económicamente el proyecto, que cada vez se hacía más ambicioso. Allí formó The Tenerife Hotel and Villa Co. Ltd.

 

La compañía londinense nunca llegaría a operar, entre otras razones porque no todos los socios apoyaron el proyecto, formando los disidentes una nueva compañía que sí cristalizaría: la Taoro, Compañía de Construcción y Explotación de Hoteles y Villas del Valle de La Orotava (The Taoro Company Ltd.), responsable de la construcción del hotel Taoro. En Las Palmas de Gran Canaria se fundó en 1888 The Canary Island Company Ldt., responsable de la construcción de otro hotel de las mismas características del Taoro: el hotel Santa Catalina.

Al frente de las cocinas de los hoteles Taoro y Santa Catalina estaba un chef francés. De esa manera hacía gala de tener una cocina excelente y la carta de vinos nacionales y extranjeros era muy variada. Todo en ellos era lujo y confort, además de poseer las mayores comodidades según los tipos de clientes. Estaban dotados de hall para el sexo femenino, salones de lectura y escritura, además de otros dedicados al ocio con billares y aparte los salones de fumadores. También tenían sus pistas de tenis y campos de golf.

Así pues, entre finales del siglo XIX y la primera década del XX el Puerto de la Cruz y Las Palmas de Gran Canaria se conviertiron en patio de recreo de los acaudalados británicos, si bien es verdad que en los primeros años del siglo XX comenzaron a aparecer algunos turístas alemanes. En este período cambió la composición de los visitantes tanto por su objetivo como por su finalidad; los viajeros fueron sustituidos por turistas. En un principio la llegada fue relativamente sueva. El grueso del turismo que se recibía era terapéutico. Esto significaba que el turista que venía a Canarias lo hacía, en su inmensa mayoría, bajo prescripción médica, y en muchas ocasiones acompañadas de sus familiares y amigos. Por esa razón, los médicos evitaban enviar a sus pacientes a ciudades de gran densidad de población por ser orígenes de infecciones y recomendaban la naturaleza como agente curativo. Incluso, si se hacía una excepción a esta regla y se elegía una ciudad densamente poblada como estación invernal, ésta tenía que tener suficiente espacio rural con casas por los aledaños donde pudieran establecerse los turistas enfermos para su convalecencia.

En estos años iniciales se demandaba bastantes casas rurales, haciendas, quintas, para ser alquiladas por los extranjeros. Las casas de campo, de haciendas, adecuadas para los invalids, proporcionaban a la vez ese placer que se siente vivir en ellas en medio de la naturaleza. Eran las villas que constituían los pleasant places que tanto gustaba a la elite y al gentleman inglés: la villa aislada con jardín, colocada en los espacios abiertos, desde donde se podía apreciar el paisaje y el campo, que proporciona la privacy y la vida campestre, además de respirarse aire puro.

La consolidación del Puerto de la Cruz como primer centro turístico.

Al excepcional escenario paisajístico del valle de La Orotava se le añadía el pico del Teide, tan aclamado por los viajeros a lo largo de la historia y cuya presencia y aspecto era un tópico en la conversación entre los turistas, como hablar del «tiempo» en Inglaterra,22 dijo el médico británico Ernest Hart en 1887. Aunque el Teide ya había perdido la reputación geográfica de ser «el pico más alto del mundo» y otros privilegios con los que había gozado siglos atrás, aún causaba una impresión no superada y posiblemente sin igual, diría el mismo Ernest Hart. El Teide era el centro de atracción de Tenerife, que fascinaba a los visitantes y como bien expresó el ilustre médico «el escenario nunca está completo sin su grandiosa vista»23. «Todo en su conjunto, su posición, su clima, sus alrededores, la residencia, la sociedad, las conveniencias y, sobre todo, la proximidad al Teide, hace del valle de La Orotava el centro más adecuado en el archipiélago como residencia para extranjeros», comentó Olivia Stone en 1883.

Por lo tanto, el conjunto del marco físico del valle de La Orotava formaba una identidad simbólica que satisfacía el anhelo de retirada a la naturaleza de los acaudalados turistas, mayoritariamente británicos. Era el lugar ideal para la convalecencia de los turistas enfermos, por un lado, y respondía a la fascinación por la naturaleza que sentía el gentleman victoriano, enfermo o sano, de vivir apartado del estilo de la vida social, urbano, por otro. En este sentido, la intervención del británico en el desarrollo del turismo jugó un papel importante. El perfecto conocimiento que tenían los victorianos como William S. Harris, Edward Beanes, Arthur H. Pring y muchos otros que destacaron en el desarrollo del turismo moderno en Canarias, de los gustos y necesidades de sus compatriotas que pretendían traer, hizo que se fijaran en el Puerto de la Cruz para el establecimiento del primer sanatorium o primer hotel-sanatorium para convalecientes tuberculosos y otras enfermedades: el Orotava Grand Hotel.

Cuando apenas llevaba el Orotava Grand Hotel un año en funcionamiento, el 21 de marzo del año 1887, lo visitaron dos afamados doctores víctorianos, Thomas Spencer Wells y, quien fuera su alumno en la Universidad de Londres, el ya mencionado doctor Ernest Hart. Sus objetivos eran examinar el nuevo health resort del Puerto de la Cruz y concretamente su reciente Sanatorium. Ernest Hart (1835-1898), fue colaborador del periódico The Time, la revista médica The Lancet, entre los años 1863-1866, y director, desde 1886 a 1898, de la influyente British Medical Journal. Por su parte, Thomas Spencer Wells (1818-1897), médico de origen aristocrático, fue un prestigioso cirujano miembro de la Royal College of Surgeons de Inglaterra, a quien le encantaba las ciencias naturales. Estuvo 6 años en la Royal Navy destinado en Malta. A partir de 1854, fundó la revista Medical Times and Gazette e ingresó en la Universidad de Londres.

Aunque los dos médicos acreditaron al Puerto de la Cruz como el mejor centro de salud del sur, sería precisamente Ernest Hart quien con sus artículos publicados en su propia revista British Medical Journal, editado posteriormente como libro bajo el título de A winter trip to the Fortunate Islands, despertaría un auténtico entusiasmo en todos aquellos turistas invalids que creyeron ver en Tenerife el descubrimiento de un nuevo paraíso. Ernest Hart fue sin duda el doctor inglés que realmente estableció la fama del valle de La Orotava en Inglaterra. Él y Spencer Wells recibieron el 11 de abril de 1887, en medio de una pequeña recepción en el salón del Orotava Grand Hotel, el Diploma de Miembros Honorarios por parte de la Sociedad Médico Quirúrgica de Tenerife.

