En 1999 estaba terminando la redacción de mi libro Viajeros victorianos en Canarias. Imágenes de la sociedad isleña en la prosa de viaje, que me había encargado el Excmo. Cabildo Insular de las Palmas de Gran Canaria, cuya edición estuvo prologada por el hispanista Raymond Carr, cuando sonó el teléfono. Al otro lado de la línea, una tímida y suave voz femenina se presentó. Era la señorita Teresa Báez Arbelo. Había leído en mi libro, Comunidad británica y sociedad en Canarias. La cultura inglesa y su impacto sociocultural en la sociedad isleña, las referencias que yo había hecho a George Graham Toler, y le había llamado la atención la adscripción a la masonería del personaje, y en la medida en que ella estaba preparando la memoria de licenciatura sobre el británico, me pidió vernos para charlas sobre él. Una tarde de invierno de ese año se trasladó a La Orotava. Después de una agradable tertulia sobre los británicos en el valle y, en particular, sobre la figura de George Graham Toler, se despidió. A petición mía, me prometió una copia de su investigación, que recibí a los pocos meses, después de su lectura en la Universidad de La Laguna. 

Me acerqué con mucho interés a la voluminosa obra (476 páginas), e inmediatamente me vino a la mente la necesidad de publicarla por el rigor científico del trabajo, que a decir verdad se parecía más a una tesis doctoral que a una memoria de licenciatura, y que bien pudo haberla sido si hubiera tenido las 24 páginas que le faltaba, por exigencia académica. Le sugerí la posibilidad de publicarla, idea que le ilusionó. Creí que el más indicado para emprender la iniciativa era el Excmo. Ayuntamiento de La Orotava, ya que se trataba de un británico villero, y me dirigí a nuestro actual teniente de alcalde y concejal de cultura, Francisco Linares García, quien mostró interés por la obra y la posibilidad de editarla, pidiéndome para su análisis la copia del trabajo de Teresa Báez que le mostré. A los pocos meses me citó en su despacho para confirmar la edición del trabajo de Teresa Báez Arbelo. Después de comunicarle a la joven investigadora la decisión del edil villero, mostró una gran satisfacción y alegría. Así pues, la idea y la propia realización de este libro han tenido muchos nexos en común entre Teresa y yo. Comenzó así una estrecha amistad, que afortunadamente aún conservamos.

            Los biógrafos tienen fama de enamorarse de sus personajes. Esta identificación puede ser inconsciente y tan fugaz como el recorrido mismo de los años de trabajo. En otras ocasiones, pesa tanto la personalidad del personaje, que la identificación puede ser profunda y nada pasajera. Estos vínculos profundos conducen a ciertos riesgos, pues la obra puede resentirse y su integridad peligra cuando el autor confunde sus sentimientos y los de su personaje. Cuando hablé con Teresa sobre Graham Toler, por la pasión que trataba a su personaje, me di cuenta que ella pertenecía al segundo grupo, pero cuando vi el resultado final de su investigación, se alejaron todos mis posibles temores. Por fortuna, Teresa Báez supo mantener el distanciamiento pasional que se necesita para evitar la desvirtualización del ensayo. Y eso pudo hacerlo porque se apoyó en la recopilación de una ingente documentación, desde la bibliográfica hasta la archivística.

            Yo ya estaba familiarizado con George Graham Toler como villero y como historiador cuando lo estudié mientras investigaba para mi tesis doctoral la comunidad británica en el norte de la isla y los inicios del turismo local. La vida de George Graham Toler está marcada por el nacimiento y desarrollo del fenómeno del turismo en Canarias. En el segundo lustro de los años ochenta del siglo XIX se inició una corriente turística a las islas de Tenerife y Gran Canaria, mayoritariamente de británicos afectados por alguna dolencia. Graham Toler, nacido en Londres en 1850, e hijo único de una familia acomodada inglesa de religión anglicana, llegó a Tenerife en 1889 en busca de una cura para el mal que le aquejaba, la tuberculosis, enfermedad que padecían un buen numero de visitantes de entonces.  Algunos de aquellos primeros ingleses que comenzaron a visitar las islas con el comienzo del turismo como tal, en el año 1886, con la apertura del Orotava Grand Hotel, más tarde hotel Martiánez, venían provisto de cámaras fotográficas. Graham Toler fue uno de ellos. Olivia Stone, J.H.T. Ellerbeck, Hans Meyer, E. Bolleter, Margeret D’Este, por citar algunos, fueron otros que se acercaron a las islas con sus respectivas cámaras, igual que lo hiciera Graham Toler, y con sus fotografías contribuyeron a difundir la naturaleza y el paisaje de un archipiélago aún desconocido turísticamente, pero con ganas de abrirse espacio entre los centros turísticos añejos como Madeira y los situados en las rivieras francesas e italianas. Olivia Stione, en compañía de su marido, John Harris, difundió fotografías de las siete islas; J.H.T Ellerbeck elabora dos guías turísticas a base de excelentes fotografías tomadas por él personalmente; los libros sobre las islas de Hans Meyer, E. Bolleter o Margeret D’Este, están ilustrados con fotografías tomadas por ellos mismos. George Graham Toler no las publicó en libro alguno, pero las difundió por las islas y en Londres, donde las vendía a través de su agente Chas. D. Soar.

