¿RÉQUIEN POR SAN TELMO?

 Los responsables de las nuevas obras  en el Paseo San Telmo, y algunos organismos, ciertos hoteleros y ciudadanos que los apoyan,  están reprochando a los que cuestionamos las obras oficiales proyectadas, que si “rechazamos cualquier trabajo”, que si “nos oponemos a un futuro mejor”, que si “nos resistimos a la modernidad de la ciudad turística”, que si “cuestionamos el Consorcio de Rehabilitación”, en fin, somos los que siempre se  oponen a todo. Los que nos oponemos a “este proyecto en marcha” creemos en el Consorcio de Rehabilitación como absolutamente necesario, no nos oponemos a la modernidad de la ciudad y  queremos un futuro turístico mejor. No nos oponemos a todo, nos oponemos a las obras del plan en proyecto, pero no a las obras necesarias. Pero digan con responsabilidad lo que hay detrás del proyecto. Se trata de destruir el paseo actual para sustituirlo por otro que será diferente. Eso es lo que van a realizar con él. No tiene nada que ver con las indispensables obras de saneamiento, mejora de accesibilidad, tratamiento especial de fachadas, homologación de letreros para mejorar el atractivo visual, que indiscutiblemente apoyamos íntegramente. Lo que están planteando es hacer un paseo de San Telmo diferente al existente. A eso es a lo que nos oponemos. Y creo, como muchos, que es un gravísimo error si se ejecuta porque repercutirá de forma negativa al turismo local. Porque también entendemos que el Puerto de la Cruz ha ido perdiendo gran parte de su protagonismo en el marco del turismo internacional no por la falta de inversión sino por la mala inversión. Ha recibido muchos millones de pesetas y euros y, sin embargo, padece su crisis desde hace décadas. Luego no es por falta de inversión. Mucho dinero se ha gastado no para la recuperación y mejora de sus recursos sino precisamente para destruirlos en muchas ocasiones. Y no voy a enumerarlos, pues es un secreto a voces. Solamente creemos que hay muchas mayores necesidades donde invertir y mucho más rentables desde la perspectiva turística. No todo se reduce a infraestructuras, a veces de dudosa necesidad.  

Hay muchos puntos oscuros en las obras que se pretenden hacer, pero permítanme unas reflexiones sobre el tema escabroso del «muro». El paseo de San Telmo es parte del escaso espacio patrimonial e histórico a proteger, donde el muro es el remate de la pared que se levantó en el momento de su urbanización. Y como los bienes patrimoniales no hay que destruirlos para hacer otro nuevo sobre sus ruinas, sino rehabilitarlos, las obras en el paseo pasa por una rehabilitación, respetando su sentido histórico. Significa que si quitan el muro longitudinal en San Telmo para sustituirlo por unas barandillas metálicas “de acero inoxidable con pasamano de madera” deterioran irreversiblemente un paseo de valor patrimonial y dañan parte del encanto de Puerto de la Cruz. El muro no se debe de tirar no solo por razones de funcionalidad (¿han tenido en cuenta la amanecida del mar, los vientos y otros agentes naturales?) sino también por razones históricas, y yo sugiero que se sustituya el de piedra por el de mampostería de blanco originario desde el siglo XVIII, en sintonía con el que bordea la ermita y se conserva en el Complejo Martiánez, respetando así la idea que César Manrique impregnó  a esa zona del Puerto de la Cruz. De esa manera se rehabilita el muro, además de realzar el pintoresquismo del paseo. Responde  a la filosofía de la estética que el artista lanzaroteño defendía: integrar el blanco en el paisaje, en el entorno.

Por otro lado, se argumenta para eliminar el muro que “hay que integrar el paseo marítimo con  el mar”. El paseo se abre al mar cuando está casi a la misma rasante para contemplar el arenal y la playa, sentir la orilla como si se estuviera al borde del agua, es como la “sala de estar”, según el catedrático Lorenzo López Trigal, pero no cuando lo que hay detrás es una cierta altura. Es más, el muro es tan bajo que a lo largo del paseo se percibe el mar. Precisamente hay una tendencia en la arquitectura del paisaje que aboga por “descubrir” lo que está “oculto”, el mar, en este caso. Uno no va caminando y se encuentra el mar enfrente -caso de la Punta del Viento (en menos de un año el acero inoxidable, oxidado)- sino que va caminando a lo largo de un paseo con un muro que no evita la vista al mar, y detrás de ese muro hay algo que llama la atención y la tendencia es a contemplarlo, alongarse, a mirar por detrás para averiguar lo que existe. Y en el fondo está un espacio de esparcimiento y de baño -que se empeñan también en transformar-. No vean el muro como un obstáculo, todo lo contrario, véanlo como un icono de valor histórico y atractivo que invita al visitante a “curiosear”, “descubrir” lo que hay detrás.

Es probable que ejecuten las obras para hacer un nuevo paseo y experimentar con la zona de baños. Pero con ello se realiza un nuevo atropello a la ciudad turística.  El tiempo lo dirá. Ojalá me equivoque, pero, sinceramente, así lo creo. Es un nuevo error. Por eso les aconsejo, por favor, hagan una pausa y reflexionen sobre el modelo turístico que necesita el Puerto de la Cruz, pero no olviden y tengan muy en cuenta que no pasa desde luego por convertirlo en una ciudad descafeinada, monótono, uniforme, sin personalidad, sin encanto, nada atractiva y con escasos espacios patrimoniales que disfrutar y que ofrecer a los visitantes. Es el cuño que le están imprimiendo a la ciudad turística con las últimas intervenciones urbanas, y es muy negativo.  

El Puerto de la Cruz es un centro turístico histórico pero poco respetuoso se ha sido,  y se sigue siendo, con su historia. Pero eso sí, nos encanta recrearnos con la contemplación de fotos y postales antiguas, hasta de coleccionarlas, nos deleitamos y exclamamos ¡¡¡qué bonito era!!!. Respetemos el Puerto de la Cruz ¡ES HORA!.

Nicolás González Lemus