En sus artículos en doctor Hart presenta brillantemente los encantos de la naturaleza y excelencias climáticas del valle. Cuando habla refiriéndose a sus bellezas dice que es un lugar que, “después de nuestra [se refiere a su esposa] variedad de experiencias en Europa, Asia yÁfrica, me impresionó por ser uno de los escenarios más encantadores en la tierra y poseer un clima de los más perfectos a cuantos me he acercado”. Palabras de alabanza también dedicó al Orotava Grand Hotel. Para él, todos los servicios e instalaciones del hotel sólo merecen aplausos. El éxito de este establecimiento hotelero fue tal que Ernest Hart no duda en compararlo con el hotel Beausite de Cannes, uno de los mejores, si no el mejor, de la ciudad francesa del Mediterráneo. Y no dudó tampoco en afirmar que era uno de los más lujosos, bien equipados de cuantos hoteles había en el sur de Europa. Hart llega a afirmar que el “Orotava Grand Hotel tiene muchos elementos de superioridad, incluso, que el hotel del Puerto de la Cruz, es quizá el más bellamente situado, y ciertamente uno de los más lujosos, bien equipados, y mejores dirigidos de los sanatorios del sur de Europa”. Y continúa relatando: “el Orotava Grand Hotel combinaba las ventajas de un hotel con los confort de un club. Es un palacio cubano con los servicios de un chef francés rodeado por preciosos jardines en un clima sin igual, bajo un cielo soleado y una vista sobre el extenso Atlántico. Desde el salón se domina una vista sobre los jardines como pocas residencias de los nobles en Inglaterra. La sala de lecturas es una suite situada en unos corredores espaciosos cubiertos. En el jardín de la sala de billar sobresale frondosamente la buganvilla y en el mismo se puede estar bien al descubierto y resguardado, incluso hasta en la medianoche”.

Semejantes panegíricos, venido de una voz tan autorizada, colaborador de las prestigiosas revistas médicas The Lancet y The World y del director de la British Medical Journal, contribuyeron en gran medida a poner de moda el health resort del Puerto de la Cruz en Inglaterra. La propaganda que hizo Ernest Hart del Sanatorium, crearía un estado de opinión de exuberante entusiasmo entre los futuros visitantes de ocio como entre los turistas enfermos.

Comienzan a aparecer nuevos hoteles por el resto de las islas de Tenerife y Gran Canaria, destacando en Güímar el hotel Buen Retiro; en Santa Cruz la boarding house Sanatorium (Salamanca), y los hoteles Pino de Oro y Quisisana; por su parte en Las Palmas, los hoteles Metropol, Bella Vista y Santa Brígida y algunos en los pueblos más destacados de las islas.

El establecimiento de un health resort en Canarias, es decir, de un centro médico-turístico, despertó un enorme interés entre otros médicos europeos interesados por la climatoterapia como François-Gigismond Jaccoud, Cleasby Taylor, Morell Mackenzie, Mordey Douglas, Coupland Taylor, Paget Thurstan, Brian Melland y muchos otros, en la medida en que aún se estaba lejos de la cura de ciertas enfermedades por la farmacopea. Todos visitaron las islas y en sus escritos nos encontramos los primeros análisis climatológicos y la descripción de las condiciones ambientales de las islas, base de los conocimientos científicos del clima de Canarias, su ecosistema y la relación con la medicina del momento. Estudiaron las condiciones atmosféricas, el grado de humedad, la pureza del aire, las irradiaciones solares, los vientos, y otros factores naturales. Resaltaron las dulces temperaturas de Tenerife y Gran Canaria -hasta ese momento las islas periféricas estaban lejos de ser visitadas-; estudiaron el papel de los alisios en la determinación del clima de las islas; se ocuparon del aire seco y cálido sahariano que en ocasiones asola las islas por la proximidad del continente africano, y realizaron las primeras analíticas de las aguas de los nacientes insulares y sus propiedades minero-medicinales.Es el momento que algunos prestigiosos médicos isleños sensibles se suman al interés despertado por los médicos extranjeros por la problemática de la climatoterapia y comenzaron a participar activamente con escritos, informes y otras formas de expresión, a favor de la conversión de las islas en un health resort.

La expansión del Imperio británico en ultramar y su interés por la costa occidental africana a lo largo del siglo XIX, cuando los ingleses establecieron en ella empresas destinadas a explotar el aceite de palma, a la vez que realizaban otras misiones relacionadas con sus intereses, despiertó el interés por Canarias entre los ingleses. Se trataba, por un lado, de encontrar una «estación de aclimatación» en un lugar subtropical de temperaturas suaves y cálidas, como las de Canarias, para «aclimatar» o «adaptar» a aquellos colonos residentes en sus territorios tropicales, que tanto en sus viajes de ida como de vuelta a casa, evitaran los fatales efectos sobre la salud por los cambios de temperatura. No era extraño que los residentes en Oriente sufrieran las consecuencias del fuerte cambio de temperatura, por ejemplo entre la India e Inglaterra, donde se pasaba en pleno noviembre de 30 ó 35ºC a 8 ó 10ºC. Por otro lado, por sucercanía a la costa occidental de África y lugar de paso, desde hacía tiempo las islas Canarias, fundamentalmente Gran Canaria y Tenerife, habían llamado la atención para establecer en ellas un sanatorio que sirviera a los numerosos británicos asentados por largo tiempo en el continente africano u Oriente (trabajadores, militares y misioneros, afectados por enfermedades propias dela región, entre ellas la temible malaria en África o enfermedades del hígado entre los residentes de la India) para su convalecencia, evitando así ser trasladados a Inglaterra. De hecho, en 1890 se llegó a establecer el Queen Victoria Hospital en Las Palmas de Gran Canaria para la convalecencia de los súbditos de Su Majestad en las colonias, evitándose que fueran trasladados a Gran Bretaña.24 En el Puerto de la Cruz se intentó establecer otro hospital pero no corrió la misma suerte.

En los primeros años del siglo XX hace su aparición el turismo alemán, en contraposición al siglo XIX, que era casi exclusivamente británico. Contribuyó decididamente el empuje hotelero germano en las islas, sobre todo en Tenerife. El hotel Taoro fue adquirido por la Kurbaus Beffiebs Geselíschaff en 1905; los hoteles Aguere, Martiánez y Quisisana estaban regentados por Khristian Trenkel; el hotel Monopol por J.M. Iknörnschild; el hotel Ciprés por Adolf Stiehle, etc. En las Cañadas se establecieron unas casetas donde se llegaron a realizar importantes experimentos sobre la influencia de las radiaciones solares en la piel y la tuberculosis en la medida, en que los alemanes eran más partidarios del clima de altura y tenían más fe en el sol como agente curativo que los británicos. No debemos olvidar que el bronceado que luego sería símbolo de distinción fue establecido por los alemanes. La toma del sol, el bronceado, que hasta entrado el siglo XX, estaba mal visto y era símbolo de una actividad manual al aire libre, y por lo tanto era un exponente de pertenencia a la clase baja, mientras que la tez blanca era signo de seducción y pertenencia a la clase alta, se le debe a la iniciativa del turismo alemán.

La entrada de turistas extranjeros poco a poco va en aumento. De 2.871 visitantes en 1895, se pasa a 5.000 y a 12.000 visitantes en 1912 solamente en Tenerife. Desde las perspectivas del turismo en Canarias, en las primeras décadas del siglo XX destaca la preocupación por el fenómeno del turismo de los poderes locales de las islas (Tenerife y Gran Canaria). Fueron varias las instituciones que se formaron para promocionarlo. En 1907 se fundó en Tenerife el Centro de Propaganda y Fomento del Turismo y en 1910 la Sociedad de Propaganda y Fomento del Turismo de Gran Canaria. Destaca también el Comité de Turismo del Valle de La Orotava, formado en el Puerto de la Cruz el 29 de enero de 1912. Años después se formó la Junta Insular de Turismo. Se hacen esfuerzos por difundir la imagen turística de las islas por Europa.

