El Borrador N º, 36 DIARIO DE AVISOS

Entre la larga lista de exploradores, aventureros y naturalistas británicos del siglo XIX que descubrieron a su país los secretos y excelencias de las islas, la figura el capitán (luego sir) Richard Francis Burton, impresionante oficial alto, fuerte, valiente, pero intrépido viajero, explorador, lingüista, escritor, antropólogo, traductor y uno de los más grandes aventureros que jamás haya dado la naturaleza humana, sobresale con creces en la nómina.

Richard F. Burton nació en Torquay, Devon (Sur de Inglaterra) el 19 de marzo de 1821. Estudió en las escuelas de Brighton y Richmond, pero pronto se trasladó a Francia e Italia con su familia. Desde muy joven se mostró muy inquieto, proclive a disfrazarse, pelear y tener una activa vida sexual. Su padre pensó que lo mejor para poder rescatar al joven Richard era regresar a Inglaterra para estudiar en un colegio. Ingresó en el Trinity College de Oxford, pero nunca se adaptó, a pesar de ser un alumno brillante, y lo abandonó sin licenciatura alguna. De nuevo su padre consiguió una comisión en la East Indian Army para Richard en 1842, sirviendo como un oficial en la Bombay Native Infantry en Sind. Burton se convirtió en un inteligente agente, aprendiendo las lenguas locales y haciéndose pasar él mismo como un hindú, para lo cual se teñía la piel con crema de nuez. Pero también se convertirá en un auténtico aventurero. Se le ve andar por el cementerio de la ciudad india de Surat -sede de la Compañía de las Indias Orientales-buscando la tumba del viajero Thomas Coryat, un inglés que llegó a pie hasta Asia a principios del siglo XVII y tras una visita al Gran Mogol, se quedó a vivir allí como sabio mendigo. La tumba de Coryat no la encontró el oficial británico, quedándose el joven Burton sin cumplir uno de los fines de su vida: localizar las tumbas de los hombres que le han fascinado. Sus aventuras en tierras hindúes se frustrarían al padecer de cólera y oftalmía, razón por la cual regresó a Inglaterra en 1849.

A partir de entonces, Burton ya no pararía de viajar y su vida estaría marcada por sus constantes aventuras. Su primer viaje y hazaña de exploración la realizó en 1852 cuando va de peregrinación a la Meca; fue el primer occidental que lo hizo. Se disfrazó tan bien como un musulmán afgano para conseguirlo. Su próximo viaje de exploración fue entrar a la ciudad islámica prohibida de Harar en el Cuerno de África (Etiopía) también disfrazado. La otra expedición a tierras somalíes la realizó en 1855, pero esta vez acabó sin éxito porque Burton y el grupo que le acompañaba fueron atacados por los nativos con tal mala suerte que una lanza le traspasó la mandíbula, dejándole una cicatriz que le marcaría toda su vida y que bien supo plasmar en un retrato al óleo Frederick Leighton, artista que también visitó Canarias.

Pero quizás Richard F. Burton sea más conocido por el gran público por ser uno de los más importantes paladines en la búsqueda de las fuentes del Nilo, una de las acciones exploratorias más relevantes del siglo XIX. En efecto, Burton regresó al este de África para protagonizar con su amigo de la East Indian Army, John Hanning Speeke, la resolución del misterio de las fuentes del Nilo auspiciada por la Royal Geographical Society y el Foreign Oficce. En los años cincuenta los ingleses deseaban controlar la costa oriental de África (la influencia inglesa en Sanzíbar era considerable) y su interés aumentaría si lograra descubrir las regiones interiores, pues le permitiría estar presente en el África central y aumentar su poderío. La sociedad geográfica londinense creía que el Uniamesi -lago Tanganica-podía ser el nacimiento del Nilo, la mayor meta geográfica de la época, entre otras razones por su estrategia política. Estaba decidido que un inglés fuera el primero en descubrir el origen del gran lago. La Royal Geographical Society en ninguna ocasión encomendaba misiones a aficionados e inexpertos, por eso reclutó para llevar a cabo la misión al explorador más intrépido de la época: Richard Francis Burton.

El 22 de enero de 1861 Richard F. Burton, con 40 años de edad y entonces capitán de la Bengal Army, pero muy cansado de la vida y casi alcohólico, se casó con la joven, bella y católica Isabel Arundell, hija de Henry Raymond, un comerciante de vino, familia de los barones de Wardour, y Eliza (Gerad) Arundell, segunda esposa de su padre, hermana de lord Robert Gerard de Garswood. Como era de esperar, la boda de una lady de la alta sociedad inglesa y acentuado compromiso con la Iglesia católica con un aventurero protestante y de reputación dudosa planteaba sus dificultades. El padre de Isabel dejó la decisión en manos de su madre, pero cuando se le preguntó a ella que opinaba, la respuesta fue contundente: «¡Jamás!». Isabel entonces se dirigió al cardenal Nicholas Wiseman y le explicó su decisión. En la medida en que Isabel estaba absolutamente decidida a casarse, monseñor hizo llamar a Burton y le obligó a que hiciese tres promesas: primera, que ha Isabel le fuera permitida la libre práctica de la religión católica; segunda, que los hijos que tuvieran serían educados en el seno de la Iglesia católica; y tercero, que Burton e Isabel se casarían según el rito católico. Más adelante, Burton comentaría «practicar su religión, faltaría más. ¡Si pudiese prescindir de sus prácticas! A un hombre carente de religión puede perdonársele, pero una mujer sin creencias religiosas no está hecha para mí». El matrimonio se mantuvo en secreto a la señora Arundell.