            Teresa Báez ha realizado la catalogación de la producción fotográfica del británico, no sin ciertas dificultades, como ella misma manifiesta, que consiste en 94 positivos en papel y 36 negativos conservados en placas de cristal. Después de contemplarlas reunidas en una publicación, podemos afirmar que el trabajo fotográfico de  Graham Toler está impregnado de una vitalidad cercana al isleño, pues supo fotografiar una realidad que nos conmueve, porque Graham Toler, además de imprimir el paisaje insular, supo también imprimir a sus imágenes una emoción viva del canario, desde del hombre, la mujer y el niño. Como afirma la autora de este excelente libro, “supo captar con total fidelidad el día a día, la cotidianidad de unas gentes y sus lugares: en plena faena, en sus hogares, en fiestas como  el Corpus, Día de la Cruz,  carrera de sortijas…;  su arquitectura, como  la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción (La Orotava), la Casa de los Balcones,  el Palacio de Nava; sus imágenes más devotas, la talla del Cristo de La Laguna, y el deporte autóctono por antonomasia, la lucha canaria; además de retratar las clases acomodadas de la Villa y de inmortalizar  al primer rey español que pisaba tierra canaria, Alfonso XIII”.

            Las fotografías de Graham Toler, como las del resto de los fotógrafos del momento, fueron utilizadas como postales en los años iniciales de la fotografía y sirvieron de modelo para  muchos fotógrafos locales posteriores.

            Pero George Graham Toler no solo sacó un buen puñado de fotografías, sino que además se quedó entre nosotros. Los primeros meses de su estancia estuvo alojándose en una caseta de campaña en Granadilla y Las Cañadas, para posteriormente residir en el Hotel Hespérides de La Orotava (antiguo colegio de los jesuitas en la calle Cólogan), donde conoció a su vecina, la joven aristócrata de 16 años María del Carmen Regina de la Purísima Concepción Monteverde y Lugo, con la que se casó más tarde. En la isla se dedicó a una activa labor como naturalista [tarea necesaria que recomendaban los médicos como forma de terapia a los afectados de dolencias pulmonares], y a una intensa labor filantrópica. Tal vez la más destacada haya sido la construcción del refugio de Altavista en el Teide, a una altitud de 3.270 metros, que donó al Ayuntamiento de la Villa de La Orotava el 30 de mayo de 1926, y que fue una de las iniciativas turísticas más importante en el período de entreguerra.

                Debo reconocer que cuando me acerqué por primera vez a Graham Toler me sorprendió su persona, pues su caso revestía un especial interés por tratarse de un enlace matrimonial entre un protestante y una católica en una sociedad marcada por la intolerancia religiosa.  Para consumar el matrimonio dos personas de distinto credo era necesario superar la «cuestión religiosa», ya que el artículo 1.086 del derecho canónico prohibía que un católico contrajera matrimonio con una persona no bautizada. El protestante debía rehusar de su anterior confesión y ser aceptado en la religión católica con el consentimiento del Obispo de la Diócesis, es decir, tenía que «adjurar de la herejía y principios que ha venido sustentando y separarse de cualquier sociedad reprobada por la Iglesia católica», y, en el caso de Graham Toler, renunciar de su adhesión a la masonería. Una vez consumida la instrucción catequística para adquirir las verdades de la ley de la Santa Madre Iglesia (los sacramentos de la salvación, las virtudes propias de la formación cristiana y el aprendizaje de las oraciones principales con las que los creyentes católicos de dirigen a Dios),  instrucción sobre la Santa Fe Católica que recibió en los Padres Paules de La Orotava, el 25 de enero de 1892 fue bautizado en la Iglesia Matriz de la Concepción. El británico pudo realizar el sacramento del matrimonio el 17 de octubre de 1892. Él contaba con 42 años y ella 17.

            Especial relevancia tuvo la ceremonia del bautizo de George Graham Toler por la gran pomposidad con que solía celebrar el ingreso en la religión católica de un protestante, pues simbolizaba para los católicos «el triunfo de la verdad y la razón sobre la mentira y la herejía», afirmaba el periódico local El Valle de Orotava.

            El Ayuntamiento de La Villa de La Orotava ha hecho justicia con George Graham Toler dedicándole una calle hace algunos años, sin embargo, con la publicación de este libro ha realizado el mayor honor que pudiera hacerle. Constituye un motivo de alegría y satisfacción, ya que con la edición del trabajo de Teresa Báez  todos los canarios podemos disfrutar de las extraordinarias fotografías del inglés afincado en Tenerife.

            Me permito terminar resaltando el carácter único de este libro por dos razones; la primera, porque viene a cubrir un vacío historiográfico importante en la historia de la fotografía en Canarias, en la medida en que se ha rescatado prácticamente la totalidad de la producción fotográfica de George Graham Toler para ponerla al alcance del gran público; y la segunda, porque es un trabajo de investigación sobre un personaje destacado en la comunidad británica del Valle de La Orotava y, en particular, de la Villa, modelo para nuevos investigadores a la hora de realizar futuras biografías.

            Enhorabuena al Excmo. Ayuntamiento de La Orotava por tan espléndida iniciativa con la publicación de este libro sobre Graham Toler de Teresa Báez Arbelo, repito, ha sido el mayor honor que pudiera hacerle a tan ilustre villero, y gracias a Teresa por dirigirse a mí para la ejecución del prólogo.