Pero desgraciadamente, el infortunio desbarató todas las esperanzas del desarrollo del turismo. Primero, la erupción volcánica que tuvo lugar en Tenerife en 1909 desalentó a la clientela británica, que prefirió trasladarse a otros lugares. Más tarde, en julio de 1914, estalla la Primera Guerra Mundial interrumpiéndose definitivamente el flujo de visitantes. En el periodo de entreguerras se da una ligera recuperación, pero, los años que transcurren desde la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial (1936-1945) se redujo drásticamente el turismo.

 

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19 Sobre la presencia de la colonia extranjera en el Puerto de la Cruz véase Agustín Guimerá Ravina, Burguesía extranjera y comercio atlántico (CSIC, Madrid, 1985), sobre todo para la irlandesa; Nicolás González Lemus, Las islas de la ilusión, británicos en Tenerife, 1850-1900 (Cabildo Insular de las Palmas de G.C., 1995) y Comunidad británica y sociedad en Canarias (Edén, 1997).
20 A.H.M.P.C. Actas municipales, 1883, publicado en su totalidad en mi libro Del Hotel Martiánez al Hotel Taoro. Historia de la primera empresa turística de Canarias (Búho, 2002)
21 Sobre la historia de la compañía véanse Sebastián Hernández Gutiérrez Cuando los hoteles eran palacios. (Tenerife, 1990) y Nicolás González Lemus, Las islas de la ilusión, británicos en Tenerife, 1850-1900 (Cabildo Insular de las Palmas de G.C., 1995) y Del Hotel Martiánez al Hotel Taoro. Historia de la primera empresa turística de Canarias (Búho, 2002)
22 Hart, E. A winter trip to the Fortunate Islands. Londres, 1887. Pág., 16.
23 Ibidem, pág., 15
24 González Cruz, Mª Isabel. La convivencia anglocanaria: estudio sociocultural y lingüístico (1880-1914). Cabildo Insular de Las Palmas de G,C., 1995)

 

NACIMIENTO, DESARROLLO YCONSOLIDACIÓN DEL TURISMO EN CANARIAS (3)

La eclosión del turismo de masas.

De los difíciles años cuarenta poco se puede resaltar en el panorama turístico canario. Probablemente el protagonismo lo capitalizó la construcción del hotel Mencey en Santa Cruz de Tenerife y la reapertura del hotel Santa Catalina en Las Palmas de Gran Canaria. Las obras del Mencey se iniciaron en el año 1945, según proyecto del arquitecto Enrique Rumeu de Armas, costeado por el Mando Económico y se inauguró el 8 de abril de 1950. Por su belleza arquitectónica, suntuosidad y magnífico confort se va a convertir en un hotel que competirá con el hotel Taoro del Puerto de la Cruz. La moda entre las clases altas era pasar unos días en alguno de los dos establecimientos y era muy normal que los recién casados fueran de luna de miel a uno de ellos. Por su parte, el nuevo hotel Santa Catalina, costeado también por el Mando Económico, se inauguró en 1952.

Precisamente en la década de los cincuenta comienzó a operar con ambos hoteles la prestigiosa Thomas Cook, con anterioridad representada por Guillermo Camacho, aunque con poca operatividad como agencia de viajes desde Inglaterra. Ofertaba por primera vez, un paquete turístico de vacaciones a Tenerife en el año 1950 por barco, a los hoteles Mencey en Santa Cruz, por el precio de £22 con 12 chelines y 6 peniques (10 días) y al Taoro en el Puerto de la Cruz £16 con 3 chelines y 6 peniques (también 10 días), a lo que había que sumar el coste del barco que giraba en torno a £55, y en 1966 comenzó a realizar paquetes de vacaciones por avión a los hoteles Monopol en el Puerto de la Cruz por un costo de £70 (14 noches) y al Mencey por £100 (también 14 noches).25 Pero todavía este turismo era de élite.

Sin embargo, a partir de los años sesenta del siglo pasado, el desarrollo del turismo posee unas características muy diferentes: el turismo de masas, de sol y playa, o turismo de litoral. El desarrollo turístico a partir de entonces va a provocar el nacimiento y crecimiento de nuevos y antiguos núcleos poblacionales. Este modelo turístico ya no está protagonizado por un turismo de elite como el de décadas anteriores, sino por amplias capas de la clase trabajadora de la Europa Occidental como consecuencia de la recuperación económica y la prosperidad de los años cincuenta y sesenta. En esas décadas el incremento general de rentas en la sociedad y la consolidación de una burguesía media, permitió el acceso a la cultura del ocio y la posibilidad de pasar las vacaciones fuera de su país de origen. Sus destinos turísticos fueron los lugares de sol y playa. Favorecieron a su desarrollo la paz que viviría la Europa industrializada después de la Segunda Guerra Mundial, la irrupción en el campo de las mentalidades del consumismo –comienza realmente a despuntar la sociedad del bienestar-, la revolución en las comunicaciones aéreas, la consolidación de una infraestructura del sector servicios basado fundamentalmente en la aparición de tour operators y el desarrollo de las agencias de viajes, y el incremento de la oferta de alojamiento a través de la intervención de propietarios locales y cadenas turísticas prestigiosas, nacionales e internacionales como la HUSA, la Cadena Sol, una de las primeras que en su proceso de de expansión en los años setenta adquirió hoteles de cuatro y cinco estrellas en Tenerife o la cadena TURINSA que en 1981 construyó el hotel Cristina, hoy con el nombre de Meliá Las Palmas.

También en los años sesenta se forman en las islas los Centros de Iniciativa y Turismo (C.I.T.) con la finalidad de promocionar el turismo en las diferentes zonas.

Comenzó el proceso de desarrollo inmobiliario-turístico tal como lo conocemos hoy. Los primeros núcleos de las islas en donde se produjo fueron aquellos lugares que venían siendo centros turísticos tradicionales desde finales del siglo XIX: Las Palmas de Gran Canaria y el Puerto de Cruz. En este primer período de desarrollo del turismo de masas aparecerieron nuevas ofertas alojativas además de la hotelera como serían la de apartamentos, bungalows, pensiones y años después hace su aparición el time shering (tiempo compartido), como consecuencia de una nueva modalidad de realizar las vacaciones de muchos turistas. Su práctica está adquiriendo un gran protagonismo dentro de la comunidad turística y es España el país que ocupa el tercer puesto en el ranking de time shering, absorbiendo Canarias el 60% de la oferta nacional de tiempo compartido. El time shering atrae a Canarias hoy en día entre ochocientos mil y un millón de turistas y genera unos ingresos de unos 240 millones de euros (unos 40 mil millones de pesetas). Las islas asisten a un proceso de especulación inmobiliario-turístico cuyas consecuencias han sido un deterioro alarmante del medio, exceso desordenado de construcciones, escasa calidad alojativa y falta de espacios verdes.

