El Mosaico, LA GACETA

Sir Arthur Conan Doyle, el gran escritor escocés de novela policíaca y creador del detective más famoso de la historia, Sherlock Holmes, y de su ayudante, el doctor Watson, visitó Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas en 1881.

Sherlock Holmes, un detective con un espíritu de observación y sentido de la lógica fuera de lo común, cualidades que le permitirían resolver casos auténticamente difíciles, fue un personaje literario, cuya fama, a raíz de su aparición pública en Las aventuras de Sherlock Holmes, eclipsó a su creador. En efecto, el éxito y la popularidad del cerebro sentado en una butaca del 221 de Baker Street, sobrepasaron a Conan Doyle desde el mismo momento de su salida a la luz pública. Más tarde, el cine sucumbió al encanto de Sherlock Holmes, y pronto se convertiría en uno de los héroes cinematográficos más emblemático.

Sir Arthur Conan Doyle nació en Edimburgo en 1859. Estudió medicina en la Universidad de su ciudad natal y ejerció la profesión desde 1882 hasta 1890. Desde muy joven su dedicó a la novela, y después de escribir ciertas obras que pasaron inadvertidas entre el gran público, publicó en 1887 un libro titulado Un estudio en Escarlata, en el cual aparece el famoso detective Sherlock Holmes. Sin embargo, aunque el personaje fue creado en 1887, su auténtica popularización se dio a partir de la parición de Las aventuras de Sherlock Holmes (1891) y Las memorias de Sherlock Holmes (1893). Además del género de terror, Conan Doyle también cultivó la novela histórica, la poesía y la comedia.

Pero Conan Doyle fue también un gran viajero. Su pasión por descubrir el mundo le animó a viajar intensamente durante un tiempo por regiones del ártico y la costa occidental africana. Como el mismo Conan Doyle explica, “siempre me había seducido la idea de hacer un viaje en barco como médico, pues de esa manera podía ver mundo y, al mismo tiempo, ganar dinero, tan necesario para abrir una consulta”. Eran los años en que viajar al continente negro era uno de las mayores pasiones de los viajeros, y de los victorianos en particular. Cuando aún tenía 22 años, presentó una solicitud a la African Steam Ship, ofreciendo su servicio médico en los vapores con dirección a África. La African Steam Ship, fundada en 1852, era una de las dos compañías, la otra era la British and African Steamer, fundada en 1869, que comunicaba Inglaterra con las Canarias desde Liverpool vía la costa occidental de África. Los servicios de ambas líneas marítimas fue un factor importante para el desarrollo económico de las colonias británicas en el África occidental. Los vapores salían de Liverpool los sábados alternos de cada mes y hacía escala en Funchal, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. Los barcos llegaban a Funchal entre el viernes y el domingo, y desde allí alcanzaba Santa Cruz en 24 horas.

Un buen día, Conan Doyle recibió un telegrama en el que se le comunicaba que se personara cuanto antes en las oficinas de la African Steam Ship en Liverpool para hacerse cargo del servicio médico del Mayumba, que iba a partir con rumbo a la costa occidental. Acudió antes incluso que transcurriera una semana, y el 22 de octubre de 1881, partió hacia el sur.

El Mayumba era un vapor de unas 4.000 toneladas, que estaba concebido para efectuar travesías comerciales, en concreto para llevar mercancías manufacturadas a la costa africana y regresar con incontables toneles de aceite de palma, grandes cantidades de nueces de palmera, marfil y otros productos tropicales. El barco tenía cabida para unos veinte o treinta pasajeros, de cuya salud debía Conan Doyle ocuparse. Le pagaban unas £12 al mes. Los pasajeros se dirigían en su mayor parte a Madeira. La isla portuguesa era entonces un importante health resort (centro turístico) a donde acudía gran cantidad de ingleses, en su mayoría invalids (sobre todo enfermos del pulmón y tuberculosos) para la su convalecencia. En la capital de Madeira el barco recogió a unas gentiles damas que se dirigían a la costa africana y a los propietarios de la compañía naviera, “unos antipáticos negreros cuyos modales y conducta dejaban mucho que desear”. Las palabras que dirige a los comerciantes de aceite de palma fueron muy duras:

Tienen ingresos de muchos miles de libras al año, pero como tienen el gusto estragado,

sólo saben invertir sus ganancias en las bebidas, el desenfreno y otros caprichos

extravagantes.

El comercio del aceite de palma en el siglo XIX era la exportación más importante de África occidental por su uso creciente como lubricante industrial. El crecimiento del comercio de aceite de palma trajo cambios políticos y económicos muy importantes. Los mercaderes africanos del aceite necesitaban capital para su exportación y para conseguirlo recurrían a las firmas británicas, las cuales se lo suministraban a crédito. De esa manera, los ingleses hacían un gran negocio, a la vez que participaba en los asuntos políticos locales. Fue uno de los factores que condujo al inicio del colonialismo.

La siguiente escala del vapor Mayumba fue el puerto de Santa Cruz de Tenerife, “importante en aquellos días por su comercio de cochinilla”, comentó Conan Doyle. En efecto, la cochinilla, cuyo destino era satisfacer las exigencias de la industria textil europea en expansión, se había convertido desde la década de los cincuenta en el producto de exportación más importante del Archipiélago. Su producción fue destinada hasta mediados de siglo a la Península, y a partir de la década siguiente casi su totalidad se exportaba a Inglaterra y Francia. El escritor británico, sorprendido por el encuentro con la extraña “industria”, describe en que consistía la cochinilla. A decir verdad, le sorprendía a todos los viajeros europeos que se acercaban por primera vez al mundo del insecto que tantos beneficios y desgracias ocasionaron entre los isleños. Explica Conan Doyle a sus conciudadanos que el insecto se cría sobre la planta del cactus y una vez recogido se deja secar para extraer el tinte para teñir. No puede ocultar su asombro por el precio que había alcanzado en los mejores años de su explotación. Un paquete de estos “anillitos” -como los llamó él-costaba en décadas pasadas £350 (aproximadamente unas 8.750 pesetas). Pero él mismo manifiesta que eso fue en otros tiempos. El descubrimiento de los nuevos tintes sintéticos, fundamentalmente la anilina alemana, “ha acabado con ese comercio de la misma manera que los minerales han acabado con la caza de ballenas”.

Al día siguiente el Mayumba abandona el muelle de Santa Cruz. Cuando el autor se encontraba a unas sesenta millas de distancia, se quedó maravillado de la espléndida vista del Teide. Una vez en el muelle de Las Palmas de Gran Canaria, donde apenas se detuvo, continuó rumbo a la costa occidental africana, haciendo escala en los puertos Grand Bassa, Cabo Palmas, Accra, Cape Coast Castle, etc.

Durante la guerra de los boers volvió a África para servir en el hospital de Langman Field. De regreso a Inglaterra publicó una historia militar de la guerra The Great Boer War (1900) y Cause and Conduct of the War, una ingeniosa defensa de la política inglesa en África del Sur, y que fue traducida a casi todos los idiomas.

Aquí no acabarían los viajes marítimos de Arthur Conan Doyle. Destacaría el viaje que hizo a Davos, localidad alpina situada en el cantón de los Grisones, en los primeros meses de 1895, para la convalecencia de las infecciones de pecho que padecía su esposa Jean Lechie. Pero también destaco esta visita de Arthur Conan Doyle porque durante la misma introdujo y popularizó el esquí en Suiza. ¡Que situaciones tan similares a las que se vivieron en Canarias durante los primeros años de su turismo!.

Texto: Nicolás González Lemus.