Debido a los servicios prestados a la Corona durante años como oficial, como agente secreto, como explorador y como hombre que facilitó un amplio conocimiento de África y Asia al imperio, a Burton le fue otorgado un puesto de responsabilidad diplomática. Él siempre había deseado encargarse del consulado de Damasco, pero el único puesto disponible era la posesión española en el Golfo de Guinea de Fernando Poo (hoy Bioko), puesto que nadie había solicitado por ser nada apetecible. Entonces era un isla utilizada por la Corona española como presidio de deportados de Cuba y de la España peninsular. Tenerife se convirtió de esa manera lugar de visita de Burton al ser puerto de escala.

La primera vez fue el 2 de septiembre cuando el Blackland de la línea marítima African Steam Ship Company rumbo a Fernando Poo hizo escala en el muelle de Santa Cruz de Tenerife. Burton permaneció unas horas en la capital de la isla. Escribe por primera vez sobre Tenerife en Wanderings in West Africa. Burton consultó los trabajos de José de Viera y Clavijo, Torquato Tasso, George Glas, Alexander von Humboldt, Joaquín J. Da Costa de Macedo, entre otros para documentarse. Aquí hace una feroz crítica a Horatio Nelson.

El 28 de noviembre de 1862 Burton salió de Fernando Poo para disfrutar de unas largas vacaciones e intentó desembarcar de nuevo en Santa Cruz, pero no se le permitió porque había fiebre amarilla en la ciudad. Pero, a finales de enero de 1863, Richard F. Burton y su esposa Isabel Arundell, lady Burton, dejaron Inglaterra para pasar el resto de sus vacaciones en Tenerife. Los Burton fueron felices en el valle de La Orotava, sobre todo Isabel, que no duda en exclamarlo más de una vez en sus escritos. Isabel hizo excursiones por el valle, se paraba para hablar con las mujeres, a las que admiraba su belleza, «las mujeres de Tenerife eran las más bellas que jamás haya visto», hizo amigos y el domingo 22 de marzo de 1863 subió al Teide, hasta la cima, siendo unas de las primeras mujeres que lo realizó, no sin grandes dificultades, ya que el ascenso lo hizo en invierno.

Burton viaja en varias ocasiones más a Canarias. En 1880 mientras se dirigía a la Costa de Oro (hoy en día Ghana), esta vez estuvo en Gran Canaria (visitó Las Palmas, la Caldera de Bandama, Telde, Arucas, Teror, Galdar, entre otros pueblos; y regresó por última vez a las islas en 1882, en el curso de la gran empresa en busca de oro que formó con el capitán Henry Lovett Cameron (1844-1894), que había sido enviado por la Royal Geographical Society a África central en busca David Livingstone en 1873, y que Burton lo relata en To the Gold Coast for Gold, libro donde dedica alrededor de 150 a Tenerife y a su visita a Gran Canaria en 1880.

En sus periplos isleños Burton habla de Santa Cruz, La Laguna y La Orotava, además de los pueblos de Gran Canaria, del Teide, de los aborígenes, la conquista, de la visita bélica de Nelson en 1797, de los gallos, de la cochinilla y del vino, participando en la controversia sobre si el Malmsey y el Canary Sack eran iguales o diferentes. Burton afirma que el Canary Sack era un vino seco, un vino desprovisto de todo dulzor, comparable al «sherry sack» (jerez seco), un «vino libre de dulzor y de sabor a fruta», distinto al vino llamado malvasía, que era el Malmsey. Para Burton eran dos tipos de vinos diferentes: el Canary Sack y el Malvasía o Malmsey. El primero, hecho de una uva grande, era el “vin ordinaire” (vino ordinario), fuerte y denso; el segundo estaba hecho de una fruta más pequeña, era dulce y agradable.

A pesar de sus ocupaciones burocráticas y su puesto consular, el cual ya nunca abandonaría (cónsul en Santos [Brasil, 1885-1869], Damasco, 1869-1871, y Trieste, 1872­1890), donde falleció, Burton siguió realizando muchas hazañas aventureras (exploró el río Congo, viajó a Benín –donde intentó convencer al rey que cesara en el tráfico de esclavos y pusiera fin al ritual de las ejecuciones-, etc.). A la mínima oportunidad, bien por razones oficiales o simplemente de aventura, Burton se escapaba para realizar sus largos viajes.

Según Rudyard Kipling, en sus relato Kim, lo catalogó como un espía de gran experiencia al servicio del Imperio británico, pero chocó frontalmente con la sociedad de su época y particularmente con las costumbres victorianas. No importaba su utilidad al imperio, sus debilidades mundanas provocó el odio de sus contemporáneos. En la madurez de su vida llegó a hablar 25 lenguas (40 diferentes dialectos) lo que le permitió traducir al inglés Las mil y una noche, el Kama Sutra, el Jardín perfumado, Las Lusiadas, etcétera, escribir prólogos y anotaciones de ediciones de libros y otros trabajos monográficos.

Canarias se honra con los viajes y los textos de Richard Francis Burton. Muchos han sido los viajeros y turistas que nos han visitado a la largo de la historia, importantes visitantes en las artes, la literatura o la política, pero solamente un puñado destaca, uno de esos que podríamos elegir es la figura romántica de este británico, que hoy día es visto con nuevos ojos y su importancia está cobrando nueva dimensiones.

Correspondiente al programo radiofónico “Distinguidos viajeros por Canarias” en GenteRadio, el martes 2 de diciembre de 2008 de 12 a 13 horas. Por las vacaciones navideñas la serie se suspenderá hasta el año que viene. El próximo programo radiofónico de “Distinguidos viajeros por Canarias” será el 13 de enero y publicado en el “Borrador” de Diario de Avisos el 17 de enero de 2009.

Nicolás González Lemus