Pero este nuevo tipo de turismo trae consigo el desplazamiento del polo turístico, a partir de la década de los años setenta, hacia el sur de las islas de Gran Canaria y Tenerife, viéndose favorecidos por la construcción de modernas autopistas y en el caso de Tenerife con la incorporación del Aeropuerto Reina Sofía.

Simultáneamente con este proceso, las islas menores comienzan paulativamente a incorporarse al proceso turístico, sobre todo, Lanzarote y Fuerteventura, pues en la medida en que se trataba de un turismo de sol y playa las dos poseen unas espléndidas playas de arena blanca esparcidas por toda sus costas. Sus playas, paisajes lunares, prácticas deportivas como el windsurf y demás encantos, hacen que estas dos islas estén soportando actualmente una fuerte presión ambiental e inmobiliaria. Pronto se sumarán las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro que no se incorporan a esta corriente hasta bien entrado los años ochenta. Sus naturalezas lujosas, la combinación de sus exuberantes vegetaciones y sus particulares orografías, siendo algunas las únicas con bosques de laurisilva (además de Tenerife y restos casi despreciables de Gran Canaria), hacen de estas islas un atractivo turístico para visitantes amantes del medio natural para practicar senderismo y buscadores de tranquilidad. Todas estas islas tienen una gran oferta alojativa en lo que a turismo rural se refiere, aunque también están dotadas de unos alojamientos de alta calidad y de inigualables atractivos.

La consecuencia del crecimiento número de visitantes a las islas es que generó unos ingresos en Canarias de 1,6 billones de pesetas (9.616.193.670,14 euros) durante el año 1999. La entrada de turistas extranjeros en Canarias sigue creciendo año tras año, hasta tal punto que Canarias superó por primera vez la cifra de diez millones de turistas extranjeros en el año 2001, lo que supone un incremento del 1,6% respecto al año 2000. También recibió por primera vez en su historia un millón de turistas en un mes, hecho ocurrido en marzo de 2001. A esta cifra falta por añadir el movimiento de turistas españoles.

Perspectivas para el siglo XXI. El desarrollo turístico sostenible.

El desarrollo turístico experimentado en Canarias obligó a un aumento muy dimensionado de la capacidad hotelera en las islas. En los inicios del siglo XXI Canarias es la región insular con más plazas turísticas de toda la Unión Europea, según la Oficina de Estadística Europea. Al cierre del año 2002, hay en Canarias unas 595.595 camas turísticas. El Gobierno de Canarias estima que en los próximos cuatro años el número de camas turísticas se incrementará en 252.000, lo que supondría cerrar el año 2006 con un total de 847.671 camas. Esto quiere decir que la oferta turística crecerá más de un 42%, lo que exigirá a la vez la entrada de más turistas para hacer rentable el nuevo mercado.26

PROYECCIÓN DE CAMAS TURÍSTICAS POR ISLAS A 2006

 

Fuente: Consejería de Turismo y Transportes.

Este desarrollo turístico intensivo producto de la sobredimensión constructiva se ha realizado de una menera desordenada con carencia de unidad de criterio, desaprovechando y en muchos casos menospreciando los recursos naturales, y con total ausencia de modelo arquitectónico alguno. Incluso, aún teniendo en cuenta la posible corrección de los errores cometidos hasta ahora, la construcción del número de camas proyectadas no dejaría de ser una nueva presión sobre el medioambiente.

Desde mediados de los años ochenta y sobre todo en los noventa, la administración y todos los sectores relacionados con la industria turística, conscientes del supuesto agotamiento del modelo de sol y playa y los daños ocasionados, han puesto todo su empeño en diversificar la oferta turística, en buscar otros recursos turísticos y alternativos. Pero hoy en día, ante el cricimiento desorbitado de la oferta alojativa y la presión inmobiliaria que existe y se avecina sobre el medioambiente, el sector presenta serios problemas que llevan a los agentes sociales y políticos directamente relacionados con el turismo a hablar de la urgente necesidad de un desarrollo turístico sostenible y de turismo alternativo. En este contexto, los principios éticos de sostenibilidad se configuran como el paradigma de referencia. Ahora bien, ¿está agotado el modelo de turismo de sol y playa?, ¿es el turismo de masas y el turismo alternativo incompatibles?, ¿son las zonas de turismo de masas la antítesis de la sostenibilidad?, ¿son modelos de desarrollo diferentes?. En Canarias, casi todas las actividades sociales y profesionales, por muy alejadas que estén de la industria turística, dependen en gran medida de dicha actividad, y el impacto que dicha actividad tiene sobre el territorio en el que se desarrolla y asienta son muy diferentes, en ocasiones plausibles, porque el turismo como tal, en abstracto, no es el verdadero responsable de lo que ha sucedido o está sucediendo en nuestros litorales.Es decir, en sí no es autodestructivo. Gran parte de la culpa ha estado y está, en la falta de planificación urbanística de la administración y centros de decisiones políticas, además de los agentes turístico-inmobiliario.

Los ayuntamientos de algunos municipios turísticos de modelos típicos de turismo de masas cada vez más apuestan por un destino turístico de alta calidad a través del establecimiento de hoteles de cinco estrellas y lujo, a través de una legislación rigurosa. Incluso observamos como las cadenas hoteleras en destinos de “sol y playa” han desarrollado una estrategia diferente. Costa de Adeje posee dos de los más lujosos hoteles de Canarias: el Gran Hotel del Duque, situado al borde del mar dispone de 56.000 m• de jardines y ofrece tres pistas de tenis, 2 pistas de squash, putting green, petanca, croquet y mountain bike, además posee un lago formado por una serie de cinco piscinas que descienden en cascada, la primera de agua dulce y climatizada y las cuatro restantes de agua salada, y el hotel Jardines de Nivaria en la tranquila zona de la playa de Fañabé. Otros ejemplos significativos son el Gloria Palace de Gran Canaria, que entre sus llamativas instalaciones se encuentran cuatro piscinas climatizadas –una de ellas con agua de mar a 35º C-y anejo el Centro de Talasoterapia, con un equipo de médicos, masajistas, fisioterapeutas y este-ticistas, o el Mare Nostrum Spa en Tenerife, también con cura Talasoterápica en base a la utilización de agua de mar y de sus elementos biológicos.

