El sábado 26 de noviembre, cuando llegué a casa (La Orotava) sobre las 20 horas, después de una agradable velada con amigos y familiares, me encontré un perro abandonado. No me sorprendí en absoluto, pues es muy normal el abandono de animales por el área donde resido, como suele suceder en cualquier rincón de este país. Fue tal la indignación y el malestar que sentí, por ser el segundo en apenas diez días, que inmediatamente cogí el portátil y me puse a redactar la presente carta. Que casualidad que había leído en la prensa la nota del Parlamento de Canarias solidarizándose el día anterior con las víctimas de la violencia de género con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Yo había elogiado la celebración de tal evento a nivel mundial y en particular el hecho de que la Cámara regional expresara su solidaridad con todas las mujeres víctimas del maltrato por parte de individuos impresentables, una lacra impropia de una sociedad moderna, pero reflexioné al instante: lamentablemente en nuestra sociedad la violencia doméstica no sólo se comete contra las mujeres sino también contra niños y mayores, y sobre todo contra los animales que conviven en nuestros hogares, fundamentalmente perros y gatos. Para mí, es tan salvaje el que maltrata a un humano como a un animal.
Es frecuente ver en nuestras calles, montes y parques nacionales -las Cañadas del Teide en Tenerife, los Tilos y la Caldera en La Palma, Garajonay en La Gomera…-perros abandonados por propietarios irresponsables que se deshacen de ellos a la primera de cambio. También es frecuente las celebraciones de peleas de perros con apuestas elevadas de los vomitables espectadores. Lo mismo con las peleas de gallos. Es normal ver a jóvenes en los descampados o lugares de juego pasarlo bien haciendo sufrir –casi siempre hasta causar la muerte-a gatos callejeros, y que me reservo exponerlos por lo desagradable y macabro que son. No es nada extraño que en las carreras o sortijas de caballos que suelen celebrarse en fiestas locales ver matar al caballo a golpe de palo por no haber obtenido su dueño el trofeo, todo ello con la complicidad de los presentes. No digamos nada de los que tienen sus animales en unas condiciones impropias de un ser vivo. Estos incalificables individuos y miserables adolescentes responsables de todo el horror de la violencia contra los animales domésticos son también la vergüenza de la sociedad canaria.
Pero lamentablemente las mujeres y los humanos podemos denunciar los atropellos de sus derechos fundamentales y de su integridad física, pero los animales no pueden denunciar la violencia y el maltrato a los que son sometidos por los impresentables ciudadanos de nuestra sociedad. Si los animales domésticos pudieran denunciar la violencia que se ejerce sobre ellos la diferencia numérica sería considerable. En lo que va de año se han denunciado 43.000 maltratos contra las mujeres, mientras que los abandonos de animales domésticos en España suele ser de unos 200.000 al año, siendo la comunidad canaria acreedora de los más altos índices del Estado. Si a esto le añadimos los atropellos, los castigos y las condiciones dramáticas de su existencia la cifra podría verse muy superada.
La Cámara regional se comprometió a luchar contra la violencia de género impropia de una sociedad moderna. Pero soy de los que creo que la lucha por la eliminación de la violencia contra las mujeres también debe de extenderse contra los animales porque el salvajismo ejercido sobre ellos es común. La erradicación de los impresentables violentos domésticos es urgente porque los que maltratan a seres vivos (genero humano y animal) no son nada respetuosos con la naturaleza y el medio ambiente y no tienen sensibilidad alguna por lo valores culturales y sociales de la civilización occidental. La gente sensible debe de apostar por la lucha contra la violencia salvaje que se ejerce a los seres vivos, cualquiera que fuesen. Lamentablemente las sociedades avanzadas, ejemplos de países civilizados (Noruega, Dinamarca, Inglaterra, Alemania, Bélgica, por poner algunos) padecen también este mal de la violencia contra las mujeres –aunque en mucho menor proporción que en España-pero no son inmunes a los castigos contra los animales. Precisamente son los ciudadanos de esos países residentes en las islas los que establecen asociaciones y refugios para la defensa y protección de animales abandonados, respondiendo a su mayor sensibilidad, pero que sobreviven sin el apoyo de la sociedad civil y sin ayuda institucional, no solamente económica, sino que incluso municipios proceden a sus cierres, como ocurre, por poner un ejemplo, con el Refugio Punta Brava del Puerto de la Cruz. Nada menos que en un centro turístico, con lo sensible que es el turista al maltrato de nuestras mascotas. Porque sabrán los lectores que hay turoperadores alemanes, austríacos y de otras naciones europeas que no quieren trabajar con las islas por la espeluznante situación de los animales domésticos en Canarias. Por otro lado, muchos de los perros y gatos que abandonamos aquí son enviados a Europa, sobre todo a Alemania, por residentes extranjeros en nuestras islas para ser adoptados allí. Y nada de usar la demagogia de que es un negocio ilegal. Lo único que hacen es buscar un hogar a los animales. Los extranjeros que se dedican a la atención y cuidado de los perros y gatos que abandonamos en nuestros montes, carreteras y ciudades apenas sobreviven con sus propios recursos, con la ayuda de asociaciones extranjeras y donativos de particulares, pero nunca del negocio ilegal y en ningún caso de la ayuda de las instituciones del Estado. ¿No se nos cae la cara de vergüenza ser nosotros mismos la lacra de la sociedad canaria al ver a los extranjeros residentes en las islas los que se preocupan por tal dramático problema y que la administración viva de espaldas a él, o no le preste la atención adecuada? Mucho camino nos queda por recorrer a los canarios para llegar a ser una sociedad civilizada, moderna.
Los políticos locales, nacionales y europeos deberían ser también sensible a la violencia doméstica contra los animales y comenzar, de una vez por todas, a desarrollar en su totalidad las acciones para erradicar el maltrato y abandono de los animales domésticos realizado por muchos individuos de nuestra sociedad, igual que han hecho con la violencia de género.
Esta carta la enviaré a los presidentes de partidos, responsables de las instituciones del Estado, al Parlamento Europeo y al Eurogrupo para el Bienestar Animal de Bruselas, con el objeto de poner en marcha YA el establecimiento de cuantos refugios decentes e higiénicos sean necesarios para la protección de los animales que lo necesiten y la elaboración de una legislación que castigue severamente a los responsables del salvajismo con los animales, porque hoy lo realiza contra un perro o un gato, o cualquier otro animal, pero mañana puede realizarlo con un humano.
Nicolás González Lemus