Estas iniciativas son pasos importantes para corregir las deficiencias hasta de las que se ha pecado hasta ahora y sirven para atraer un turismo de mayor poder adquisitivo. Ahora bien, hay que estar alerta y no creer que con la aplicación de nuevas formas de turismo, se supone que alternativo, conducen a un desarrollo sostenible del sector. Aunque todavía falta una perspectiva globalizadora que defina el concepto de desarrollo sostenible en el marco del turismo, al acercamos al concepto de sostenibilidad vemos que por definición indica la necesidad de integrar las distintas estrategias de desarrollo en una doble perspectiva de imagen urbana de calidad y respeto al paisaje natural, que como afirma Pearce significa “hacer que las cosas duren”.27 Esa noción viene a confirmar que la protección del medio ambiente y el turismo van íntimamente ligadas, en la medida en que el turismo de calidad es inconcebible sin un respeto riguroso del ecosistema insular, es decir, del entorno paisajístico y natural, precisamente los valores que han sido a lo largo de la historia del turismo canario uno de los mayores reclamo, como hemos visto a lo largo de este trabajo. En este sentido, aunque muchas de las iniciativas privadas ofrecen nuevos servicios de calidad y sean escrupulosamente respetuosas con el entorno, los poderes públicos deben actuar en política medioambiental y turística conjuntamente porque para avanzar en la sostenibilidad es necesario la gestión coordinada del territorio por parte de las diferentes administraciones con competencia medioambiental, urbanística, transportes y carreteras y turística. Por desgracia, los problemas relacionados con la sostenibilidad radican a menudo en la competencia de los distintos departamentos de la administración pública. El turismo hoy, a diferencia de cómo era en sus inicios, es una actividad muy compleja, no solamente por el número de agentes sociales y económicos implicados, sino también por los efectos que tiene sobre el entorno social y natural. Por eso es necesario que su desarrollo se lleve de una manera coordinada y rigurosamente ordenada para intentar reducir al mínimo todos aquellos impactos que puedan repercutir negativamente. No se puede promover una política urbanística ni de carretera que degrade más los atractivos turísticos medioambientales, los valores naturales y culturales. Esa, al menos es la filosofía del Gobierno de Canarias con la aprobación en el Parlamento regional de la Ley de Espacios Naturales de Canarias de 1994. El incumplimiento de esta ley no permite flexibilidad alguna.

El otro aspecto es la limitación del número de camas. En enero del 2001 el Gobierno de Canarias, a través del decreto 4/2001, intentó acometer las Directrices de la Ordenación General y del Turismo, más conocida por “moratoria turística”, con el objeto de fijar los criterios de desarrollo turístico sobre la base de la sostenibilidad, teniendo en cuenta la especificidad de cada isla. El gobierno entendía que el territorio y los recursos naturales, en general y la actividad turística en particular, precisaban de una acción del ejecutivo que articulase la orientación del desarrollo insular hacia un modelo sostenible, duradero.28 A estas alturas aún no ha sido posible la aprobación de dicha ley por la falta de acuerdo y consenso político entre otras razones porque si bien tiene sentido en las islas con sobredimensión alojativa (Tenerife y Gran Canaria) no sucede lo mismo con las islas menores, fundamentalmente en las más occidentales (La Palma, La Gomera y El Hierro), en la medida que todavía no han agotado el cupo de camas.29

Estrechamente ligado con el punto anterior está la degradación del paisaje y de la naturaleza como consecuencia del proceso urbanizador. Los procesos de expansión inmobiliario-turístico en los resorts de playas han creado, por un lado, unos impactos visuales negativos, y por otro, unos cinturones urbanos degradantes y caóticos a lo largo de las zonas costeras, constituyendo en la mayoría de los casos barreras físicas y visuales entre las zonas residenciales. También existen numerosos ejemplos de desarrollo urbano no integrados en el paisaje, con una abundancia de construcciones con estilos arquitectónicos diferentes, que no siguen las formas de construcción habituales de la arquitectura tradicional canaria ni urbano-arquitectónicas en sintonía con la zona. El impacto estético y paisajístico provocado por este desorden urbano y arquitectónico ha dañado irreversiblemente paisajes tan emblemáticos como por ejemplo el del valle de La Orotava. Con el fin de intentar paliar el daño sufrido por la especulación urbanística, sobre todo en el municipio del Puerto de la Cruz, cuna del desarrollo del turismo en Canarias, se ha elaborado un plan de calidad turística, el Plan de Acción para Revitalizar el Valle de La Orotava, como en otras zonas como el Plan de Calidad del Norte de Gran Canaria y el Plan de Calidad Turística Parqueología de Gran Canaria.

Hay que evitar que tales errores se cometan en otras comarcas de las islas con el objeto de que el desarrollo turístico sostenible pueda tener viabilidad. En ese sentido, la planificación turística debería de tratar de implementar un nuevo modelo de desarrollo turístico más de acorde con un alto grado de preocupación medioambiental. Sólo así se puede hablar de turismo sostenible. En líneas generales, el paisaje agrario supone un soporte de primer orden en la sostenibilidad turística. Por ejemplo, la producción vinícola que está viviendo las islas supone una alternativa por proseguir conservando suelo rústico generador de paisaje agrario y a la vez elemento de atracción turística. La preservación de la produccción agrícola es un parámetro de primer orden en el desarrollo del turismo sostenible en la medida en que garantiza paisaje y vegetación.

Actualmente existe una cierta polémica en torno a la proliferación de campos de golf por los costes ecológicos que genera: consumidor de territorio; derrochador de agua ya que necesita una media de 150 metros cúbicos por hectárea al año; y elimina toda vegetación incluso arbústica, alterando los suelos, el horizonte y el paisaje. Todos estos daños o costes medioambientales los provoca los campos de golf.

Pero los campos de golf atrae a un segmento de turismo que gasta tres veces más que un turista normal, y por las características climáticas de Canarias la convierte en un espacio privilegiado para su práctica.

Ante esta situación, por un lado, con unos costes medioambientales elevados y, por otro, con unos rentables beneficios económicos, la decisión de dedicar suelo para la construción de campos de golf se hace difícil. Un problema que no sólo se plantea en Canarias sino también en el resto de España.30 No se trata de impedir por completo la costrucción de los campos de golf, pero no se puede construir en cualquier lugar. La decisión de construir un campo de golf tiene que ser responsable. Por eso como en Canarias la tendencia es a construir campos de golf se debería elegir conciazudamente el espacio y allí donde se construya se debería tomar una serie de medidas con el objeto minimizar los impactos negativos causados, como evitar introducir especies arbóreas no autóctonas, realzar el aspecto natural del terreno y el consumo del agua realizarlo a través de una depuradora.

Pero reducir el concepto de crecimiento turístico sostenible a lo meramente medioambiental, como sucede con frecuencia, es un error. El concepto debería hacerse extensible a otros campos como el económico y el sociocultural. Económicamente no sólo para asegurar un desarrollo turístico óptimo, mejorando la calidad de vida de la población local, es decir, de la gente que vive y trabaja en el destino turístico, o asegurando la obtención de beneficios por parte de los empresarios turísticos, sino también para salvaguardar los recursos culturales de la comunidad. De esa manera el desarrollo del turismo puede conseguir importantes beneficios para la comunidad y para sus residentes. Para que tenga éxito, el turismo ha de ser planeado y llevado a cabo para mejorar la calidad de vida de los residentes y para proteger el entorno local, natural y cultural.31 La revalorización de gran parte del patrimonio cultural y monumental juega un papel importante. Por ejemplo, la restauración y preservación de edificios y lugares históricos está estrechamente relacionado con la actividad turística y la economía local. Aquellos pueblos o ciudades con un patrimonio arquitectónico antiguo valioso, es decir, que cuenta con en conjunto monumental de calidad, se ven favorecidos por un flujo de visitantes “en masa” generador de una nada despreciable riqueza local. Un ejemplo paradigmático lo encontramos en el pueblo de La Orotava. Sin embargo, lamentablemente no sucede lo mismo con muchos pueblos históricos que apenas conservan patrimonio por una desatinada actuación urbanística. Pero, por otro lado, los pueblos históricos destacan por su singular larga trayectoria en la historia que los hacen acreedores de un patrimonio cultural que puede ser objeto de musealización a través de museos de colección, museos fotográficos, o cualquier otro tipo de museo a base de material de la memoria histórica local. Esto también forma parte de la sostenibilidad.

A modo de conclusión diré que es difícil desprenderse del modelo de sol y playa, en la medida en que el benigno clima y las excelentes playas de Canarias han sido, son y serán auténticos reclamos en la proyección al exterior de las islas. Seguiremos promocionando Canarias como lugar idónea de sol y playa. Pero también hay que decir que este modelo es bastante frágil, dependiendo de algunas coordenadas que no están en nuestras manos, razón por la cual hay que intentar superarlo, que no abandonarlo, en beneficio de otras alternativas donde primen los valores patrimoniales, culturales y medioambientales. Es a través del respeto y fomento de estos valores, y de las mejoras de determinados servicios (renovación estética de plantas hoteleras obsoletas, mejoras de las comunicaciones, programación cultural y artística de calidad, mejora de la seguridad ciudadana, entre otras) lo que permitirá mejorar la competitividad de las islas y atraer un turismo de mayor poder adquisitivo. Como afirma la Organización Mundial del Turismo, “en ocasiones implica la toma de decisiones políticas que pueden ser duras y que, en todo caso, requieren una visión a largo plazo, fundamentalmente, a la hora de llevar a cabo el proceso de planificación”.

 

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25 González Lemus, N y Miranda Bejarano, P. El turismo en la historia de Canarias. Viajeros y turistas desde la antigüedad hasta nuestros días. Nivaria. La Laguna, 2003. Pág., 127.
26 Ibídem, pp., 139.
27 Fernández.Carnicero, C.J. “Desarrollo sostenible y ordenación del territorio” en Turismo. II Congreso Universidad y Empresa. Valencia 2000. Pág., 497.
28 Rodríguez Rodríguez, Román, “Decisiones para un turismo sostenible” en Diario de Avisos, 27-I-2002.
29 Machado Carrillo, Antonio. Ecología, Medio Ambiente y desarrollo turístico en Canarias. Gobierno de Canarias 1990. Pág., 89.
30 Bosch Camprubí, R.; Pujol Marco, Ll.; Serra Cabado, J.;Vallespinos Riera,F. Turismo y Medio Ambiente. Ramón Areces . Barcelona, 1998. Págs., 198-199.
31 Sancho, Amparo (ed.) Introducción al turismo. OMT. Madrid, 1998. Pág., 261.

 

NACIMIENTO, DESARROLLO YCONSOLIDACIÓN DEL TURISMO EN CANARIAS (y 4)

Vamos a terminar esta pequeña síntesis de la historia del turismo en Canarias con una reflexión sobre el fenómeno de la sostenibilidad y su relación con la enseñanza para pasar luego a dar una bibliografía comentada sobre el fenómeno del turismo insular para aquellos que estén interesados en ampliar sus conocimientos.

Aculturación, desculturización y sostenibilidad.

La temprana llegada de visitantes extranjeros a Canarias desde el mismo momento de su incorporación al reino de Castilla, como se ha reseñado en las colaboraciones anteriores, ha sido un elemento de enriquecimiento y modificación de conductas y hábitos sociales de los isleños. A partir del último cuarto del siglo XIX la influencia foránea fundamental será la británica en la medida en que era el Reino Unido el gran protagonista del desarrollo comercial de las islas –hasta tal punto que casi la totalidad del movimiento comercial (exportaciones­importaciones) estaba en sus manos-era el responsable del desarrollo de los nuevos cultivos de exportación –plátanos y tomates-, fueron sus súbditos los principales responsables de la comercialización con el exterior, y fueron además los responsables de la puesta en marcha del turismo insular. Con el desarrollo del turismo de litoral en las últimas décadas del siglo XX el abanico de pueblos se diversifica, siendo por conseguiente la influencia de otras culturas las que han dejado, y están dejando, su impronta. Esta fuerte presencia turística en Canarias va a venir acompañada de la correspondiente influencia cultural y social que se manifestará en los más variados usos y costumbres de la sociedad canaria, en un principio en la clase alta y después en la incipiente clase media y capas populares de nuestras islas

La aculturación alcanza un amplio aspecto de la cultura canaria. La arquitectura neogótica victoriana importada por los británicos y la filosofía inglesa de construcción, así como otras influencias arquitectónicas foráneas, dejaron sus huellas entre las construcciones de las elites de las islas y en el diseño urbanístico de los nuevos barrios de las capitales de las islas mayores: «Barrio de los Hoteles» de Santa Cruz de Tenerife y «Ciudad Jardín» de Las Palmas de Gran Canaria. Otro de los aspectos de la vida cultural en que más incidiría la influencia foránea sería en el lenguaje, absorviendo el isleño los términos extranjeros de los que carecía la lengua propia. Incide en las formas de vestir tanto de las clases altas como las clases populares y se asume la moda extranjera en el vestir. Desde la perspectiva social el turista crea conciencia donde no existe; por ejemplo despierta la conciencia por el respeto a los animales, los cuales son muy mal tratados por los isleños. Tal vez, los efectos más impactantes y, a la vez, beneficiosos de la presencia extranjera se materializaron en los hábitos alimenticios, el ocio y los deportes.

Sin embargo, si bien en líneas generales la incidencia de la cultura foránea ha sido positiva, en muchos casos culturalmente el turismo hoy fuerza a la población a un profundo cambio cultural sin precedentes, que en lugar de significar un enriquecimiento es un retroceso en la medida en que destruye la herencia de nuestra cultura local.

La cultura americana dominante es exportada a todo el mundo, sus formas de vida, gustos y modas comienzan a ser asumidos, así como la propia dinámica de cambio en el interior del país con la llegada al poder de tecnócratas reformistas, los cambios culturales de la misma Europa occidental, la llegada masiva de turistas y de emigrantes comunitarios van a propiciar auténticas transformaciones en las costumbres. Se producen cambios que alcanzan la moral sexual, los valores de comportamientos y la cultura culinaria. En los centros turísticos históricos (el Puerto de la Cruz, Las Palmas de Gran Canaria y en menor medida Santa Cruz de Tenerife) está muy generalizado la comida alta en grasas (fast food), y como consecuencia de ella Canarias está a la cabeza del país en enfermedades cardiovasculares y niveles de colesterol. Precisamente, los canarios están situados en los puestos de mayor incidencia en enfermedades cardiovasculares por el alto consumo de grasas. Incluso los jóvenes canarios han superado, según algunas estadísticas, a los estadounidenses en el nivel de colesterol en sangre.

Por otro lado, el turismo de masas trae consigo una consecuencia inmediata: el aumento descontrolado del proceso de construcción de nuevas instalaciones turísticas. Ello demanda mano de obra de forma imparable, de tal manera que una legión de trabajadores del campo isleño, fundamentalmente jóvenes, abandonan el trabajo agrícola y consecuentemente sus lugares de origen en beneficio de una nueva actividad que le ofrece un mejor nivel de vida, tanto en cuanto a la remuneración económica como a las condiciones de trabajo y ocio. Esta nueva actividad y su entorno es indudable que seduce a estos nuevos trabajadores, rompe su orden de prioridades en beneficio de otros parámetros socioculturales que no tenía en su lugar de origen y buscan en su nuevo entorno su residencia definitiva creándose cinturones urbanos de un nuevo proletariado con la carga de marginalidad que ello trae consigo y el consecuente abandono y empobrecimiento humano de nuestras zonas rurales. Además degrada el valor urbanístico y arquitectónico de muchas edificaciones y produce un modelo de especulación inmobiliaria que deteriora el medio ambiente

Toda una serie de ejemplos claros que demuestran que no toda influencia foránea es beneficiosa.

Desarrollo sostenible y educación

Este problema de desculturización, está estrechamente relacionado con el sistema educativo y es parte importante de la sostenibilidad, que en muchas ocasiones se suele obviar por los analistas, pero que considero importante.

En efecto, es necesario que en los centros escolares se proporcione una educación basada en valores medioambientales y culturales con la finalidad de crear en los jóvenes consciencia por el medio ambiente y sus problemas, de facilitar conocimientos, valores y vocación de compromiso con los principios del desarrollo sostenible que no son otros que el respeto de los derechos humanos y de los animales y el conocimiento del entorno inmediato del ecosistema, tanto naturales como arquitectónicos, simbólicos y de otra índole. La profunda y extendida educación medioambiental es imprescindible para el progreso del desarrollo del turismo sostenible, entre otras razones porque, primero, ayuda a identificar los aspectos y valores de la cultura local para poderlos conservar, no poniendo en peligro aquellos que dota a la comunidad de sus señas de identidad;

segundo, se aprende a ser responsables con el entorno y a preservar el medio en que vivimos, sobre todo aquellos lugares que están en peligro de desaparecer para siempre;

y tercero, porque seremos capaces de trasmitir información veraz y precisa a los visitantes, supuestamente turistas que están alejados de las vacaciones estándar.

Estos tres aspectos contribuyen al desarrollo de un turismo de alta calidad en la medida en que éste necesita tener, por un lado, un entorno medioambiental cuidado y, por otro, tener una población con un buen nivel de conocimiento y sensibilidad sobre la cultura local, la ecología, y la conservación e interpretación histórica y artística. Hay que fomentar en los centros de enseñanza la relación esencial que existe entre el turismo y el marco natural y cultural en el que se desarrolla.

También es de suma importancia que las instituciones presten ayuda a la comunidad para capacitarlas a identificar los aspectos culturales y naturales del entorno. De esa manera los vecinos son conscientes de aquellos valores a conservar y se dotarían de destreza para elaborar planes que no los pongan en peligro. Así mismo es tarea de las instituciones la difusión y coordinación de los proyectos dirigidos al desarrollo sostenible de todos los campos que este abarca.

De suma importancia es la educación sobre la base de la sostenibilidad en las escuelas de turismo y centros universitarios donde se imparten diplomaturas o masters porque forman a operadores y guías turísticos capaces de hacer exposiciones más completas e instructivas con una gran carga de información de lo local muy agradecida por el turista el cual, al desconocer la cultura de nuestro país, la vería necesaria para su instrucción. En la Conferencia sobre la Educación para el Turismo Sostenible de la International Union for the Conservation of Nature celebrada en Eslovenia en 1992 se hace una serie de recomendaciones sobre la educación medioambiental en el marco del turismo. A tales efectos considera que es necesario la elaboración de unos planes docentes donde los conocimientos y comprensión del entorno cultural y natural sean la base de una formación teórica y práctica de los agentes del turismo. Una formación que no sólo involucra al alumno sino también a los profesores que tengan que hacerse cargo de la responsabilidad educativa. Es necesario la dotación de personal docente adecuado y cualificado.

El papel de los programas educativos en el ámbito del turismo es importante. Normalmente la relación entre la educación en materia de turismo establecida en los centros de enseñanzas tanto universitarios como en las escuelas que imparten enseñanza sobre turismo ofrecen unos programas de estudios dirigidos a la formación de técnicos de gestión de la industria turística con el propósito de preparar mano de obra para el mercado laboral. Aun considerando la importancia de la formación técnica de los profesionales de la industria turística para responder a las demandas del mercado laboral del sector, hay que decir que para ser eficaces, los programas de enseñanza y formación en turismo deberían de contener conocimientos humanísticos para facilitar un desarrollo sostenible del turismo, máxime cuando las islas gozan de un larga historia turística.

Como hemos podido ver hasta ahora, la naturaleaza del desarrollo del turismo sostenible es a la vez ética, ideológica y política que supone un claro rechazo a las ideas existentes por cuanto podemos considerarlas inadecuadas y obsoletas. Solamente con la intregración de todos los elementos de la sociedad, aun conscientes de lo compleja que resulta la tarea, el concepto de sostenibilidad dejaría de estar vacío para tomar cuerpo y dotarlo de contenido.

Bibliografía comentada

A continuación cerraré este capítulo de la historia de nuestro turismo con una pequeña bibliografía comentada sobre el sector para aquellos que estén interesados en ampliar sus conocimientos. Por el carácter de este trabajo pido disculpas por la obligada omisión de algunos autores.

Para un acercamiento a los primeros visitantes a Canarias existen varios libros publicados en español. El madrileño Demetrio Castro Alfín en su Historia de las islas canarias. De la Prehistoria a descubrimiento (Editora Nacional, 1983) hace un estudio sobre el conocimiento y exploración del archipiélago desde la Antigüedad hasta el siglo XV donde recoge los posibles viajeros árabes, además de los europeos. Sobre el mismo período histórico el profesor Eduardo Aznar Vallejo tiene una estupenda monografía titulada Viajes y descubrimientos en la Edad Media en la editorial Síntesis y publicada en 1994 y Marcos Martínez Las Islas Canarias de la Antigüedad al Renacimiento, publicado por el Centro de la Cultura Popular Canaria en colaboración con el Cabildo Insular de Tenerife. Por su parte, el profesor de la Universidad de Oxford Felipe Fernández Armesto en su libro Antes de Colón, publicado por Cátedra en 1988, ofrece un excelente estudio de los comienzos de la exploración y colonización del Atlántico.

Sobre los viajes en la Edad Moderna hay muy poca bibliografía. Alfredo Herrera Piqué ofrece un excelente estudio sobre los viajeros europeos en el archipiélago y sus atractivos científicos en Las Islas Canarias, escala científica en el Atlántico. Viajeros naturalistas en el siglo XVIII, (Rueda, 1987). Recientemente ha salido publicado por el Instituto de Estudios Canarios una monografía sobre los viajeros franceses, Viajeros franceses a las Islas Canarias, acompañado con un excelente repertorio bio-bibliográfico y selección de textos a cargo de un equipo de profesores del Departamento de Filología Francesa de la Universidad de La Laguna (Berta Picó, Dolores Corbella, Cristina G, de Uriarte, Clara Curell, Maryse Privat, Ana María Real Y Cristina Badía).

Más completo se encuentra el siglo XIX. Además de la monografía sobre los viajeros franceses (Viajeros franceses a las Islas Canarias) existen publicados el trabajo de José Luis García Pérez Viajeros ingleses en las islas Canarias durante el siglo XIX, publicado por la CajaCanarias (1988) y mis libros Las Islas de la Ilusión. Británicos en Tenerife (1850-1900), publicado en 1995 y Viajeros victorianos en Canarias. Imágenes de la sociedad isleña en la prosa de viajes (1998), ambos publicados por el Cabildo Insular de Gran Canaria.

Sobre los auténticos descubridores de Canarias como lugar de interés médico-turístico para el traslado y tratamiento de turistas enfermos en la primera mitad del siglo XIX, James Clark, William Wilde, James Cooper y Gabriel Belcastel, se encuentran publicados sus respectivos trabajos. Los de James Clark, Sanitive influence of climate (J. Murray, London, 1841) y William White Cooper, The invalid’s guide to Madeira, with a description of Tenerife, Lisboan, Cintra, Mafra, etc. (London, 1840) solamente existen ediciones en sus lenguas vernáculas. Sin embargo, William Wilde, Narrative of a Voyage to Madeira, Teneriffe and along the Shores of the Mediterraneam (Dublin, 1840) cuenta con dos traducciones, la primera de José Antonio Delgado Luis (1994) y la segunda de Carmenchu Jahrbeck (2000).

De suma importancia es el libro de Gabriel Belcastel Les Iles Canaries et la Vallee d’La Orotava au point du vue hygienique et medical.(Las Islas Canarias y el Valle de La Orotava desde un punto de vista higiénico y médico) traducido por Aurelio Pérez Zamora y convertido en la obra de referencia a la hora de reclamar el Puerto de la Cruz como health resort. Para mayor información sobre el viajero francés véase mis libros Las Islas de la Ilusión. Británicos en Tenerife (1850-1900), Cabildo Insular de Gran Canaria (1995) y Del Hotel Martiánez al Hotel Taoro, historia de la primera empresa turística de Canarias, Búho Ediciones, Puerto de la Cruz, 2002, donde se encuentra publicado el texto completo de Gabriel Belcastel Las Islas Canarias y el Valle de La Orotava desde un punto de vista higiénico y médico.

No menos importantes son los textos del laringólogo ginebrino y presidente de la Royal Meteorological Society de Londres William Marcet, The principal Southern and Swiss Health Resort, their climate and medical aspect (Churchill, Londres, 1883) y el prestigioso médico británico Ernest Hart, A winter trip to the Fortunate Islands (Smith Elders, Londres, 1887) y desgraciadamente todavía sin traducir.

Sobre los comienzos del turismo en Canarias encontramos los siguientes autores y publicaciones. Agustín Guimerá Ravina tiene un amplio estudio del hotel Taoro desde su fundación hasta la adquisición por parte del Cabildo Insular de Tenerife, El hotel Taoro (Santa Cruz de Tenerife, 1991). Sobre el mismo hotel Búho Ediciones publicó mi libro Del Hotel Martiánez al Hotel Taoro. Historia de la primera empresa turística de Canarias (2002) donde recojo además el conflicto de la Compañía Taoro con la compañía alemana arrendadora del inmueble Kurhaus y la liquidación del hotel por parte de la compañía local. A. Sebastián Hernández Gutiérrez ha publicado dos ensayos históricos: Cuando los hoteles eran palacios (Santa Cruz de Tenerife, 1990) y La Edad de Oro (Idea, 1995). Sobre el mismo periodo en Tenerife se encuentran los trabajos de Gilberto Alemán El turismo de otro tiempo (Idea, 1994) y Ana J, Hernández Tenerife, fin del trayecto (Idea, 1995). Por último mis libros ya mencionados

Las islas de la ilusión, británicos en Tenerife, (1850-1900) y Del Hotel Martiánez al Hotel Taoro. Historia de la primera empresa turística de Canarias, donde estudió con exhaustividad la historia de La Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de La Orotava fundada en 1886.

Con respecto a los comienzos del turismo en Gran Canaria tenemos los trabajos de María Isabel González Cruz, La convivencia anglocanaria: estudio sociocultural y lingüístico (1880-1914), publicado por el Cabildo Insular de Las Palmas de Gran Canaria 1995), y los publicados por Idea Ediciones, Destino Gran Canaria de Magaly Miranda Ferrera y Maspalomas: pioneros del turismo de Noé Ramón Martín Plasencia, aunque este último de adentra en los años del despegue del turismo de masas.

Precisamente sobre la historia de turismo de litoral nos encontramos con los estudios de Fernando Sabaté Bel, Burgados, tomates, turistas y espacios protegidos (Santa Cruz de Tenerife, 1993), María del Carmen Santana Santana, La producción del espacio turístico en Canarias y Víctor O. Martín Martín, El turismo en el sur de Tenerife: de la renta agraria a la renta del ocio (Cabildo Insular de Gran Canaria, 2000), los tres indagan sobre los procesos sociales, económicos y geográficos que han caracterizado el sur de Tenerife a partir de los años sesenta. Antonio Machado Carrillo en su ensayo Ecología, Medio Ambiente y desarrollo turístico en Canarias (Gobierno de Canarias 1990) ofrece un estudio general del turismo de masas y su impacto negativo del ecosistema de las islas. Por su parte, el aragonés Ricardo Acirón Royo indaga sobre el turismo en los medios de comunicación en Canarias: prensa y turismo (Idea, 1997).

En el presente año en colaboración con Pedro Miranda Bejarano he escrito El turismo en la historia de Canarias. Viajeros y turistas desde la antigüedad hasta nuestros días (Nivaria, La Laguna, 2003), un libro didáctico estructurado a base de muchas fotos, esquemas y tablas dirigido al lector en general, estudiantes y los estudiosos e interesados por el fenómeno del turismo. Cuenta al final con un glosario de términos relacionados con el turismo, una relación de los viajeros y turistas más representativos y un listado de las personas más destacadas en la historia del turismo insular.

Menos suerte tiene el estudio de la sostenibilidad en las islas. Quizás destacaríamos el trabajo de Antonio Machado Carrillo Ecología, Medio Ambiente y desarrollo turístico en Canarias, publicado por el Gobierno de Canarias en 1990, y más recientemente los artículos periodísticos del expresidente del Gobierno de Canarias, Román Rodríguez Rodríguez, “Decisiones para un turismo sostenible” en Diario de Avisos, 27-I-2002, y del Director General de Promoción Turística del Gobierno de Canarias, Antonio Miguel Sánchez González, “Sol y playa: ¿es suficiente?” (La Provincia, 26-II-2003). No obstante, se encuentran buenas monografías que estudian el tema del turismo sostenible a nivel general. Destacaría los estudios de C.J. Fernández Carnicero, “Desarrollo sostenible y ordenación del territorio” en Turismo. II Congreso Universidad y Empresa (Valencia 2000); R. Bosch Camprubí, Ll. Pujol Marco, J. Serra Cabado y Vallespinos Riera, Turismo y Medio Ambiente (Ramón Areces, Barcelona, 1998); Mónica Pérez de las Heras, La guía del ecoturismo (Mundi-Prensa, 1999) y un trabajo colectivo publicado por IEPALA en el 2002, Turismo sostenible.